martes, 26 de febrero de 2013

Un homónimo molesto/ relato



Un homónimo molesto




Por Juan José Lara

 


     Astrid me refirió un cliente a mi bufete. Acudí hasta el presidio no porque prometiera el caso honorarios abundantes sino para paliar la depresión de la inactividad. En medio de una salita desangelada me narró el preso:

     - Estoy detenido por fraude; no tengo ninguna responsabilidad en los delitos que se me imputan; la verdad todo se debe a un molesto homónimo.

      No soy culpable, a pesar de que durante cuarenta y cinco años estuve esforzándome en conseguir alguna prosperidad, pero siempre se me negó. Si hasta probé nadar en las aguas de la política, donde no se necesita de más destrezas que ser un infame oportunista.

       Las empresas me vetaron, los gremios proscribieron, los funcionarios bloquearon, los círculos estrecharon; siempre estuve liquidado. Sin embargo en este penal he conocido los más notable de la sociedad; de esa cuenta he intimado con ex ministros, curas, empresarios, profesionales, más de algún jefe policiaco y hasta un ex presidente.
  
       Este reputado político me ofreció al redimir su pena, recuperar el poder, y librarme de mi enredo.  Otro preso de la vieja oposición al ex presidente me dijo que no confiara en él pues es más falso que una película de Hollywood, por tanto jamás retornaría, ya que aquél que olvida no merece ser recordado. Añadió que ellos sí ganarían,  y me auparían además de sacarme de esta mazmorra. -

     - Licenciado, me imagino que con el verdadero autor del delito que se me imputa debemos de parecernos como dos gotas de agua, pero con moral diferente como ver en el espejo al Otro. -

     Agotada la conversación con el reo quedé de regresar después.














El fin del homónimo







     Regresé más de una vez, nos vimos en la misma sala del penal. El recluso se miraba  resignado a su inusitada situación. Tenía ropa nueva, estaba bañado y rasurado. Me relató:

     - “Nadie aquí me cree que quién cometió la violación de la ley es otra persona; que solo es una confusión de nombres; por la magnitud de lo desfalcado me consideran un acaudalado. El recluso  ex presidente hasta me ha dicho que si su partido regresa al poder,  me nombrarán ministro de finanzas.

     El cura, irritado una vez que quise confesarme abandonó intempestivamente la capilla, cuando le confié la verdad,  me gritó a mandíbula batiente: ¡impostor! Le dije que no me hablara con el corazón lleno.

     El único que si me cree es Laurito, si hasta me mudé a su separo donde tiene un comedor para trapichear con los internos. Desde que estoy en mi nueva ubicación, éste se volvió remiso a comerciar a las muchachas de la visita conyugal.

     Mi alimentación ahora es mas sana, tengo acceso a ropa moderna, bebidas y abalorios de marca; mi familia cuando me viene a ver también me considera responsable del delito que se me acusa, estoy pensando en organizar mi propio negocio.

    Licenciado,  perdone,  no le reprocho que haya  pasado  tiempo y, a pesar que considero usted me cree, sus alegatos en el tribunal no hayan prosperado para liberarme. De todas maneras un recluso ex fiscal me dijo que estos casos por la complejidad de las leyes nuestras, siempre duran años”.-

     En la última oportunidad que fui al presidio a ver a mi cliente me tardé más de dos horas en ingresar; finalmente en la salita donde solía entrevistarme con él,  acudió el alcaide y me dijo que el encartado había muerto. Tuve acceso al acta de defunción porque como buen abogado tenía que ser inquisitivo; el dictamen forense decía como causal de su muerte, infección neumológica ocasionada por VIH.







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