Estoy 'sementaleando' tu propuesta". El inglés en los correos de Urdangarín
Una de las peores partes de verse imputado por malversar fondos públicos
-un proceso tan visto en nuestro país que ya podemos diferenciar sus
componentes- debe de ser cuando se publica la documentación del caso y
el investigado se queda desnudo ante la opinión pública.
Ahí es cuando de verdad se pilla al sujeto, cuando estaba fraguando su
trama sin saber que iba a ser visto. De una causa te pueden encontrar
inocente o culpable, pero del retrato que de ti haga tu modus operandi
no te salva ni la presunción de inocencia. Queda uno condenado a
engrosar nuestra galería de grandes clásicos del folclore junto a "amiguitos del alma", loterías que tocan un año sí y otro también, 100 gramos de caviar, 25.000 euros al mes en cocaína y, más recientemente, a un duque em...Palma...do.
Cabía pensar que el creador y dueño de este último epíteto, el duque de Palma Iñaki Urdangarín, ya no podría superarse a sí mismo en este sentido. Que la imagen que nos había regalado su desnudez, recogida en la forma que tenía de firmar los correos que su socio, Diego Torres, entregó al juez a finales de enero, era de una simpleza castiza tan sublime que ya poco más podía aportar la documentación al personaje que se forma al deconstruirse una figura pública. Pero como el goteo de esos correos electrónicos es imparable y Diego Torres ha entregado otros dos centenares de misivas supuestamente escritas por Urdangarín, este personaje ha ido cobrando dimensiones inusualmente poliédricas. En estos nuevos correos se le desvela un interesante talón de Aquiles que comparte con gran parte de la población española: el inglés.
Cabía pensar que el creador y dueño de este último epíteto, el duque de Palma Iñaki Urdangarín, ya no podría superarse a sí mismo en este sentido. Que la imagen que nos había regalado su desnudez, recogida en la forma que tenía de firmar los correos que su socio, Diego Torres, entregó al juez a finales de enero, era de una simpleza castiza tan sublime que ya poco más podía aportar la documentación al personaje que se forma al deconstruirse una figura pública. Pero como el goteo de esos correos electrónicos es imparable y Diego Torres ha entregado otros dos centenares de misivas supuestamente escritas por Urdangarín, este personaje ha ido cobrando dimensiones inusualmente poliédricas. En estos nuevos correos se le desvela un interesante talón de Aquiles que comparte con gran parte de la población española: el inglés.
Hay entre ese centenar de misivas una especialmente llamativa, dirigida a la princesa Corinna Zu Sayn-Wittgenstein,
amiga íntima del rey. Más allá de la relevancia jurídica que tenga o no
en el futuro, lo importante es que quiere estar escrita en el idioma de
Shakespeare pero acaba llena de errores que oscilan, según se mire,
entre lo simpático y lo trágico.
El texto, fechado el 24 de enero de 2005, arranca correctamente, con su "Dear Corinna" con coma y no dos puntos, como mandan los cánones ingleses a diferencia de los españoles, y un prometedor "how are you" que deja hasta una línea de puntos sobre la que escribir la respuesta. Lo cual no es algo muy de correo electrónico, pero sí de libro de texto, que es a lo que se asocia el inglés en estos lares. Sigue un aún más correcto "I imagine you are busy as never before" ("imagino que estarás ocupada como nunca antes"), muy en la línea inglesa de despreciar el pasado para enfatizar algo (el inglés es un idioma muy de afirmar que cualquier cosa "es la mayor locura que he visto en mi vida" aunque lo diga alguien que en su día haya visto a un flamenco repartiendo cartas en un casino de Podcorica).
Y entonces Urdangarín remata, educado, con el muy empático "Hunting time is like madness" y empiezan los problemas. Se supone que lo que intenta decir es que "La temporada de caza es una locura", porque el asociar el ajetro con la enfermedad mental lo tenemos muy en común españoles y anglosajones. Pero, literalmente, en lo que se queda es en "El tiempo de cazar es como la locura", que no está mal como principio de aforismo, o de estrofa de John Masefield, pero por desgracia nos quedamos sin la segunda parte en la que nos explicaría por qué.
El duque de Palma entra a continuación en materia con un traspiés entrañablemente popular: "First able", escribe para decir "Lo primero de todo". Un clásico. Al oído español la diferencia entre un "First of all" dicho por un nativo y un "First able" entendido por un ibérico es relativamente pequeña. Salvo que lo segundo no quiere decir absolutamente nada y lo primero sí. (Algo parecido pasa con el ejercicio en culpa católica que viene a continuación, cuando Urdangarín parece disculparse por desearle "lo mejor para ti y tu familia en el año 2005... finalizando enero....." con un "ending January" tirando a macarrónico.)
