miércoles, 23 de febrero de 2011

Little Italy, ya no viven italianos ahí.

Los neoyorquinos saben bien que el barrio de Little Italy , idealizado por Hollywood en decenas de películas sobre mafiosos, hace décadas que dejó de ser italiano. Y las cifras del último censo hablan claras: de los 8600 residentes no hay ni uno nacido en Italia. La razón es obvia: la inmigración hoy tiene otros pasaportes. Pero tampoco quedan muchos italo-americanos. Sólo son unos 2 mil, frente a los más de 10 mil que había oficialmente a mediados del siglo pasado.

De aquella época en la que locales como el hoy rebautizado Mulberry's Bar servían como punto de encuentro de los vecinos del barrio y de paso, como tapaderas de locales de juego ilegal, - las apuestas estuvieron prohibidas en la ciudad hasta los años 70- apenas quedan los recuerdos de algunos residentes y las leyendas que se han ido transmitiendo entre ellos.

Las cuatro manzanas que aún pueden llamarse italianas viven sobre todo de alimentar las apariencias: es prácticamente imposible encontrar un chef italiano en restaurantes con nombres como La Mela o Il Palazzo y hasta en locales como el célebre Ferrara Caffé o el Caffé Roma la mano de obra es hispana.

"El local aún está en manos de la familia original pero aquí todos los que trabajamos hablamos español" explican Ramón y Yaniris, dos de los camareros del elegante y decadente Caffé Roma, en la esquina de Broome y Mulberry, con un siglo de vida.

Ambos además residen desde hace años en este barrio que Ramón, dominicano, ha visto transformarse aceleradamente. "Cuando John Gotti se paseaba por aquí ni siquiera podías pisar su acera. Había tiroteos... Luego llegó el alcalde Giuliani (en los 90) y todo cambió. Ahora ya no hay casi italianos, sólo hay turistas y el barrio vive de ellos".

Ávidos por conocer aquellas calles en las que Robert de Niro y Harvey Keitel aprendían el oficio de gangster en películas como Malas Calles, de Martin Scorsese, los turistas siguen acudiendo para saborear la historia de un barrio que los chinos comenzaron a colonizar en los años 60, cuando cruzaron la calle Canal, hasta entonces 'la frontera' y abrieron una tienda de esmoquines en Elisabeth street.

"Aquello fue simbólicamente el principio. Ahora casi todo el barrio 'se lo han comido' los chinos. Empezaron comprando los edificios. Y muchos italianos, que habían venido en busca del sueño americano, se tuvieron que ir a Brooklyn, a Queens o a New Jersey".

Con su fedora de cuero y ese inconfundible acento que hace que el inglés suene como esos falsos mafiosos de las películas -la realidad siempre supera a la ficción- Frank Aquilino, de 64 años, acaba de entrar en el Mulberry's Bar, antes conocido como el Tony's, abierto desde 1908. Viene simplemente a saludar a Larry Gagliardotto, uno de los managers de este local de bellos suelos de mosaico, paredes amarillentas con más de un siglo de nicotina a cuestas y fotos desvaídas de Frank Sinatra y otros italo-americanos célebres, incluida Madonna, que utilizó el local para grabar uno de sus primeros videos.

Gagliardotto, de ojos rasgados y cuerpo fornido, es un producto inequívoco de la transformación que ha sufrido el barrio: "Soy chino-italiano aunque no sé hablar ninguno de los dos idiomas. Nací en Little Italy, crecí en Brooklyn pero trabajo en este bar desde hace casi dos décadas".

Pese a no tener ni 40 años, probablemente él sea uno de los que más saben sobre la historia de este barrio porque por el Mulberry's pasan todas las viejas glorias de Little Italy, como Frank. "Ya quedan pocos como él, la mayoría se han muerto y muchos se han mudado a New Jersey. Pero es curioso porque los fines de semana incluso los que ya no viven aquí siguen viniendo a este bar. Supongo que les trae buenos recuerdos".

Claro que el Mulberry's ha cambiado mucho. "Tony, el dueño, era una celebridad del barrio. Pero cuando Giuliani prohibió el tabaco decidió que a sus 83 años no iba a salir a fumar a la calle y vendió el local". Ahora además de las viejas reliquias hay dos pantallas gigantes de televisión para ver deportes y cerveza típicamente americana como Bud Lite al lado de la italiana Peroni. "Ya nadie nos pide un Negroni como antes (bebida típica italiana)" explica Gagliardotto.

Pero si Little Italy ha dejado de ser italiano también es, según Frank, porque los tiempos cambian. "Cuando yo era joven aquí había varias familias que controlaban el barrio. Era gente poderosa y muy conservadora. Pero en los 70 y los 80 ya no le podías decir a los jóvenes "cásate con una italiana". La gente se enamoraba de negras y blancas y chinas... lo normal. La gente se volvió sofisticada y el barrio se les quedó pequeño".

Mafia y gangsters

Frank, que trabaja de manager en un restaurante y ha aparecido como extra en varias películas de mafiosos, incluida Uno de los nuestros, (bajo el apodo de Butch the hat), evita pronunciar la palabra 'mafia' aunque hable constantemente de "hombres poderosos" y nos acompañe a un lugar "que usted tiene que ver para entender nuestra historia". Es un pequeño local en Broome street y en la puerta hay un poster del gangster Joe Gallo con la palabra 'Leyenda' y en 'formato Shepard Fairey' (como la imagen en tres colores de Barack Obama que se hizo célebre durante las elecciones de 2008).

En el interior de una angosta galería hay una exposición dedicada a este mafioso muerto a tiros en 1972 en el vecino restaurante Umberto's Clam House, a una calle de distancia. Abierta hasta mediados de mayo, la muestra se titula Godfather Game: the legend of 'crazy' Joe Gallo, (El juego de El Padrino: la leyenda de Joe Gallo el loco) y se abre con los versos de la canción Joey, que Bob Dylan le dedicó a este gangster que provocó una de las guerras entre familias más sangrientas de los años 60.

"Los estadounidenses apenas tenemos historia y la poca que tenemos está relacionada con el crimen organizado. No trato de alabarlo, simplemente quiero que la gente aprenda". Arthur Nash, un archivista que ha trabajado para la serie sensacionalista American Most Wanted, tiene debilidad por el mundo criminal. "La mafia siempre le ha dado a los americanos lo que querían: alcohol cuando no les dejaban beber, juego cuando les prohibieron jugar y drogas cuando se las quitaron de las farmacias. Pero ese último negocio les hizo perder la cabeza.

Aún así eran hombres de negocios, igual de corruptos que los políticos así que ¿por qué no dedicarles una exposición?". No será una sola, en la galería Mob Scene, donde hoy se muestran fotografías de Gallo en fiestas y prisiones, cartas que escribió desde la cárcel, su gorro y sus corbatas, se mostrarán varias caras de la mafia. La siguiente se titulará La moda nostra. Quien sabe, en esta ciudad que todo lo fagocita igual hasta creará nuevas tendencias estéticas.

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