La noche del 2 de julio de 2000 Vicente Fox escuchó a una multitud festejar la derrota del PRI. La euforia de los reunidos en el monumento a la Independencia se cristalizó en un grito: "no nos falles".
El sexenio de Fox es hoy recordado, básicamente, por disparates y frívolos desplantes. Sin excusarlo de lo que sí pudo haber hecho, cabe preguntarse ¿cuántos de los fracasos del primer presidente panista se debieron a que el sistema no estaba diseñado para funcionar sin los mecanismos extralegales a los que los priistas recurrían para lograr gobernabilidad?
¿Qué tanto de la situación que enfrentó Fox podría repetirse, una década después, en otros lugares de México, como en Oaxaca, donde luego de 80 años de gobiernos priistas ha llegado a la gubernatura un político de otro partido? El novel gobernador Gabino Cué ya tuvo la primera lección sobre eso.
El primero de diciembre pasado Gabino Cué, él mismo un ex priista, se convirtió en el gobernador de Oaxaca, un estado sumido en el atraso. Ya antes había competido infructuosamente por la gubernatura. En su segundo intento por ganar le arroparon los partidos de la derecha y de la izquierda: fue el candidato de alianza de las fuerzas opositoras. Sólo así pudo derrotar a un PRI (no todos los priistas son necesariamente iguales) que gobernaba sobre la violencia. Para ahondar más en esa característica del priismo oaxaqueño se puede leer, por ejemplo, este reportaje de Diego Enrique Osorno: Todos los muertos de Ulises Ruiz (gobernador de 2004 a 2010).
Gracias a victorias como las de Oaxaca, las actuales dirigencias del Partido Acción Nacional (derecha, PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD, izquierda) están felices. Creen que han encontrado la fórmula para derrotar al PRI en esos lugares donde a pesar del triunfo nacional de Fox en el 2000, el histórico partido tricolor había seguido gobernando ininterrumpidamente: por ejemplo y dejando a un lado la capital mexicana, los dos estados más poblados del país no saben lo que es la alternancia política.
El Estado de México y Veracruz encabezan una lista de provincias en las que a nivel local nunca ha ganado la oposición, en donde desde hace 80 años gobierna el PRI (en esa misma condición están además Coahuila, Hidalgo, Campeche, Quintana Roo, Durango, Tabasco y Tamaulipas). Con su atraso a cuestas, Oaxaca estaba hasta noviembre pasado también entre ese grupo de estados.
Pero la campaña y el sabor del triunfo de Cué (que por cierto fue festejado con el mismo grito de "No nos falles") es hoy ya un recuerdo lejano. En menos de 100 días de gobierno no priista, Oaxaca se ha sumido de nueva cuenta en la incertidumbre. El pasado 15 de febrero, y aprovechando la presencia en ese estado del presidente Felipe Calderón, la sección 22 del sindicato magisterial y organizaciones populares se enfrentaron con la policía federal (imágenes), con la que tienen viejos agravios, y sumieron a la capital oaxaqueña en un caos que no se veía desde 2006, cuando durante meses la entidad se volvió un polvorín.
Ante los incidentes, Cué lució fuera de sitio, llegando al extremo de pedir perdón por el uso de la fuerza policial. Los líderes de la revuelta --algunos de ellos incluso fueron sus socios electorales-- piden la destitución de dos importantes funcionarios de su gobierno, a quienes acusan de ser parte del grupo político de Elba Esther Gordillo, la mandamás del sindicato nacional del magisterio. Lo que en realidad esos grupos demandan son los beneficios que el PRI supo darles para mantenerlos relativamente apaciguados.
Los priistas locales dejaban crecer la inconformidad y las protestas, los desmanes servían para que el gobernador viajara a la capital mexicana a pedir auxilio (dinero), para calmar la situación se cumplían algunas de las exigencias de los rijosos, esas prebendas hicieron de la sección 22 del magisterio una de las más consentidas a nivel nacional en cuanto a condiciones laborales y de peor desempeño en cuanto a preparación de alumnos (datos recopilados por Educación a Debate señalan que los maestros oaxaqueños son de los mejores pagados a nivel nacional: acumulan el pago de 365 días, más 10 días de prima vacacional, más 90 días de aguinaldo, más 19 días de bonos de productividad, esto es un total de 484 días cobrables por 200 días laborables, de los cuales acuden efectivamente sólo 150. Descargar Datos duros del estado de la educación en Oaxaca.
De Fox y de Cué se podría decir lo mismo que el analista Jorge Zepeda dijo cuando Felipe Calderón llegó al poder en 2006: "toma posesión de una cabina de mando en la que la mayor parte de los botones y palancas ya no está en el tablero". Es decir, a diferencia de algunos de sus antecesores, es poco probable que Gabino Cué recurra a la violencia y a mecanismos extralegales para intentar poner orden en el estado. Pero la pura ley no va a bastar, porque durante muchas décadas de priismo las cosas no se arreglaban con la pura ley.
Durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), por ejemplo, 17 gobernadores fueron destituidos porque así convenía a Los Pinos. Claro que ninguno fue defenestrado vía el Congreso federal, como marca la ley, sino que "solicitaron" licencia a su cargo de "manera voluntaria" y por "razones personales".
En las elecciones venideras --tanto en el Estado de México como en la presidencial del año entrante--, el caos de entidades como Oaxaca, que difícilmente será pacificado en cuestión de meses, será utilizado por los propios priistas para reforzar el maniqueo mensaje de que sólo ellos saben gobernar. Las derrotas de los priistas ante Fox, Calderón o Cué serán transformadas en argumentos de campaña: "Ven cómo sí les fallaron", podrían llegar a decir los priistas.
* Foto tomada del sitio Cisacoax.com. En ella se puede apreciar como en 2004, durante la campaña a gobernador en Oaxaca, un anciano es asesinado por simpatizantes priistas. Quien mató a palos a esa persona es acompañado por Elpidio Concha, hoy flamante diputado federal priista.
Por Salvador Camarena.
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