miércoles, 19 de enero de 2011

La Brenda, mujeres como ella, pocas.

La Brenda ha estado al pendiente de mi todos los días, después de la catástrofe provocada por la ruptura con Aura Marina, La Brenda habla conmigo todo el tiempo preguntando por mi estado anímico.

Claro que en el fondo ella se alegra por el fracaso de aquella relación, porque siempre abriga la íntima esperanza de volver conmigo. Me lo hace saber de diferentes maneras, en forma directa me dice siempre: "negrito lindo, ¿quieres que vivamos juntos otra vez?".

La verdad es que La Brenda, a diferencia de mi última esposa que me dejó en el lecho de la enfermedad sin piedad alguna, simplemente porque no pudo soportar la idea de que me muriera en sus brazos, según el pronóstico de los médicos que me atendían en el IMSS de México, ella si ha querido estar junto a mi, a mi lado de modo solidario, tanto en las buenas como en las malas, como si fuera mi esposa legítima.

Es algo que debo agradecer toda la vida a ese ser humano que es La Brenda, con todo y sus atrevidas locuras, que hicieron de mi vida una persona que recobró el ánimo y la fe en la humanidad, es su amor leal y verdadero hacia mi persona, de igual manera yo le patentizo todos los días mi cariño y mi deseo porque ella se encuentre bien y feliz consigo misma.

Pero a ella eso no le basta, lo sé. Quiere que volvamos a intentar vivir juntos en su casa, y eso es algo que fue frecuente motivo de discusiones entre nosotros. Yo le planteé desde el principio, que lo ideal era que cada quien viviera en su propio espacio y vernos de vez en cuando para todo lo que deseáramos hacer juntos. A regañadientes aceptó mi oferta, y siempre buscaba la ocasión para romper ese acuerdo tácito. Pero no me quejo, fui inmensamente feliz a su lado, pese a sus locuras cotidianas. Con ella no era previsible nada. Todo estaba sujeto al vaivén de sus caprichos y ocurrencias deliciosas. Casi siempre esas ocurrencias terminaban en el mar, fuera el día que fuere.

Nos divertíamos mucho cantando, bailando, comiendo, viajando y amándonos sin límites de nada.

Su impresionante belleza física y su posición económica, eran la combinación perfecta para disfrutarnos más, me sentí todo el tiempo el hombre más afortunado del planeta.

Desde que la conocí me dejó boquiabierto su belleza exótica, morena de ojos verdes, nunca la sentí inaccesible para mi, al contrario me sentí seguro para enamorarla y lo logré concierta facilidad, por el poder de la palabra nada más. Yo no tenía nada que ofrecerle en términos económicos, ya que mis frecuentes divorcios me habían dejado en la calle: sin casa y sin auto. Eso para ella fue algo irrelevante, "no quiero dinero", me dijo la primera vez que estuvimos en el lecho del amor, "quiero amor y compañía, solamente".

La Brenda sufría de soledad y de angustia por ello. Teniendo todo lo que una mujer común y corriente desearía poseer, ella lo tenía en demasía. Pero no era feliz.

A mi lado descubrió las facetas sencillas de la vida que producen alguna felicidad, caminar, ver los atardeceres, ver el mar, escuchar los ruídos de los bosques, andar en bicicleta por caminos de terracería, nadar desnudos en el mar, comer sardinas españolas acompañadas de una baguette y un vino tinto de cualquier nacionalidad.

Ella se sorprendía porque en su cartera traía todas las tarjetas de crédito que puede poseer alguien que tiene un puesto de la relevancia del de ella, pero que conmigo se hacían innecesarias mostrarlas y firmar papeles para obtener algún bien o servicio.

Aprendió a vivir en forma sencilla, enmedio de la opulencia y el lujo oriental, lo cual me agradeció siempre.

Voy a México y tendré que alojarme en su residencia de San Angel, en el barrio exclusivo del sur de la ciudad, no podría irme a otro sitio que no sea su hogar. Ella irá al aeropuerto a recogerme en la fecha que yo le indique.

Lo que viviremos nuevamente será distinto a la estancia anterior hace cuatro años ya. Voy contento por el reencuentro con ella, después de habernos visto en Guatemala y me haya ayudado a romper la depresión del naufragio con Aura Marina. Eso es ser una auténtica amante, leal y solidaria con su hombre, con su hombre ideal.

Me pondré gustoso en los brazos y en las manos de mi querida Brenda de mi corazón, sin temores ni desconfianzas; que fluya la vida y ya.

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