Un parche para los ‘descolgados’ del sistema universitario en México
Entre 100.000 y 200.000 personas son rechazadas cada año en las pruebas de acceso a universidades públicas
El Gobierno anuncia 36.000 plazas extra, pero la mayoría son para carreras a distancia
Cada mes de julio, los mismos disgustos. Entre 100.000 y 200.000
personas se quedan fuera del sistema universitario público en México
cada año. La Universidad Nacional Autónoma de México,
la más grande y una de las más prestigiosas del país, rechaza al 90% de
los que quieren entrar. El problema se repite desde hace años. En plena
campaña de reformas educativas del presidente Enrique Peña Nieto, esta vez la Secretaría de Educación Superior (SEP)
ha anunciado la creación de 36.376 nuevas plazas, pero muchos no han
reaccionado con entusiasmo: la inmensa mayoría son para estudiar a
distancia, un sistema que todavía no acaba de arrancar en México.
La explicación de las aplastantes cifras de rechazo la UNAM está en el sistema de acceso directo, por el que mayoría de estos futuros universitarios han cursado la ‘prepa’ (el bachillerato) en centros de la universidad. Estas instituciones propias educan a 112.000 jóvenes que acabarán, sin exámenes, en el centro de educación superior más grande de Latinoamérica. El resto tendrá que hacer exámenes para todas las carreras y universidades a las que quiera optar. Que entre o no dependerá del cupo: Medicina en la UNAM, una de las más complicadas, exige una calificación de 111 sobre 120 puntos en la prueba de acceso.
El problema tiene dimensiones gigantescas, aunque el dato de los rechazados es confuso: unas cien mil al año según la SEP, el doble según colectivos como el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES) y un punto intermedio según algunos expertos.
Para los afectados y parte de la comunidad educativa, la propuesta de la Secretaría de Educación se queda en mero parche en un sistema que sufre problemas estructurales. “Una tomada de pelo y una declaración política”, opina Alma Maldonado, investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas Cinvestav. Para empezar, apunta, las 36.376 ‘nuevas’ plazas tienen su letra pequeña: solo 8.212 de ellas serán presenciales, pese a que esta es la modalidad preferida por los alumnos. Otras 22.894, a distancia, estarán “en carreras innovadoras” para la SEP, como Matemáticas, Biotecnología, Desarrollo de Software, Mercadotecnia Internacional, Energías Renovables, Gestión y Administración de Pequeñas y Medianas Empresas y Administración de Empresas Turísticas.
El sistema de enseñanza no presencial todavía es testimonial en México: unas 50.000 personas estudian en la Universidad Abierta y a Distancia de México (UNAD) creada en la última etapa del sexenio del expresidente Felipe Calderón. “La universidad a distancia requiere un perfil particular como estudiante. Además, en general no hay mucho reconocimiento a nivel social. No se ve como una opción seria”, señala Alma Maldonado. “Cuando crearon la UNAD dijeron que aspiraban a una capacidad de 125.000. Hay menos de la mitad de alumnos. Ahora ofrecen unos 22.000 lugares para intentar llegar a algo más de la mitad”, pone como ejemplo.
“No hay oferta nueva”, denuncia Atzelbi Hernández, estudiante de la UNAM y miembro del colectivo MAES, que protesta cada año cuando las listas de admitidos se hacen públicos. “El anuncio de los 8.000 supuestos lugares en instituciones públicas presenciales, al final, casi con letras chiquitas, dice que incluyen el subsistema tecnológico (universidades tecnológicas, politécnicas e institutos tecnológicos). Para nosotros, y de acuerdo con la Constitución, estas no son universidades, que deben dedicarse a la docencia, la investigación y la difusión. Son centros de adiestramiento laboral para para proveer de mano de obra barata”, critica. “La UNAD no ofrece la carrera de Medicina, pero sí la de Técnico Superior Universitario en Urgencias Médicas; no existe Arquitectura ni Urbanismo, pero sí Logística y Transporte y Seguridad Pública; no hablemos de Artes, Historia o Ciencias Políticas”, señala el movimiento en un comunicado.
