El papa Francisco visita a su predecesor Ratzinger
El papa emérito y el Pontífice se reúnen a solas 45 minutos y almuerzan luego en una cita sin precedentes en varios siglos
Pablo Ordaz
Castel Gandolfo
23 MAR 2013 - 20:21 CET424
Los papas suelen llevarse los secretos a la tumba. Secretos como
catedrales, secretos a la altura de un poder que es humano y es divino.
¿A quién si no a Dios puede confiarle sus secretos un Papa? Sin embargo,
Benedicto XVI tuvo la oportunidad este sábado de compartir con el papa Francisco
todo aquello que jamás un Papa se había permitido confiar a un igual.
Durante 45 minutos, a solas, sentados frente a frente en una sala de la
residencia de Castel Gandolfo, ¿de qué hablaron Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio?
Era una cita sin precedentes en, al menos, seis siglos. Desde la renuncia de Gregorio XII, en 1418, ningún Pontífice vivió para conocer a su sucesor.
Tal vez nunca haya respuesta para la pregunta ¿sobre qué hablan dos pontífices?, pero las imágenes del encuentro entre el Papa que lo es y el Papa que lo ha sido sepultarán eficazmente la incógnita. Al igual que sucediera con la marcha de Benedicto XVI o la entrada de los cardenales al cónclave, el Vaticano puso este sábado en circulación otra superproducción impecable, destinada al consumo masivo.
Las imágenes del encuentro entre Ratzinger y Bergoglio fueron distribuidas a los medios de comunicación ya editadas, sin resquicio al error. Los periodistas que se trasladaron a Castel Gandolfo para cubrir el evento pudieron ver lo mismo que los cientos de curiosos que se agolparon frente a la puerta del Palacio Pontificio. Nada.
Las imágenes de dos papas rezando juntos, saludándose con afecto junto al helicóptero, hablándose —ora de tú, ora de usted— ante un cuadro de la virgen de la Humildad fueron servidas por el Vaticano, y la versión de lo que allí sucedió corresponde a su portavoz, el padre Federico Lombardi. Benedicto XVI, vestido con un hábito blanco y abrigado con un anorak del mismo color, recibió al papa Francisco en el helipuerto de Castel Gandolfo. Juntos se trasladaron a la capilla, donde Ratzinger ofreció a su sucesor el reclinatorio central, que Bergoglio rechazó diciéndole: “Somos hermanos”. Tras rezar juntos, el papa Francisco regaló a Benedicto XVI un cuadro de la Virgen. “Me permita, cuando lo he visto he pensado en ti por todos los ejemplos de humildad y ternura que nos ha dado en su pontificado”.
Antes de almorzar junto a los secretarios, el alemán Georg Ganswein y el maltés Alfred Xuareb, Ratzinger y Bergoglio mantuvieron a solas una conversación de 45 minutos. Todos los analistas dan por hecho que hablaron del informe encargado por Benedicto XVI a tres cardenales octogenarios tras el caso Vatileaks y que, según dejó estipulado antes de abandonar el Vaticano, solo podría ser conocido por su sucesor. También se habla de que Ratzinger habría escrito de su puño y letra un dossier de casi 300 páginas para advertir a Bergoglio sobre las luchas de poder que azotaron el Vaticano durante los últimos meses de su pontificado. Pero solo se trata de especulaciones.
Lo único tangible son los tres minutos de imágenes que el Vaticano quiso distribuir de un encuentro que, en total, duró dos horas y media. Del resto solo cabe sospechar que Benedicto XVI y el papa Francisco escribieron durante 45 minutos una página apasionante y llena de secretos que no se podrá leer jamás.
Era una cita sin precedentes en, al menos, seis siglos. Desde la renuncia de Gregorio XII, en 1418, ningún Pontífice vivió para conocer a su sucesor.
Tal vez nunca haya respuesta para la pregunta ¿sobre qué hablan dos pontífices?, pero las imágenes del encuentro entre el Papa que lo es y el Papa que lo ha sido sepultarán eficazmente la incógnita. Al igual que sucediera con la marcha de Benedicto XVI o la entrada de los cardenales al cónclave, el Vaticano puso este sábado en circulación otra superproducción impecable, destinada al consumo masivo.
Las imágenes del encuentro entre Ratzinger y Bergoglio fueron distribuidas a los medios de comunicación ya editadas, sin resquicio al error. Los periodistas que se trasladaron a Castel Gandolfo para cubrir el evento pudieron ver lo mismo que los cientos de curiosos que se agolparon frente a la puerta del Palacio Pontificio. Nada.
Las imágenes de dos papas rezando juntos, saludándose con afecto junto al helicóptero, hablándose —ora de tú, ora de usted— ante un cuadro de la virgen de la Humildad fueron servidas por el Vaticano, y la versión de lo que allí sucedió corresponde a su portavoz, el padre Federico Lombardi. Benedicto XVI, vestido con un hábito blanco y abrigado con un anorak del mismo color, recibió al papa Francisco en el helipuerto de Castel Gandolfo. Juntos se trasladaron a la capilla, donde Ratzinger ofreció a su sucesor el reclinatorio central, que Bergoglio rechazó diciéndole: “Somos hermanos”. Tras rezar juntos, el papa Francisco regaló a Benedicto XVI un cuadro de la Virgen. “Me permita, cuando lo he visto he pensado en ti por todos los ejemplos de humildad y ternura que nos ha dado en su pontificado”.
Antes de almorzar junto a los secretarios, el alemán Georg Ganswein y el maltés Alfred Xuareb, Ratzinger y Bergoglio mantuvieron a solas una conversación de 45 minutos. Todos los analistas dan por hecho que hablaron del informe encargado por Benedicto XVI a tres cardenales octogenarios tras el caso Vatileaks y que, según dejó estipulado antes de abandonar el Vaticano, solo podría ser conocido por su sucesor. También se habla de que Ratzinger habría escrito de su puño y letra un dossier de casi 300 páginas para advertir a Bergoglio sobre las luchas de poder que azotaron el Vaticano durante los últimos meses de su pontificado. Pero solo se trata de especulaciones.
Lo único tangible son los tres minutos de imágenes que el Vaticano quiso distribuir de un encuentro que, en total, duró dos horas y media. Del resto solo cabe sospechar que Benedicto XVI y el papa Francisco escribieron durante 45 minutos una página apasionante y llena de secretos que no se podrá leer jamás.
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