Teoría de la comparación
El PP se arriesga sin datos a seguir machacando en el clavo de la teoría de la conspiración
Esteban González Pons fue a esRadio el lunes por la mañana y repitió
lo que un reputado periodista había dicho noches antes para amparar un
fantasma del pasado: como en la película La noche más oscura la CIA
(la madre del guion, según Pons) no había incluido el 11-M entre los
crímenes de Al Qaeda, ya puede deducirse que la antigua teoría de la
conspiración fabricada para explicar los peores atentados de nuestra
historia tiene más padrinos que los que aquí la han jaleado. ¿Datos? Ah,
no, solo es una intuición, un guiño, un acertijo...
Al tiempo, un compañero de filas de Pons, Javier Arenas, dijo en Valladolid, ante sus correligionarios, que todo lo que está pasando últimamente contra el presidente del Gobierno le sonaba a 11-M. Tras la derrota electoral del 14-M, algunos representantes del PP (mediáticos y políticos) sustentaron la especie de que el 11-M había nacido en montañas cercanas y había sido alentado como un golpe de Estado. Se dijo. Asusta que se diga que ahora huele a 11-M.
La teoría de la conspiración tuvo diversas residencias; hubo periodistas perseguidos desde el insulto hasta la injuria porque no la siguieron al pie de la letra, y ahora resurge de vez en cuando lo que entonces se aventó sin otro éxito que el que se consigue con el griterío: la confusión, basada en el poco respeto a los hechos y a las personas que los sufrieron. Ahora esa película ha avivado la teoría en las mentes de los que la mantuvieron, y en lugar de confirmar con la directora de la famosa película por qué, supuestamente, decidió apostar por unirse a la conspiración, ya usan ese detalle de La noche más oscura para darse la razón retrospectivamente. El 11-M no está en la lista de lo que hizo Al Qaeda tras el 11-S, luego... Uf, qué peligro tiene el método deductivo para justificar el pasado lanzando humo sobre el presente.
Lo extraño es que el PP, en algunas de sus voces más autorizadas, se arriesgue sin otros datos a seguir machacando en el mismo clavo. Puede explicarse por el carácter Zelig, o camaleónico, que tienen ciertos políticos, proclives a decir en según qué foros lo que esperan oír aquellos que los invitan a desfogarse. Pero no se entiende que, en aras de apuntalar la teoría de la comparación en la que están inmersos, resuciten la teoría de la conspiración que tantos disgustos les dio en el pasado a sus parientes más veteranos.
Se está perdiendo el tono; por esa pendiente cayó, me temo, el ministro de Hacienda cuando sacó de su chistera de datos (de datos y de chistes) la especie de que hay actores muy famosos que no tributan en España. Como él sabe de qué trata su denuncia, no se puede ignorar su advertencia, pues quien controla el fisco tiene instrumentos para hacer circular sus sospechas. Lo que llama la atención es que haya usado sus conocimientos ministeriales justo dos días después de que en la gala de los Goya se le situara como uno de los blancos de los gags que suelen adornar el guion. Sonó extemporánea y al menos vengativa la advertencia; pero sobre todo resultó gravosa en términos comparativos, pues en el aire suenan nombres propios de defraudadores notorios a los que el ministro del ramo no ha señalado, me parece, con tanta saña.
jcruz@elpais.es
Al tiempo, un compañero de filas de Pons, Javier Arenas, dijo en Valladolid, ante sus correligionarios, que todo lo que está pasando últimamente contra el presidente del Gobierno le sonaba a 11-M. Tras la derrota electoral del 14-M, algunos representantes del PP (mediáticos y políticos) sustentaron la especie de que el 11-M había nacido en montañas cercanas y había sido alentado como un golpe de Estado. Se dijo. Asusta que se diga que ahora huele a 11-M.
La teoría de la conspiración tuvo diversas residencias; hubo periodistas perseguidos desde el insulto hasta la injuria porque no la siguieron al pie de la letra, y ahora resurge de vez en cuando lo que entonces se aventó sin otro éxito que el que se consigue con el griterío: la confusión, basada en el poco respeto a los hechos y a las personas que los sufrieron. Ahora esa película ha avivado la teoría en las mentes de los que la mantuvieron, y en lugar de confirmar con la directora de la famosa película por qué, supuestamente, decidió apostar por unirse a la conspiración, ya usan ese detalle de La noche más oscura para darse la razón retrospectivamente. El 11-M no está en la lista de lo que hizo Al Qaeda tras el 11-S, luego... Uf, qué peligro tiene el método deductivo para justificar el pasado lanzando humo sobre el presente.
Lo extraño es que el PP, en algunas de sus voces más autorizadas, se arriesgue sin otros datos a seguir machacando en el mismo clavo. Puede explicarse por el carácter Zelig, o camaleónico, que tienen ciertos políticos, proclives a decir en según qué foros lo que esperan oír aquellos que los invitan a desfogarse. Pero no se entiende que, en aras de apuntalar la teoría de la comparación en la que están inmersos, resuciten la teoría de la conspiración que tantos disgustos les dio en el pasado a sus parientes más veteranos.
Se está perdiendo el tono; por esa pendiente cayó, me temo, el ministro de Hacienda cuando sacó de su chistera de datos (de datos y de chistes) la especie de que hay actores muy famosos que no tributan en España. Como él sabe de qué trata su denuncia, no se puede ignorar su advertencia, pues quien controla el fisco tiene instrumentos para hacer circular sus sospechas. Lo que llama la atención es que haya usado sus conocimientos ministeriales justo dos días después de que en la gala de los Goya se le situara como uno de los blancos de los gags que suelen adornar el guion. Sonó extemporánea y al menos vengativa la advertencia; pero sobre todo resultó gravosa en términos comparativos, pues en el aire suenan nombres propios de defraudadores notorios a los que el ministro del ramo no ha señalado, me parece, con tanta saña.
jcruz@elpais.es
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