No crean que no soy consciente de que el debate puede resultar cansino. Hoy mismo podemos leer en este blog del Time que las mujeres contaminamos menos que los hombres. ¿No les parece un dato absurdo? Según el Instituto Nacional de Estadística Francés, la mujer emite 32,2 kilos de dióxido de carbono al día, y el hombre 39,3. Nosotras optamos por transportes sostenibles, ellos por el avión o el coche, por ejemplo.
El absurdo estadístico nos puede llevar esta vez a imaginar que, por ejemplo, yo suelo coger el metro para llegar a mi trabajo, almuerzo una ensalada que traigo en una tartera con un botellín de agua que relleno en la fuente y que termino reciclando en la papelera amarilla, mientras mis compañeros llegan en todoterreno, se hacen freír unos buenos solomillos y arrojan las latas de cerveza a cualquier parte, para emitir carbono a la par que unos buenos eructos.
No. Les puedo asegurar que no es así. Que algunos y algunas llegan en metro mientras otros y otras llegamos en coche. Etcétera. La realidad detrás de esa foto estadística convexa es que los hombres son mayoritarios en los sectores de la industria, construcción y el transporte, más emisores de carbono, y, qué tontería: son mayoritarios en los trabajos en general.
¿Cómo no va a contaminar más entonces el camionero que la mujer que está haciéndole la comida y andando al mercado para comprar la carne más barata? La idea última que emerge de ese informe no es entonces: “¡Qué buenas somos, hombres, haced como nosotras y no trabajéis, así no contaminaremos!” sino, si acaso: “¡Queremos trabajar! ¡Queremos contaminar!”.
Es decir, un absurdo. Porque no es por géneros por lo que contaminamos menos o más, sino por roles.
Y en medio de esta confusión surge de nuevo el debate erróneo: “¿Está España preparada para una presidenta?” le preguntaron a la ministra Chacón, que es tan absurdo como preguntar si contamina más el hombre o la mujer, o si estamos preparados para un presidente más alto o más bajito. Pues claro que lo está.
¿O acaso Chile, Alemania, Brasil, Argentina, Reino Unido o la Comunidad de Madrid tienen ventajas sobre España que se nos escapan? Claro que tienen ventajas, cada uno las suyas, pero ninguna de ellas consiste en haber terminado con la sociedad retrógrada, con las castas de masculinidad excluyente abrigadas en la sociedad, ninguna. En todos esos lugares pervive la cuota correspondiente de machismo –¡que nos lo digan a los que vivimos en Madrid!- pero algunas luchadoras han logrado romper la barrera y llegar.
Así que Chacón hizo bien en responder: "Son cosas que son una obviedad, pero a veces hay que repetir".
Porque es cierto, es tan obvio que puede presidir una mujer como un abulense, un leonés, un gafoso, un hombre con bigote e incluso el mismo hombre siendo joven (González-1982) o siendo veterano (González-1993). Y parece mentira, pero también es cierto, que hay que repetirlo una y otra vez.
¿O lo importante, como dijo Alfonso Guerra con su colmillo habitual, es que esté preparado el líder en cuestión, y no España?
Y aquí hemos llegado a la siguiente pregunta absurda. En parte sí, Alfonso, claro que el líder debe estar preparado, eso es obvio pero… ni siquiera esa es la cuestión. ¿O acaso estaban preparados el abulense, el leonés, el sevillano, el del bigote o el de gafas? ¿Acaso tuvieron que estar preparados los banqueros, los directores de empresas o incluso los vicepresidentes del Gobierno antes de serlo? ¿Dónde hicieron esas prácticas, dónde obtuvieron el título? Dígannoslo, al menos.
Porque, y ahí sí estamos ante una cuestión de género, vamos a reconocerlo: no solemos estar ante la misma exigencia de preparación y experiencia cuando se trata de un hombre que de una mujer. El escrutinio al que se somete a un alto cargo, en la empresa privada o la política, es siempre mucho mayor en caso de mujer. Recuerden cualquier caso cercano, lo tendrán alrededor, piénsenlo bien.
La imagen que dio el propio Zapatero -y vamos a reconocer que es el que más ha hecho por las mujeres desde el poder en España- en su última remodelación del Gobierno fue decepcionante: tranquilos, españoles, que en momentos de crisis, cuando queremos transmitir solvencia, el núcleo duro de Moncloa se vuelve eminentemente masculino. Triste.
Y a veces una teme que el pseudofuturo del PSOE esté demasiado anclado en el pasado del PSOE, ese que no dejaba un sitio a las mujeres. El de González y Guerra, precisamente.
Y no es esto un a favor ni en contra de Chacón, no va de eso este post. Es que, por favor, dejen de enredar con la mujer, dejen de escrutarnos como especies sospechosas, dejen de darnos lecciones.
Queremos sencillamente eso, contaminar. Digo, trabajar.
Por Berna González.
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