viernes, 22 de marzo de 2013

Cine cubano

Cine de pobres

La desaparición del productor Camilo Vives hace recordar aquella cinematografía cubana de los primeros ciclos de la revolución triunfante


“Han abierto una puerta al cine independiente cubano que nadie va a poder cerrar”, dijo muy emocionado el director de Juan de los muertos a los académicos españoles al recoger el Goya a la mejor película iberoamericana, mientras que otro miembro de su equipo, excitadísimo, dedicaba el galardón “a los cubanos que hacen posible que siga habiendo cine en Cuba, donde no hay de nada pero hacemos de todo.” Uno de esos hombres que lucharon por el buen cine durante todas las crisis económicas vividas en la isla, Camilo Vives, acaba de fallecer, como Mauricio Vicent ha recogido en este periódico. Camilo Vives era un entrañable tipo obeso, un gastrónomo feliz y parsimonioso, de mirada astuta, que arrastraba su cuerpo con bonhomía, y con el hálito de haber logrado poner en pie, a veces contra viento y marea, numerosas películas valiosas en un país “donde no hay de nada pero hacemos de todo”, desde aquellas militantes de los años sesenta y setenta, a las independientes de ahora. Recuerden, por ejemplo, las excelentes Fresa y chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, o Suite Habana, de Fernando Pérez.
La desaparición de Vives hace recordar aquel cine cubano de los primeros ciclos de la revolución triunfante, cuando uno de sus ideólogos, Julio García Espinosa, defendía el llamado “cine imperfecto”, es decir, un cine alejado del “artificio”, una obra bien hecha y de estética irreprochable en un país tan pobre como el suyo. Pero defender un cine de militancia y no tanto de entretenimiento, resultó ser a la larga, como tantas otras, una batalla perdida. Al mismo tiempo que se hacían estas películas llenas de coraje, la televisión cubana también emitía, sin pagarlas, grandes producciones de Hollywood que cautivaban al público local. El cine autóctono cubano adquirió presencia en festivales internacionales y fue distribuido en muchos rincones del mundo, dejando para su historia varias películas apasionantes, pero, ay, los países pobres sólo pueden hacer cine pobre. Como ahora está ocurriendo en España, con producciones en cooperativa, rodajes caseros y promociones en la redes sociales, cuando no exclusivamente para ellas. Aquí no hay dinero para rodajes caros y con frecuencia ni para pagar a los técnicos; ni para lo más básico… Comprensiblemente se ganó la simpatía cómplice de gran parte del público Silvie Imbert –dos veces candidata por maquillaje en los últimos Goya y ganadora por Blancanieves cuando dedicó el premio a don Elías, su casero, “que la aguanta mucho y mucho”, se entiende que por esperarla pacientemente en el alquiler de cada mes. Todo un símbolo.

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