lunes, 18 de marzo de 2013

Cristina y el Papa

Cristina Fernández será la primera mandataria recibida por el nuevo Papa

Francisco tiende la mano al Gobierno argentino pese a sus viejos desencuentros


Foto sin datar distribuida por la Presidencia Argentina de una reunión entre el cardenal Bergoglio, ahora papa Francisco, y la presidenta Cristina Fernández. / AFP

El papa Francisco, arzobispo de Buenos Aires hasta su elección la semana pasada, recibe hoy a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, en una esperada audiencia; la primera de un jefe de Estado. Las tensiones entre la mandataria y el Pontífice vienen de lejos. Ambos parecen ahora decididos sin embargo a dejar atrás los desencuentros.
"Se trata de un gesto de cortesía, de atención hacia Argentina y su presidenta", ha declarado el portavoz vaticano, Federico Lombardi, que considera "natural" que el Papa reciba a la presidenta de su país de una forma "diferente" al resto las delegaciones que asistirán a la misa de inicio de pontificado, el 19 de marzo. Lombardi ha subrayado que no se trata de una visita formal o de Estado, sino un gesto de cariño hacia su tierra natal.
La presidenta Fernández es la primera mandataria recibida por el nuevo Papa
El Papa recibirá a Cristina Fernández a las 12.50 horas y almorzará con ella en la residencia de Santa Marta, el lugar donde se hospedan los cardenales durante el cónclave y donde aún se aloja el Pontífice, que todavía no ha tomado posesión de sus habitaciones en el palacio apostólico.
A lo largo de varios lustros y millones de páginas se ha intentado explicar qué es el peronismo y cómo pudieron convivir en ese movimiento argentino agrupaciones de ultraderecha y extrema izquierda o gobiernos neoliberales como el de Carlos Menem (1989-1999) seguidos por otros como el de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. El debate está lejos de concluir. Pero hay un rasgo que podría explicar una parte del fenómeno: la capacidad de los peronistas para amoldarse a nuevas situaciones, su cintura política, la habilidad, el pragmatismo para alcanzar un acuerdo entre rivales que hasta el día anterior se insultaban en público. Este lunes, Roma presenciará una gran lección de convivencia y también de peronismo práctico.
El papa Francisco, después de criticar durante años la corrupción en Argentina, la aprobación del matrimonio igualitario, la crispación, la inseguridad ciudadana, la falta de diálogo o de políticas eficaces contra la pobreza… Después de sufrir numerosos desaires por parte del Gobierno y de haber sido criticado como si fuera el líder de la oposición en la sombra, ha decidido que el primer mandatario político que recibirá en el Vaticano sea Cristina Fernández, la misma que acogió la noticia de su nombramiento con una fría carta de felicitación protocolaria, la misma que se ha negado a recibirlo desde hace años y la misma que desde 2005 decidió junto a su marido, Néstor Kirchner, trasladar las ceremonias del Tedéum del 25 de mayo desde la catedral porteña, donde oficiaba el actual Papa, a otros templos.
Una vez que el cardenal Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el papa Francisco, a ambos les conviene el borrón y cuenta nueva. A Cristina Fernández, porque siendo la presidenta de los 40 millones de argentinos —como le gusta ser presentada— no le interesa enfrentarse a un Papa que desde el primer momento ha conseguido transmitir una imagen de austeridad y amor por los pobres. Y al Papa, porque siendo el líder espiritual de los 1.200 millones de católicos no le conviene que se recuerde desde Argentina su “falta de coraje” —en palabras difundidas el jueves por el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel— que mostró en la lucha por los derechos humanos durante la dictadura militar (1976-1983). Hasta ahora, Cristina Fernández no hizo ni una sola alusión, ni buena ni mala, al pasado de Francisco.
Alberto Fernández es ahora un político peronista opositor al Gobierno argentino. Pero en su día fue el poderoso jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y también de Cristina Fernández en 2008. Vivió en primer plano todos los desencuentros del Gobierno peronista con un cardenal como Bergoglio, que en su juventud había militado en la formación peronista de centroderecha Guardia de Hierro. “Yo le decía a Néstor: ‘Si miras quiénes son los enemigos de Bergoglio dentro de la Iglesia te darás cuenta de que tienes que ser amigo de Bergoglio’. Porque sus enemigos eran los más reaccionarios. En una Iglesia como la argentina, un cura democrático ya vale muchísimo. Y él lo era. Y también, un gran político”.
Hasta el momento, Fernández no ha hecho ni una alusión, ni buena ni mala, al pasado de Francisco
“Bergoglio”, continúa Alberto Fernández, “estaba convencido de que el periodista Horacio Verbitsky [director de Página 12, el diario que más ha indagado sobre el desempeño del cardenal durante la dictadura] escribía contra él incitado por Kirchner. Y eso nunca ocurrió. Pero no había forma de convencerle de lo contrario. Entonces comenzó a reunirse con los opositores. Y ellos se colgaban de todas sus declaraciones en contra del Gobierno. También estaba muy molesto con nuestra intención de llevar la educación sexual a los colegios o de enseñar a los chicos métodos de anticoncepción. Pronunció discursos muy duros contra el Gobierno, jugó a la política de forma muy activa. Y si juegas al ajedrez de la política, has de asumir que las negras también mueven”.
La pasión de Bergoglio por la política podría ilustrarse con un ejemplo. El gran rival de Cristina Fernández dentro del propio peronismo es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, quien aspira a ser el próximo presidente. Para controlar sus pasos de cerca, Fernández le colocó como vicegobernador a Gabriel Mariotto. Scioli y Mariotto se convirtieron en íntimos enemigos. ¿Y quién ha sabido mantener una relación fluida y cordial con los dos? Bergoglio.
Como muestra de esa pasión del Papa por la política, Alberto Fernández cuenta lo que le ocurrió cuando acudió hace solo dos meses a su dentista. “La consulta tiene tres pisos. Yo estaba en el tercero. Y de pronto el doctor me dijo que en el primero había una persona que me conocía y que quería hablar conmigo. Era él, el cardenal. Estuvimos 25 minutos hablando de política. Y daba gusto, porque es una persona muy preparada”.
La llegada a Roma del primer Papa latinoamericano ha sido muy bien acogida por mandatarios como ecuatoriano Rafael Correa, quien se declaró “bien emocionado”, la brasileña Dilma Rousseff o el chileno Sebastián Piñera. La mayoría de ellos estaban intentando entrevistarse con el Papa antes de la misa de entronización, el próximo martes. Pero Francisco decidió que la primera tendría que ser Cristina Fernández. Y además, quiso invitarla este lunes a almorzar.

NOTICIAS RELACIONADAS


No hay comentarios:

Publicar un comentario