Uno de los problemas que enfrenta el sistema educativo es de infraestructuras. Hace casi 40 años que no se construyen universidades en área metropolitana, exceptuando la UACM, fundada en 2001 y de la que han salido unos 450 graduados desde entonces, aunque este año promete licenciar a 400. Para intentar absorber a los estudiantes, “se satura a las universidades existentes”, asegura Manuel Gil, profesor del Colegio de México, que afirma que las universidades públicas han creado unos 50.000 lugares en los últimos diez años.
Además, “se permite un mercado educativo sin regulación para aflojar la fuerza de la demanda”, subraya Manuel Gil. Hay familias que pagan lo que pueden para llevar a sus hijos a la universidad y que sea el primero de la familia en ser doctor o abogado. “Muchos de los que no encuentran lugar encuentran sitio en instituciones mercantiles, sobre todo las que no tienen calidad suficiente pero ofrecen cuotas menos altas que las de élite. El mercado privado es multimillonario. Hoy en México tres de cada 10 estudiantes están en un centro privado. Y de ellos, al menos el 25% asiste a pequeños negocios que pasan por ser universidades y no lo son. La autoridad educativa, para lavarse las manos, autoriza a establecimientos que no cumplen las mínimas condiciones. Supuestas universidades en un sexto piso encima de un sex shop, por ejemplo”, apunta.
Con el programa de la SEP, otros 5.270 estudiantes rechazados acabarán en instituciones privadas pagando “una colegiatura especial” de mil pesos mensuales.
"Para las universidades de gran demanda no hay una solución simple. Es imposible para la universidad brindar un lugar escolarizado a todos los que buscan ingresar. La universidad nacional tiene el dilema además de que abrir más plazas implicaría reflexionar sobre aceptar sin requisitos de selectividad a los egresados”, señala Roberto Hernández, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Mientras tanto, y aparte de este programa con 36.000 plazas, de carácter excepcional, el Gobierno de Peña Nieto ha prometido una cobertura de estudios superiores del 40% al final de su mandato. Necesitaría crear un millón de plazas en el sexenio, más de 150.000 al año. Todo el sistema de educación superior en México ocupa a tres millones de estudiantes, una posición baja respecto a la OCDE, pero a la par que Brasil en el ránking de países de más de 100 millones de habitantes.
La explicación de las aplastantes cifras de rechazo la UNAM está en el sistema de acceso directo, por el que mayoría de estos futuros universitarios han cursado la ‘prepa’ (el bachillerato) en centros de la universidad. Estas instituciones propias educan a 112.000 jóvenes que acabarán, sin exámenes, en el centro de educación superior más grande de Latinoamérica. El resto tendrá que hacer exámenes para todas las carreras y universidades a las que quiera optar. Que entre o no dependerá del cupo: Medicina en la UNAM, una de las más complicadas, exige una calificación de 111 sobre 120 puntos en la prueba de acceso.
El problema tiene dimensiones gigantescas, aunque el dato de los rechazados es confuso: unas cien mil al año según la SEP, el doble según colectivos como el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES) y un punto intermedio según algunos expertos.
Para los afectados y parte de la comunidad educativa, la propuesta de la Secretaría de Educación se queda en mero parche en un sistema que sufre problemas estructurales. “Una tomada de pelo y una declaración política”, opina Alma Maldonado, investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas Cinvestav. Para empezar, apunta, las 36.376 ‘nuevas’ plazas tienen su letra pequeña: solo 8.212 de ellas serán presenciales, pese a que esta es la modalidad preferida por los alumnos. Otras 22.894, a distancia, estarán “en carreras innovadoras” para la SEP, como Matemáticas, Biotecnología, Desarrollo de Software, Mercadotecnia Internacional, Energías Renovables, Gestión y Administración de Pequeñas y Medianas Empresas y Administración de Empresas Turísticas.
