He llegado al punto crucial de tomar una decisión importante en la vida. En realidad, todas las decisiones son trascendentales para el individuo, aunque parezcan triviales.
Mi vida como escritor de historias de amor siempre tiene de dónde nutrirse, ya sea con mi propia vida, o con las de los demás. Temas sobran.
Yo he podido dedicarme a la literatura de tiempo completo, ahora que alcancé la edad de 66 años, pero que tuve antes que trabajar en otros oficios diversos para mantener una familia numerosa. Por fin, liberado de ataduras y compromisos económicos con mi extensa prole, pude encontrar ese espacio y ese tiempo fundamental para desarrollar una escritura pausada.
Guatemala me brindó la bella oportunidad de entregarme en cuerpo y alma a escribir y a leer todas las novelas pendientes. Mi ambición en la vida fue siempre la de convertirme en un escritor, pero no faltaban obstáculos reales para consagrarme a esa tarea. Tengo amigos escritores que lograron escribir novelas a pesar de trabajar en asuntos ajenos a la literatura y tener familias que mantener. Yo no pude con todo al mismo tiempo. Soñaba solo con escribir encerrado en un pequeño cubículo dentro de mi hogar, hice el cubículo pero lo ocupé como un espacio para atender a mis pacientes de psicoanálisis.
Fui posponiendo mi verdadera vocación por la literatura. Fueron muchos años de postergación del deseo. Nunca quité la mirada de la meta y el anhelo de convertirme en un escritor.
Mi estancia de escritor en Guatemala, obedece a la presencia de mi familia paterna, oriundos de esta hermosa tierra del quetzal, quienes me rescataron de una situación complicada de salud, que estaba enfrentado solo en México. Tuve cáncer hace dos años y lo vencí con mucha fortaleza anímica, pero la desolación me produjo un enorme hastío por la vida, no tenía la fuerza y la energía necesarias para ponerme a escribir novelas de amor. El rescate de parte de mis hermanos, me salvó la vida pero sobre todo mi vocación de escritor.
En Guatemala vivo en una lida casa, la casa paterna, en una colonia residencial de clase media alta, con muchas comodidades; muy cuidado por mis hermanas menores en los aspectos cotidianos.
Tengo ya un año de estar en Guatemala dedicado tiempo completo a la escritura; escribo un promedio de ocho a diez horas diarias, incluyedo los fines de semana.
Pero siempre con la inquietud de volver a México, a recobrar el sitio abandonado muy a mi pesar por la enfermedad. A México le consagré 45 años de mi vida, en un trabajo universitario persistente. Deseaba volver a dedicarme de nuevo a la atención de los pacientes en psicoanálisis y a abrir un par de talleres de creación literaria. Y vivir decorosamente de esas dos actividades. Yo soy un hombre que tiene pocas necesidades materiales, mis inversiones de tiempo y de recursos, son en tertulias con amigos en los cafés de la colonia Condesa y en la adquisición de libros.
Llegó la hora de optar por irme de Guatemala a México o permanecer aquí, ya hice la evaluación pertinente.
Una razón poderosa que me impulsaba a retornar era el amor de una joven mujer mexicana, que conocí en Internet hace algunos meses, y cuya ruptura inevitable, me dejó destrozado el corazón y me dejó sin deseos de apresurar el viaje de vuelta a México.
Sigo soltero muy a mi pesar, hubiera deseado tener una compañera que apoyara mi labor de escritor, pero creo que ese privilegio solo está disponible para los escritores como Vargas Llosa, Saramago, Borges, y otros consagrados.
La evaluación de los pros y los contras de una situación personal, no se trata de comparar los dos países que son mis patrias, me lleva a la resolución de permanecer en Guatemala y viajar eventualmente a México a ver a mis queridos amigos.
Aquí puedo escribir sin preocuparme de ver cómo pago la renta de un departamentito, el servicio doméstico, ver lo de mis alimentos especiales y el lavado y planchado de mi vestimenta. Vivo en una situación de verdadero confort. Pero soy un aventurero, dispuesto a "sufrir" para nutrir mi literatura. Esa era la parte mia que me empujaba a insistir en el retorno a México, era una especie de heroismo posmoderno.
Hice caso a las opiniones cariñosas de mi familia cercana, que no quieren que vaya a sufrir a ninguna parte del planeta.
Voy lograr por fin cumplir con un viejo anhelo, deuda de honor contraída con mi padre antes de morir, hacer algo por este país.
Voy a enseñar a otros a leer y a escribir correctamente.
Así de sencillo y de complicado.
Mientras el amor toca de nuevo mi puerta, seguiré escribiendo historias de amor que bullen por mi cabeza todo el tiempo.
La historia continúa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario