¿Se han convertido las redes sociales en Brasil en una “tercera vía” social y política?
Este canal de comunicación es libre y espontaneo, no responde a órdenes de fuera ni de dentro
Uno de los frutos de la revuelta callejera de Brasil
está siendo el nacimiento de una especie de “tercera via” social y
política, a través de las redes sociales interesada en la defensa de
todas las minorías que no encuentran espacio en los movimiento sociales
organizados.
“Lo que estamos viendo es cómo las minorías están intentando apropiarse de la movilización social para poner en evidencia sus programas de reivindicaciones”, explica el investigador Sandro Correa, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
Ello está contribuyendo al renacer de nuevos líderes políticos y sociales anónimos, no encuadrados en partidos y sindicatos tradicionales, generalmente jóvenes, preparados intelectualmente y curtidos ya en luchas sociales. Lo que impresiona a los políticos tradicionales es la fuerza que estos nuevos líderes potenciales, a veces simples adolescentes, adquieren en las redes con una capacidad de convocatoria formidable.
La primera gran manifestación de Brasilia fue organizada por un muchacho de 17 años. Y esos líderes que aparecen a la luz empiezan a brillar no tanto por sus biografías, a veces desconocidas, sino por la importancia de las causas que reivindican y la fuerza de convicción que revelan, capaz de sacar a la calle a miles de personas de todas las edades y categorías.
Las redes sociales de las que se ha servido en Facebook estos días hasta el expresidente Lula da Silva empiezan a aparecer como una nueva institución o quinto poder como lo era hasta ahora la prensa, por ejemplo.
Este nuevo canal de comunicación entre los ciudadanos, con un pie siempre en la calle, tiene además la ventaja democrática de que no expresa a ningún gran líder global capaz de canalizar y unificar propuestas y protestas. Están pulverizadas, son libres y espontaneas, no responden a órdenes de fuera ni de dentro. Pueden hasta tener el peligro de carecer de unidad, pero también la ventaja de que nadie puede aglutinarlas ni cooptarlas.
Quizás en Brasil la fuerza de los nuevos líderes espontáneos que están produciendo las redes radique en un hecho específico. Durante los diez últimos años de hegemonía del Partido de los Trabajadores (PT) con su gran líder sindicalista Lula en el poder, los grandes movimientos sociales de masa y los mismos sindicatos y movimientos estudiantiles, que en los Gobiernos anteriores se habían fortalecido en la oposición al Ejecutivo y eran los grandes líderes que sacaban a la gente a la calle, acabaron formando parte de los Gobiernos progresistas, primero de Lula y después de Dilma Rousseff.
Pasaron a ser el brazo derecho del Gobierno que los integró en sus instituciones de poder.
Si ello, por un lado supuso un refuerzo importante para el Gobierno, al mismo tiempo les despojó de su innata fuerza de contestación, apareciendo ante la sociedad como cadenas de transmisión del poder más que espejo de las inquietudes y reivindicaciones de la calle.
Lo ha recordado en el diario O Globo, Leonardo Barreto, analista político de la Universidad de Brasilia: “La cooptación política de los canales tradicionales de las minorías como sindicatos y movimientos sociales han convertido a las redes sociales en el canal de reivindicaciones de las minorías”, afirma.
Todo esto puede llevar a ese nuevo sujeto político de las redes, con sus ambigüedades y problemas, a abrir el camino para una “tercera vía” política que podría en el futuro adoptar algún líder no tradicional, como por ejemplo la ecologista Marina Silva, que ya disputó en 2010 las presidenciales con Dilma Rousseff consiguiendo entonces más de 20 millones de votos. Silva conecta hoy mucho más con ese nuevo sujeto de las redes sociales que se mueven más bien en el mundo de la pospolítica, que cualquier otro líder político tradicional.
Esa tercera vía sería una nueva forma de dialogar con los anhelos de una sociedad cuya conciencia social y política está creciendo, pero que se siente desilusionada con la política clásica de unos partidos que dan la impresión de estar más interesados en los problemas internos de los mismos y con afianzarse en el poder, que en los gritos reivindicativos de la sociedad sin voz.