El duque muestra luego su deseo de o bien cubrir de cemento "las cosas de las que hablamos" o bien, usando inglés medieval, solidificarlas. Se desprende que ha caído en la pérfida trampa de los false friends -esas palabras que suenan a español pero que en inglés significan algo muy diferente-; en este caso la de concrete, que suena tentadoramente parecido a concretar pero que solo significa eso gracias a las acrobacias lingüísticas del mismo término como adjetivo, que explica que algo existe de forma física y no abstracta.
El resto del correo transcurre con corrección, salvo por el también macarrónico "At the same time" (literalmente, "a la vez" al que se le intuye un deseo de querer decir "de la misma forma"), que tiene más o menos la misma gravedad que el "In the first place" usado como "En primer lugar" en otro correo del 22 de junio de 2004.
El más jugoso de estos textos, sin embargo, corresponde a uno de marzo de 2005. Lo arranca Urdangarín agradeciéndole a Corinna "por la compenetración que" por lo visto le había mandado unos días antes. "Me imagino el esfuerzo que Guy y tú habéis hecho", añade. Compenetrarse puede suponer o no un esfuerzo para según qué personas, pero quizá no tanto como la elaboración de un informe -report- convertido, pongámosle por un corrector automático, en rapport. Lo de que se imagina el esfuerzo también necesitaba un verbo auxiliar ("I can imagine", no "I imagine"), pero eso para los exquisitos. Como lo de que el duque se disculpe por su silencio en los últimos días con un "Sorry for my silence along these days", así sin un triste I am ni nada que valga como sujeto, y con algo tan marciano como along these days, que no significa nada.
Sigue un feed-back con guion entre medias, muy al estilo de 1909, con una alerta: Urdangarín está sementaleando la propuesta de Corinna con afección. Así de pequeña es la diferencia entre el studying de "estoy estudiando" y el studding, que es como, de existir, se escribiría el verbo del sustantivo stud (semental). Hay otros significados de studding, pero ninguno tan ad hoc como ese: ese verbo debería existir, ya que una obligación no pequeña de todo componente de una familia real es precisamente el aumentar el linaje; se pueden dirigir fundaciones y se pueden ganar regatas, pero solo mientras se observe la obligación de semental, literalmente hablando, que tienen los machos reales de procrear. Tras ese patinazo, el marciano "following days we will meet us to deal the project" ("días siguientes nos nosotros reuniremos para repartir [como unas cartas] el proyecto") suena a verso de Seamus Heaney. Y así, más o menos, discurren las misivas.
Todos estos fallos merecen ser puestos en perspectiva. En ningún lado se estipula que un miembro de la casa del rey tenga que dominar el inglés. Pero sí, en muchos lados del mundo de a pie se dice que el inglés es un requisito imprescindible para el desarrollo de cualquier actividad profesional, lo requiera o no. Por mucho que no se le exija a ninguno de nuestros presidentes electos (al menos desde Leopoldo Calvo) y nuestros políticos se pongan raudos los cascos con la traducción simultánea en conferencias europeas pronunciadas en lo que se supone que es una lengua franca, recordándonos una vez más que las reglas de abajo significan más bien poco en las altas esferas.
Por eso lo grave no es que el duque de Palma domine o deje de dominar el idioma de Shakespeare -nunca es bueno reírse de la ignorancia y, además, él nunca ha tenido que responder por aptitudes de este tipo-. Lo molesto es que un miembro de la familia real, tan empeñada en demostrar que tiene valía profesional, en que nos representa por el mundo como diplomáticos de primer orden, no solo no pueda hacer lo que a los súbditos se nos exige como mínimo indispensable. Es también el que, al verlo así de mondo y lirondo, en esa estampa parcial pero igualmente reveladora en la que le deja la documentación, se parezca tanto a esos otros que decían representarnos cuando -ay ese false friend patrio- cuando lo que querían decir es que habían encontrado un filón.
El texto, fechado el 24 de enero de 2005, arranca correctamente, con su "Dear Corinna" con coma y no dos puntos, como mandan los cánones ingleses a diferencia de los españoles, y un prometedor "how are you" que deja hasta una línea de puntos sobre la que escribir la respuesta. Lo cual no es algo muy de correo electrónico, pero sí de libro de texto, que es a lo que se asocia el inglés en estos lares. Sigue un aún más correcto "I imagine you are busy as never before" ("imagino que estarás ocupada como nunca antes"), muy en la línea inglesa de despreciar el pasado para enfatizar algo (el inglés es un idioma muy de afirmar que cualquier cosa "es la mayor locura que he visto en mi vida" aunque lo diga alguien que en su día haya visto a un flamenco repartiendo cartas en un casino de Podcorica).