El sistema de enseñanza no presencial todavía es testimonial en México: unas 50.000 personas estudian en la Universidad Abierta y a Distancia de México (UNAD) creada en la última etapa del sexenio del expresidente Felipe Calderón. “La universidad a distancia requiere un perfil particular como estudiante. Además, en general no hay mucho reconocimiento a nivel social. No se ve como una opción seria”, señala Alma Maldonado. “Cuando crearon la UNAD dijeron que aspiraban a una capacidad de 125.000. Hay menos de la mitad de alumnos. Ahora ofrecen unos 22.000 lugares para intentar llegar a algo más de la mitad”, pone como ejemplo.
“No hay oferta nueva”, denuncia Atzelbi Hernández, estudiante de la UNAM y miembro del colectivo MAES, que protesta cada año cuando las listas de admitidos se hacen públicos. “El anuncio de los 8.000 supuestos lugares en instituciones públicas presenciales, al final, casi con letras chiquitas, dice que incluyen el subsistema tecnológico (universidades tecnológicas, politécnicas e institutos tecnológicos). Para nosotros, y de acuerdo con la Constitución, estas no son universidades, que deben dedicarse a la docencia, la investigación y la difusión. Son centros de adiestramiento laboral para para proveer de mano de obra barata”, critica. “La UNAD no ofrece la carrera de Medicina, pero sí la de Técnico Superior Universitario en Urgencias Médicas; no existe Arquitectura ni Urbanismo, pero sí Logística y Transporte y Seguridad Pública; no hablemos de Artes, Historia o Ciencias Políticas”, señala el movimiento en un comunicado.
Uno de los problemas que enfrenta el sistema educativo es de infraestructuras. Hace casi 40 años que no se construyen universidades en área metropolitana, exceptuando la UACM, fundada en 2001 y de la que han salido unos 450 graduados desde entonces, aunque este año promete licenciar a 400. Para intentar absorber a los estudiantes, “se satura a las universidades existentes”, asegura Manuel Gil, profesor del Colegio de México, que afirma que las universidades públicas han creado unos 50.000 lugares en los últimos diez años.
Además, “se permite un mercado educativo sin regulación para aflojar la fuerza de la demanda”, subraya Manuel Gil. Hay familias que pagan lo que pueden para llevar a sus hijos a la universidad y que sea el primero de la familia en ser doctor o abogado. “Muchos de los que no encuentran lugar encuentran sitio en instituciones mercantiles, sobre todo las que no tienen calidad suficiente pero ofrecen cuotas menos altas que las de élite. El mercado privado es multimillonario. Hoy en México tres de cada 10 estudiantes están en un centro privado. Y de ellos, al menos el 25% asiste a pequeños negocios que pasan por ser universidades y no lo son. La autoridad educativa, para lavarse las manos, autoriza a establecimientos que no cumplen las mínimas condiciones. Supuestas universidades en un sexto piso encima de un sex shop, por ejemplo”, apunta.
Con el programa de la SEP, otros 5.270 estudiantes rechazados acabarán en instituciones privadas pagando “una colegiatura especial” de mil pesos mensuales.
"Para las universidades de gran demanda no hay una solución simple. Es imposible para la universidad brindar un lugar escolarizado a todos los que buscan ingresar. La universidad nacional tiene el dilema además de que abrir más plazas implicaría reflexionar sobre aceptar sin requisitos de selectividad a los egresados”, señala Roberto Hernández, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Mientras tanto, y aparte de este programa con 36.000 plazas, de carácter excepcional, el Gobierno de Peña Nieto ha prometido una cobertura de estudios superiores del 40% al final de su mandato. Necesitaría crear un millón de plazas en el sexenio, más de 150.000 al año. Todo el sistema de educación superior en México ocupa a tres millones de estudiantes, una posición baja respecto a la OCDE, pero a la par que Brasil en el ránking de países de más de 100 millones de habitantes.
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