Una demostración de la fuerza que están adquiriendo las redes sociales lo revela la llamada hecha por el músico Felipe Chamone, cantor de rap y productor de shows que el domingo consiguió la adhesión de 700.000 personas para la convocación de una huelga general.
“Lo que estamos viendo es cómo las minorías están intentando apropiarse de la movilización social para poner en evidencia sus programas de reivindicaciones”, explica el investigador Sandro Correa, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
Ello está contribuyendo al renacer de nuevos líderes políticos y sociales anónimos, no encuadrados en partidos y sindicatos tradicionales, generalmente jóvenes, preparados intelectualmente y curtidos ya en luchas sociales. Lo que impresiona a los políticos tradicionales es la fuerza que estos nuevos líderes potenciales, a veces simples adolescentes, adquieren en las redes con una capacidad de convocatoria formidable.
La primera gran manifestación de Brasilia fue organizada por un muchacho de 17 años. Y esos líderes que aparecen a la luz empiezan a brillar no tanto por sus biografías, a veces desconocidas, sino por la importancia de las causas que reivindican y la fuerza de convicción que revelan, capaz de sacar a la calle a miles de personas de todas las edades y categorías.
Las redes sociales de las que se ha servido en Facebook estos días hasta el expresidente Lula da Silva empiezan a aparecer como una nueva institución o quinto poder como lo era hasta ahora la prensa, por ejemplo.
Este nuevo canal de comunicación entre los ciudadanos, con un pie siempre en la calle, tiene además la ventaja democrática de que no expresa a ningún gran líder global capaz de canalizar y unificar propuestas y protestas. Están pulverizadas, son libres y espontaneas, no responden a órdenes de fuera ni de dentro. Pueden hasta tener el peligro de carecer de unidad, pero también la ventaja de que nadie puede aglutinarlas ni cooptarlas.
Quizás en Brasil la fuerza de los nuevos líderes espontáneos que están produciendo las redes radique en un hecho específico. Durante los diez últimos años de hegemonía del Partido de los Trabajadores (PT) con su gran líder sindicalista Lula en el poder, los grandes movimientos sociales de masa y los mismos sindicatos y movimientos estudiantiles, que en los Gobiernos anteriores se habían fortalecido en la oposición al Ejecutivo y eran los grandes líderes que sacaban a la gente a la calle, acabaron formando parte de los Gobiernos progresistas, primero de Lula y después de Dilma Rousseff.
Pasaron a ser el brazo derecho del Gobierno que los integró en sus instituciones de poder.
Si ello, por un lado supuso un refuerzo importante para el Gobierno, al mismo tiempo les despojó de su innata fuerza de contestación, apareciendo ante la sociedad como cadenas de transmisión del poder más que espejo de las inquietudes y reivindicaciones de la calle.
Lo ha recordado en el diario O Globo, Leonardo Barreto, analista político de la Universidad de Brasilia: “La cooptación política de los canales tradicionales de las minorías como sindicatos y movimientos sociales han convertido a las redes sociales en el canal de reivindicaciones de las minorías”, afirma.
Todo esto puede llevar a ese nuevo sujeto político de las redes, con sus ambigüedades y problemas, a abrir el camino para una “tercera vía” política que podría en el futuro adoptar algún líder no tradicional, como por ejemplo la ecologista Marina Silva, que ya disputó en 2010 las presidenciales con Dilma Rousseff consiguiendo entonces más de 20 millones de votos. Silva conecta hoy mucho más con ese nuevo sujeto de las redes sociales que se mueven más bien en el mundo de la pospolítica, que cualquier otro líder político tradicional.
Esa tercera vía sería una nueva forma de dialogar con los anhelos de una sociedad cuya conciencia social y política está creciendo, pero que se siente desilusionada con la política clásica de unos partidos que dan la impresión de estar más interesados en los problemas internos de los mismos y con afianzarse en el poder, que en los gritos reivindicativos de la sociedad sin voz.
Una demostración de la fuerza que están adquiriendo las redes sociales lo revela la llamada hecha por el músico Felipe Chamone, cantor de rap y productor de shows que el domingo consiguió la adhesión de 700.000 personas para la convocación de una huelga general.
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