miércoles, 20 de febrero de 2013

Palabras de Rajoy

Acto de fe

Por: Fernando Garea
Uno de los problemas de Mariano Rajoy es hacer que muchos ciudadanos le crean cuando dice que podíamos estar aún peor si él no hubiera hecho los durísimos recortes. En esa cuestión de fe basa la explicación de su balance.
"Lo más ingrato para los españoles es que no palpan los resultados", ha admitido en un discurso casi descarnado en la descripción y nada triunfalista.
El presidente del Gobierno utiliza hipótesis intangibles para presentar el dilema entre cumplir su palabra o salvar a España y describir el viaje desde el infierno hasta las puertas del purgatorio, con destino final al paraíso. Describe el largo y duro camino desde la “práctica suspensión de pagos” hacia la recuperación a finales de este año, tras haber evitado caer en el abismo. Todo para intentar preservar así su credibilidad
“Hemos dejado atrás la inminencia del desastre”, ha descrito el presidente del Gobierno, para justificar su primer año en La Moncloa, presentado como un sacrificio colectivo por la dureza de las medidas y suyo personal por tener que tomar decisiones que no tenía previsto tomar.
Ese falso dilema presenta la contraindicación de admitir que el programa con el que concurrió a las generales de 2011 no era real o, al menos, incluía propuestas para una España distinta porque estaba basada en un diagnóstico ideal y equivocado. Su victoria electoral, según su propia argumentación de hoy, se asienta en el fracaso del Gobierno de Zapatero y en el respaldo ciudadano a un programa enterrado desde el minuto uno. Y ahora se trata de agradecerle lo que ha hecho por nosotros al sacrificarse para sacarnos del infierno.
Otra contraindicación de ese discurso del falso dilema: ¿Cómo creerle ahora cuando anuncia nuevas medidas si admite que no cumplió sus promesas y que la realidad le sacó de su camino? El descenso del déficit público que ha esgrimido como su gran logro (y obsesión) no tiene correspondencia con un recorte del déficit de su maltrecha credibilidad.
Más aún si alguna medida como la de pagar el IVA cuando se hagan efectivas las facturas ya la ha anunciado en varias ocasiones sin que se haya puesto en marcha aún.
¿Cómo pueden creerle los ciudadanos que padecen la crisis cuando basa su argumentación en la hipótesis intangible de lo que hubiera sido sin su gestión? "Tenemos la cabeza fuera del agua", ha dicho en un discurso crudo en la descripción de la realidad.
A la pregunta de si estamos mejor que hace un año que se supone debe responderse en un debate como este, él ha contestado con la comparación entre la “terriblemente dura realidad” actual con lo que era cuando él llegó al Gobierno y, sobre todo, con lo que hubiera sido si no hubiera tomado esas medidas. La justificación y hasta su mérito, según esa tesis, está en haber apartado sus intereses personales y de partido y su programa para tomar medidas de duro sacrificio que nos salven de la ruina. Estamos en el purgatorio y hubiéramos ido al infierno de cabeza por los pecados de Zapatero, ha venido a decir.
Mariano Rajoy ha hecho el discurso del “¿cómo es posible que hubiéramos llegado a esa cifra de paro y de endeudamiento?” y“¿qué hubiera pasado si no se hubiera hecho?”. Tanto que para ponerse la venda antes que la herida y para no tener que esperar a que sean los demás los que le interpelen por ese dato terrible ha arrancado con la cifra contundente de parados y ha seguido con la descripción de las medidas que, según ha explicado, se ha visto obligado a tomar.
“No hay brotes verdes ni un minuto de sosiego”, ha proclamado, como preludio de una serie de medidas que pretenden abrir una legislatura distinta, ya sin sacrificios duros y con medida de fomento de la economía y el crédito contra el paro.
Sobre la corrupción también ha utilizado la táctica del ser él quien ponga sobre la mesa el problema, sin esperar a los demás. Las medidas que ha anunciado se refieren a la gestión de los partidos, el Tribunal de Cuentas, la transparencia de los políticos, el Código Penal y la agilidad de los procesos.
Pero también en este asunto tiene un punto débil: ¿Cómo confiar en su palabra si aún no ha aclarado el caso Bárcenas y la relación con el PP del extesorero de los 22 millones de euros en Suiza? Por supuesto, no hay asunción de responsabilidades, ni explicaciones.
La firmeza contra la corrupción de sus frases incluidas en un discurso muy bien construido y claro y las medidas que propone chocan también con esa realidad.
Porque si se endurece el Código Penal no sirve de nada si luego se les indulta; agilizar investigaciones no cuadra con no convocar oposiciones para curbrir plazas de fiscales y jueces o acabar con los jueces sustitutos.......
Otro punto débil más: ¿si considera una "insidia" decir que hay corrupción generalizada, por qué propone medidas tan duras y completas?
Es el peso de su palabra.
Rubalacaba ha entrado directamente al grano, intentando bajar el balón al suelo: sanidad, desahucios, paro, tasas, educación....y Bárcenas.
"No se puede gobernar pendientes de que el señor Bárcenas tenga un ataque de sinceridad", le ha dicho entrando directamente en el asunto.
El eje de su discurso es la coincidencia de una crisis moral, social y política y el reproche a Rajoy de que quiere reinventarse cuando asegura que ha gobernado orillando su programa y cuando propone abrir ahora una nueva etapa en La Moncloa."¿Quiere hacernos creer que es tan incompetente para no saber la profundidad de la crisis?", le ha dicho.
Su problema, por distintos motivos es también de credibilidad. Y la unión del problema de los dos principales líderes nos explica muchas conclusiones de todas las encuestas.
Además, poco antes de subir a la tribuna, Pere Navarro (PSC) le eclipsaba con su petición de abdicación del rey. ¿Qué podía decir Rubalcaba para superar eso? ¿Qué es más título pedir la dimisión de Rajoy o la abidicación del rey? Éste también es parte del probelma del PSOE.

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