viernes, 22 de marzo de 2013

La extorsión

Los mexicanos se asoman a otro infierno: la extorsión

El escritor y periodista Marco Lara Klahr denuncia en un libro que las víctimas de un delito en México son “abandonadas a su suerte”

Un grupo de 21 presuntos narcotraficantes detenidos por la "Policía Comunitaria" en Michoacán. / EFE

La familia de Jos, empresario de origen polaco, llegó a México en los años treinta tras huir del horror nazi. Tuvieron que pasar 70 años para que Jos decidiera emprender el viaje de vuelta. Otra vez su familia era perseguida, pero por motivos muy distintos. Unos sujetos, presuntamente miembros de Los Zetas, se presentaron a su oficina para exigirle el pago periódico de una cantidad a cambio de “seguridad”. La negativa no sería bien recibida. “Te estamos vigilando”, reza uno de los mensajes. El caso de Jos es el primero que cita el periodista mexicano Marco Lara Klahr, autor del libro Extorsión y otros círculos del infierno (Grijalbo, 2013), una exhaustiva investigación sobre un fenómeno delictivo que califica como “normalizado” en México. Jos es familiar suyo. “La extorsión tiene varias dimensiones, tiene una casi interpersonal. Hay prácticas extorsivas en la vida cotidiana, entre familiares, entre quienes prestan servicios. Y cada vez en círculos más cercanos a nosotros. Cada vez más somos los afectados”.
Lara Klahr explica que la extorsión es “común en México, tan común que muchas veces ni siquiera llama la atención”, pero subraya que el delito se ha extendido y las consecuencias que trae son mucho peores. La práctica es frecuente en varios Estados del país, entre ellos Chihuahua, Nuevo León (norte del país), Estado de México (centro) y Michoacán y Guerrero (sureste). No hay que buscar mucho para hallar historias sobre otra familia, otro empresario, otro negocio que es extorsionado. Justo el miércoles pasado, un comando no identificado incendió un bar en Los Reyes La Paz, en el Estado de México, a unos kilómetros de la capital mexicana. Tres hombres resultaron heridos, uno de ellos de gravedad. Las autoridades del municipio afirmaron este jueves que no habían recibido una denuncia por extorsión. Pero eso no es raro. Solo el 22% de las extorsiones se denuncian en México. De este porcentaje, únicamente un 3% llega a un juzgado. Los que no denuncian no lo hacen porque “es una pérdida de tiempo”, “los trámites son largos y difíciles” y tienen “desconfianza en la autoridad”, según indica una encuesta del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI). Lara Klahr tiene clara el porqué: “El extorsionado es víctima de la impunidad que propicia el Estado”.

Pregunta. Usted afirma que las víctimas de extorsión en México “están solas”, ¿por qué la certeza?
Respuesta. La única garantía que tiene una víctima de extorsión en México es que está indefenso. No espera respuestas institucionales, no hay políticas preventivas sólidas, no hay una cultura de legalidad y, además, habitualmente están implicados servidores públicos en el crimen. En los pocos casos en los que el ciudadano denuncia, además, son muy pocos [menos del 3%] los que llegan a un juzgado y es imposible saber cuántos han sido procesados. La impunidad es prácticamente absoluta. El ciudadano es abandonado a su suerte.
P. Si la autoridad está descartada, ¿qué opciones le quedan a una víctima de extorsión, entonces?
R. Unos optan por huir. Otros se defienden por su propia mano. En algunos casos la gente decide confrontar al extorsionador y aquí es que existe una alta oferta de actores institucionales para afrontar “de manera privada” estas amenazas.
P. A falta de una respuesta oficial de las autoridades, usted alude a que estas se prestan para hacer justicia al margen de la ley mediante un pago. Es decir, otra vez extorsión. Menciona el caso de un agente del Estado Mayor Presidencial que ofrece un asesinato por encargo al padre de un joven secuestrado.
R. Esto demuestra que cuando un ciudadano es víctima de extorsión, está expuesto a cometer más delitos. Es más fácil que tome la justicia por su propia mano, porque no tiene otra opción.
P. El tráfico de drogas continúa concentrando el 85% de las ganancias de los grupos criminales en México, pero también se refiere al auge de otros delitos en los territorios que dominan, ¿a qué lo atribuye?
R. La extorsión es uno entre una veintena de giros criminales —como terrorismo o lavado de dinero— de los que los carteles y las bandas de delincuencia organizada han echado mano en los últimos años. Pero lo que la distingue es que es la caja chica [dinero de bolsillo] de los grupos criminales, una garantía de un flujo de capital permanente. Por ejemplo, si llega el Ejército e interrumpe temporalmente el tráfico de drogas, es muy fácil sacar dinero de una actividad que está en la total invisibilidad.
P. En el testimonio de un policía envuelto en estas redes hace una diferencia entre el extorsionador que hace “el trabajo sucio” y los líderes de estas bandas...
R. El que cobra el dinero en la calle es el más vulnerable, el que menos dinero gana y que generalmente pertenece a un grupo social excluido. No tiene capacidad para dimensionar lo que está haciendo muchas veces. Paradójicamente, esto que parece desesperanzador da muchas pistas para políticas de prevención que, de ponerse en marcha, darían resultados.

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