La realidad puede ser dolorosa. Hay ciertas cosas que sabemos que si decimos al otro pueden lastimarlo, ya sea una situación personal, laboral o en temas sentimentales. Por ello, a fin de no herirlo o lastimarlo al desenmascarar la situación de una realidad incómoda, cruda o dolorosa, tratamos de suavizar el golpe de alguna manera; ya sea mintiendo o maquillando la realidad. Para estos casos, mi madre suele usar la expresión “dorar la píldora”, que tiene sus fundamentos en la farmacéutica antigua.
Desde siempre, los medicamentos tienen un sabor amargo, fuerte y desagradable, lo que hace más difícil su ingestión. Concientes del problema, los antiguos boticarios decidieron cubrir el desagradable sabor del medicamento con azúcar dorada a fin de disfrazar el infame sabor. De ahí, la expresión “dorar la píldora”. En la lengua inglesa existe la misma expresión to sugarcoat the pill y supongo, que al ser una actitud universal, la expresión existirá en muchas otras lenguas.
No dudo de las ventajas de dorar la píldora en la industria farmacéutica, es mucho más fácil pedir a un niño que se tome un jarabe con un buen sabor que otro que probablemente escupa; cuando somos mayores, entendemos los efectos de la medicina y ya no es necesario que tengan sabor a chicle motita para que las tomemos siguiendo las indicaciones del médico por desagradable que sea su sabor.
Entiendo las buenas intenciones de quienes deciden “dorar la píldora” para evitarse un mal rato y no lastimarnos. Sin embargo, no se dan cuenta que el verdadero veneno, no está en la amarga píldora que no hará otra cosa más que sanarnos, sino en el azúcar. El tratar de disimular la realidad para evitar lastimar al otro, tiene el efecto contrario, acaba por hacer muchísimo más daño.
A nadie le gusta escuchar que la persona con la que estamos saliendo y estamos ilusionados, no quiere una relación sería, sigue clavado con su ex, problemas de adicción o tiene otra relación. Sin embargo, a pesar de que se rompa la burbuja color de rosa, la verdad no traiciona.
Por cruda, dolorosa o incómoda que sea una verdad, sus consecuencias siempre serán menores a las de una mentira. La verdad, además, nos hace más fuertes. El saber dónde estás parado en una relación nos da la capacidad de poder tomar decisiones sin una venda en los ojos. Cuando conocemos a fondo la situación, podemos saber cómo actuar y medir las consecuencias de nuestras acciones.
Al dorarnos la píldora, en vez de tratarnos como adultos que sabemos qué hacer y qué es lo que nos conviene en esa determinada situación, nos tratan como niños y tomando decisiones por nosotros, cosa que en ningún momento les corresponde.
La honestidad es la mejor política, dice en refrán. En temas de relaciones no solamente es la mejor, sino que resulta indispensable para saber qué es lo que espera y quiere el otro de la relación, para poder nosotros saber si estamos en la misma frecuencia.
Estoy segura que en muchos casos, la persona que trata de disfrazar la realidad, se llevaría una buena sorpresa al saber que la otra persona, está de acuerdo con eso y acepta la situación. El saber claramente dónde estamos parados, nos da la posibilidad de poder sopesar las opciones, medir los riesgos y elegir con buen fundamento qué es lo que queremos hacer.
El medicamento puede ser muy desagradable al momento de tragarlo, pero después tendrá su efecto sanador. Quizá éstas sean las palabras clave: “al momento de tragarlo”, la incomodidad es sólo por un periodo limitado. Una que vez que pasamos el trago amargo, estamos en el camino a la recuperación.
De la misma manera que esconder el polvo debajo de la alfombra no quita la suciedad. El ignorar la realidad, no resuelve el problema; únicamente lo agrava. Algo que hubiese podido ser manejable o comprendido, acaba siendo la causa de la ruptura.
Hoy en día, la industria farmacéutica además de mejorar el sabor de los medicamentos, está obligadas a poner un sin fin de advertencias acerca de los posibles efectos secundarios que éstos pueden tener.
Esto nos permite entender si de pronto hay un dolor de cabeza o mareo a causa del medicamento, o bien buscar otra medicina que no tenga esos efectos. Como adultos, por molesto que sea, en cualquier tipo de relación, debeos vencer la tentación de dorar la píldora al otro, es necesario hacer lo mismo y hablar con la verdad.
Fernanda de la Torre.
Surge la eterna rivalidad entre saber la verdad, conoceerla a medias o aceptar mentiras, para que no duela tanto la realidad, la cruda realidad. Shakespeare diría, allí esta el dilema. En un mundo perfecto, donde priva la razón, la objetividad, eso sería lo cotidiano. Pero como vivimos en mundos subjetivos, con emociones. Los primeros que pedimos mentiras somos nosotros. Evadimos saber la verdad, o no preparamos un tiempo para enfrentarla, a veces, nos lleva toda la vida esa preparación.
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