Prisión contundente
La Fiscalía Anticorrupción, el juez Ruz y las autoridades suizas cercan al extesorero del PP
El ingreso en prisión sin fianza del multimillonario Luis Bárcenas se
justifica por los riesgos de fuga y destrucción o alteración de pruebas
apreciados por el juez Pablo Ruz, que no se caracteriza por actuaciones
imprudentes ni por la búsqueda del estrellato. Se acumulan las
evidencias de delitos fiscales, cohecho, blanqueo, tentativa de estafa y
falsedad en documento mercantil, aunque el detonante ha sido la
presunta venta fraudulenta de obras de arte y las sospechas de que
Bárcenas está transfiriendo dinero desde cuentas suizas a Estados Unidos
y Uruguay. Además, las responsabilidades pecuniarias por la cadena de
delitos han llevado a la fiscalía a pedir una fianza de 28 millones para
Bárcenas. Más que preguntarse por las razones que han llevado a la
cárcel al antiguo gerente y tesorero del PP, hay que interrogarse sobre
el tiempo transcurrido sin que esa medida haya sido adoptada. Bárcenas
estaba sometido hasta ayer a medidas cautelares moderadas (prohibición
de salir de España sin permiso judicial y presentación periódica),
cuando lleva cuatro años como imputado en el caso Gürtel.
El mutismo del partido gobernante sobre el encarcelamiento de su antiguo hombre de confianza no reduce un ápice la importancia de la decisión. Desde que este periódico comenzó a publicar los papeles de Bárcenas, a finales de enero pasado, el ex alto cargo y exsenador del PP fue objeto de un trato entre algodones por parte de su partido, que le estuvo pagando una “indemnización diferida” hasta el 31 de enero. En los meses posteriores, un dirigente del PP se ha permitido señalar que los jueces y la prensa han abierto una “causa general” contra su partido. No es lo que piensan personas mucho más sensatas, como Arantxa Quiroga, presidenta del PP vasco, que puso el dedo en la llaga, en presencia de Mariano Rajoy, al comparar los riesgos corridos por los militantes populares durante los años de plomo en Euskadi con la corrupción de otros.
No hay ninguna causa general contra el PP, sino la maduración de investigaciones policiales y judiciales que poco a poco desentrañan el tortuoso caso Gürtel y sus derivaciones. Hay quien piensa que el endurecimiento de las condiciones de vida para Bárcenas puede tener funestas consecuencias para su antiguo partido. En todo caso, hay que felicitarse por la creciente cooperación judicial de Estados como Suiza. Gracias a las presiones internacionales se abren grietas en el pesado secreto bancario que durante tantos años protegió a los delincuentes de cuello blanco. Bárcenas ha podido constatarlo: el desproporcionado aumento de su patrimonio, inexplicable a través de negocios o actividades lícitas, y la intrincada maraña de sociedades creada para ocultarse habrían sido imposibles de desenredar sin el trabajo minucioso de la Fiscalía Anticorrupción y del juez españoles, y sin la colaboración de las autoridades suizas.
El mutismo del partido gobernante sobre el encarcelamiento de su antiguo hombre de confianza no reduce un ápice la importancia de la decisión. Desde que este periódico comenzó a publicar los papeles de Bárcenas, a finales de enero pasado, el ex alto cargo y exsenador del PP fue objeto de un trato entre algodones por parte de su partido, que le estuvo pagando una “indemnización diferida” hasta el 31 de enero. En los meses posteriores, un dirigente del PP se ha permitido señalar que los jueces y la prensa han abierto una “causa general” contra su partido. No es lo que piensan personas mucho más sensatas, como Arantxa Quiroga, presidenta del PP vasco, que puso el dedo en la llaga, en presencia de Mariano Rajoy, al comparar los riesgos corridos por los militantes populares durante los años de plomo en Euskadi con la corrupción de otros.
No hay ninguna causa general contra el PP, sino la maduración de investigaciones policiales y judiciales que poco a poco desentrañan el tortuoso caso Gürtel y sus derivaciones. Hay quien piensa que el endurecimiento de las condiciones de vida para Bárcenas puede tener funestas consecuencias para su antiguo partido. En todo caso, hay que felicitarse por la creciente cooperación judicial de Estados como Suiza. Gracias a las presiones internacionales se abren grietas en el pesado secreto bancario que durante tantos años protegió a los delincuentes de cuello blanco. Bárcenas ha podido constatarlo: el desproporcionado aumento de su patrimonio, inexplicable a través de negocios o actividades lícitas, y la intrincada maraña de sociedades creada para ocultarse habrían sido imposibles de desenredar sin el trabajo minucioso de la Fiscalía Anticorrupción y del juez españoles, y sin la colaboración de las autoridades suizas.
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