Y entonces Urdangarín remata, educado, con el muy empático "Hunting time is like madness" y empiezan los problemas. Se supone que lo que intenta decir es que "La temporada de caza es una locura", porque el asociar el ajetro con la enfermedad mental lo tenemos muy en común españoles y anglosajones. Pero, literalmente, en lo que se queda es en "El tiempo de cazar es como la locura", que no está mal como principio de aforismo, o de estrofa de John Masefield, pero por desgracia nos quedamos sin la segunda parte en la que nos explicaría por qué.
El duque de Palma entra a continuación en materia con un traspiés entrañablemente popular: "First able", escribe para decir "Lo primero de todo". Un clásico. Al oído español la diferencia entre un "First of all" dicho por un nativo y un "First able" entendido por un ibérico es relativamente pequeña. Salvo que lo segundo no quiere decir absolutamente nada y lo primero sí. (Algo parecido pasa con el ejercicio en culpa católica que viene a continuación, cuando Urdangarín parece disculparse por desearle "lo mejor para ti y tu familia en el año 2005... finalizando enero....." con un "ending January" tirando a macarrónico.)
El duque muestra luego su deseo de o bien cubrir de cemento "las cosas de las que hablamos" o bien, usando inglés medieval, solidificarlas. Se desprende que ha caído en la pérfida trampa de los false friends -esas palabras que suenan a español pero que en inglés significan algo muy diferente-; en este caso la de concrete, que suena tentadoramente parecido a concretar pero que solo significa eso gracias a las acrobacias lingüísticas del mismo término como adjetivo, que explica que algo existe de forma física y no abstracta.
El resto del correo transcurre con corrección, salvo por el también macarrónico "At the same time" (literalmente, "a la vez" al que se le intuye un deseo de querer decir "de la misma forma"), que tiene más o menos la misma gravedad que el "In the first place" usado como "En primer lugar" en otro correo del 22 de junio de 2004.
El más jugoso de estos textos, sin embargo, corresponde a uno de marzo de 2005. Lo arranca Urdangarín agradeciéndole a Corinna "por la compenetración que" por lo visto le había mandado unos días antes. "Me imagino el esfuerzo que Guy y tú habéis hecho", añade. Compenetrarse puede suponer o no un esfuerzo para según qué personas, pero quizá no tanto como la elaboración de un informe -report- convertido, pongámosle por un corrector automático, en rapport. Lo de que se imagina el esfuerzo también necesitaba un verbo auxiliar ("I can imagine", no "I imagine"), pero eso para los exquisitos. Como lo de que el duque se disculpe por su silencio en los últimos días con un "Sorry for my silence along these days", así sin un triste I am ni nada que valga como sujeto, y con algo tan marciano como along these days, que no significa nada.
Sigue un feed-back con guion entre medias, muy al estilo de 1909, con una alerta: Urdangarín está sementaleando la propuesta de Corinna con afección. Así de pequeña es la diferencia entre el studying de "estoy estudiando" y el studding, que es como, de existir, se escribiría el verbo del sustantivo stud (semental). Hay otros significados de studding, pero ninguno tan ad hoc como ese: ese verbo debería existir, ya que una obligación no pequeña de todo componente de una familia real es precisamente el aumentar el linaje; se pueden dirigir fundaciones y se pueden ganar regatas, pero solo mientras se observe la obligación de semental, literalmente hablando, que tienen los machos reales de procrear. Tras ese patinazo, el marciano "following days we will meet us to deal the project" ("días siguientes nos nosotros reuniremos para repartir [como unas cartas] el proyecto") suena a verso de Seamus Heaney. Y así, más o menos, discurren las misivas.
Todos estos fallos merecen ser puestos en perspectiva. En ningún lado se estipula que un miembro de la casa del rey tenga que dominar el inglés. Pero sí, en muchos lados del mundo de a pie se dice que el inglés es un requisito imprescindible para el desarrollo de cualquier actividad profesional, lo requiera o no. Por mucho que no se le exija a ninguno de nuestros presidentes electos (al menos desde Leopoldo Calvo) y nuestros políticos se pongan raudos los cascos con la traducción simultánea en conferencias europeas pronunciadas en lo que se supone que es una lengua franca, recordándonos una vez más que las reglas de abajo significan más bien poco en las altas esferas.
Por eso lo grave no es que el duque de Palma domine o deje de dominar el idioma de Shakespeare -nunca es bueno reírse de la ignorancia y, además, él nunca ha tenido que responder por aptitudes de este tipo-. Lo molesto es que un miembro de la familia real, tan empeñada en demostrar que tiene valía profesional, en que nos representa por el mundo como diplomáticos de primer orden, no solo no pueda hacer lo que a los súbditos se nos exige como mínimo indispensable. Es también el que, al verlo así de mondo y lirondo, en esa estampa parcial pero igualmente reveladora en la que le deja la documentación, se parezca tanto a esos otros que decían representarnos cuando -ay ese false friend patrio- cuando lo que querían decir es que habían encontrado un filón.
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