Juan Francisco Coloane
Muerte de Osama bin Laden: Consecuencias e interrogantes
El deceso del jefe de Al Queda en una operación de la CIA en Pakistán tendrá impacto en los procesos de cambio de régimen que se desarrollan actualmente en el mundo árabe y en el norte de África. El tipo de impacto en todo caso es un libro abierto de lectura imprevisible.
No hay que descartar como antecedente para el análisis, la simultaneidad entre esta operación con las asonadas libertarias en la zona contra otros gobiernos, así como con el intento de asesinar al líder libio Gaddafi, que ha escapado con vida en un reciente bombardeo de la OTAN, donde fallecieron según se informa su hijo y sus nietos.
Lo más probable es que estimule la ofensiva de la Alianza Transatlántica para derrocar regímenes considerados vetustos y alimentadores de redes terroristas. La definición para calificar gobiernos, es sabido, se maneja con arbitrariedad y la presión incluyendo la opción militar, aumentará en intensidad bajo el slogan del “ahora o nunca” para recuperar una vasta zona de influencia que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial no ha podido ser administrada bajo los ejes políticos occidentales, con la excepción de Israel.
Frente a la opacidad de China y Rusia como potencias mundiales y como agentes de contención a una expansión desmedida de su poderío, es evidente que se le presenta a la alianza occidental la oportunidad inédita de recuperar el terreno perdido después del desplome soviético. Tiene la posibilidad de posicionarse como el gran foco de influencia en contraste con China y Rusia que no han podido competir políticamente en la zona a través de ningún tipo de expediente, ni con “soft power”, ni con herramientas más beligerantes.
Más allá de poner fin a la vida del autor que perpetró el evento que transformó radicalmente las relaciones internacionales, nunca antes después del desplome soviético hace 20 años, la Alianza Transatlántica enfrentaba un momento más favorable para expandir su zona de influencia.
Sin duda significa un gran triunfo político internacional de Barack Obama en colaboración con un importante aliado como el actual Gobierno en Pakistán.
Las primeras reacciones de los analistas en Estados Unidos, especialmente aquellos preocupados de la elección presidencial en 2012, centraron el argumento -como era previsible-, en el impacto que esta larga y exitosa operación de inteligencia podría tener en los sondeos de opinión y las posibilidades para que Barack Obama pueda ser reelecto.
Se habla de que se ha hecho justicia en varios cuarteles. No hay que estar tan convencido de que la palabra justicia aplicada en este caso de poner fin a la vida de Osama bin Laden después de una persecución de casi 10 años, sea adecuada. Cuando hay guerra no hay justicia y todos son al final perdedores porque no debería haber guerras. La beligerancia no termina con la muerte de bin Laden. El problema del reclamo islámico y árabe es el problema del desajuste y la asimetría de progreso y desarrollo entre dos áreas del mundo. Los rasgos más profundos de esas diferencias no se perciben bajo las condiciones de una guerra tan irregular y de complejidad tan inconmensurable como la que pretende erradicar el terrorismo.
La pregunta que empieza a cimbrar es si la suma de las células de Al Queda es más que al símbolo que representaba Osama bin Laden.
Desde otra visión. Si Al Queda continúa respondiendo frente a una herida del mundo poscolonial que permanece abierta, dependerá del grado de profundidad con que Occidente y sus alrededores, comprenden el malestar o la incomodidad islámica.
Por otra parte, la falta de unidad en el antiguo nacionalismo árabe es evidente, más aún cuando han aumentado las diferencias entre las diferentes facciones religiosas, así como los desequilibrios de desarrollo político y económico entre las naciones. Si hay un mérito de la invasión a Irak 2003, es haber contribuido a crear el actual grado de fragmentación en las posiciones de ese nacionalismo árabe que, durante 30 años hasta los 80, mantuvo una consistencia interna al menos en no dejarse aniquilar por las presiones de Occidente.
A Barack Obama se le reabre la oportunidad para impulsar la agenda progresista que permanece hasta ahora contenida por la arremetida neoconservadora que invade al partido republicano. Las muestras de apoyo popular en Nueva York y alrededor de la Casa Blanca, permiten augurar que en lo doméstico es posibilidad está vigente.
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