En México hay pueblos donde llega la Coca-Cola pero no la leche”
En una entrevista con EL PAÍS, la secretaria de Desarrollo Social de México habla sobre la Cruzada contra el Hambre, sus ventajas y sus limitaciones
Rosario Robles (Ciudad de México, 1956) ha cruzado varias fronteras a
lo largo de su carrera política, las que llevan del éxito al escándalo,
del ostracismo al primer plano, pero siempre activa y siempre polémica.
Fundadora del Partido de la Revolución Democrática (PRD), mano derecha
de Cuauhtémoc Cárdenas cuando éste fue jefe del Gobierno del DF, jefa de
Gobierno ella misma desde 1999 a 2000, impulsora de la legalización del
aborto en la capital mexicana y partidaria durante un tiempo de Andrés
Manuel López Obrador, su estrella comenzó a apagarse tras verse envuelta
en el famoso caso de financiación ilegal del PRD conocido como los videoescándalos, que le llevó a abandonar su partido en 2004.
Parecía un fin de trayecto para esta economista hasta que unió su suerte a la del entonces candidato Enrique Peña Nieto, que ya como presidente la nombró secretaria de Desarrollo Social (Sedesol) con una misión: poner en marcha la llamada Cruzada Nacional contra el Hambre, un ambicioso programa social basado en el proyecto Hambre Cero del presidente Lula en Brasil para acabar con la desnutrición de 7,4 millones de mexicanos repartidos en unos 400 municipios. A la izquierda le faltó tiempo para rasgarse las vestiduras: ¡la antigua progresista se pasaba al conservadurismo autoritario del PRI!
“No soy priista”, se justifica. “Creo en Peña Nieto, en esta nueva generación del PRI, comprometida con una nueva forma de gobernar, que tiene una visión completamente diferente a la del pasado. Se está poniendo en el centro de la acción pública el tema social, la pobreza y la desigualdad. Es una nueva forma de gobernar. Se están tocando intereses hasta ahora intocables y recuperando la rectoría del Estado. Y sigo siendo una mujer de la izquierda”.
En abril su nombre volvía a estar en ojo del huracán: el Partido Acción Nacional (PAN, centro derecha) descubría el uso de fondos de programas sociales para fines electorales en el Estado de Veracruz. El nuevo escándalo, cuando México se preparaba para las elecciones regionales y municipales del próximo 7 de julio en 14 Estados, no la arredró. El carácter de quien una vez dijo “tengo las faldas bien puestas” y las palabras de Peña Nieto –“Rosario, no te preocupes”- tuvieron efectos mágicos. Rodaron las cabezas de algunos funcionarios, pero Rosario Robles salvó la suya.
¿Sobrevivirá también el plan? “La Cruzada contra el Hambre no ha muerto” asegura en entrevista con EL PAÍS, pero reconoce que la campaña ha sido suspendida en 14 Estados por el proceso electoral y las insistentes denuncias del PAN. “¿Cómo va a estar muerta con las necesidades que tiene la gente? ¡Hombre! Una cosa es el ruido político y otra cosa es que el partido está en la cancha, y ahí es donde se gana o se pierde, y tiene que ver con el hambre. En Oaxaca estábamos trabajando en 123 municipios, pero ahora se ha parado. Los retomaremos el 8 de julio y mientras seguimos en los otros 18 Estados”
P. ¿Pero está suspendida?
R. La SEDESOL bajó la ventanilla en 14 estados.
P. Dígale eso a los pobres de esos 14 estados. Primero voten y luego coman.
R. Claro, no pues bueno, que se lo digan los del Pacto por México [el acuerdo entre el Gobierno del PRI y los principales partidos].
Su seguridad no disipa las dudas sobre si en muchos pueblos se llenarán antes las urnas que las barrigas. Y México no puede esperar. Los datos alarman. La secretaria afirma que “la pobreza, sobre todo, la que corresponde a carencia de alimentos, ha crecido entre 2008-2011, cuando se disparó por la crisis y la subida del precio de los alimentos. Se calcula que en 2011, 11.000 personas murieron por desnutrición en este país, lo que significa que un mexicano muere cada hora por esta causa”.
Rosario Robles admite que el ambicioso programa del Gobierno del PRI aún está en pañales y cuando se le pide que fije metas responde que “estamos hablando de rescatar a millones de esta condición”. Estos primeros seis meses del año se han ido en lo que llama la construcción del “andamiaje institucional”, es decir en la titánica tarea de coordinar la Cruzada contra el Hambre a nivel federal, estatal y municipal. En otras palabras, poner orden a 2.500 programas “que se aplican de manera dispersa”. Un proceso lento en el que ha habido avances –ha creado un ejército de 10.000 jóvenes que visitan los pueblos para identificar adecuadamente a los beneficiarios de las ayudas-. Pero el plan ha tenido sonados tropiezos como en el Distrito Federal, la ciudad que llegó a gobernar cuando era perredista; ahí el recelo de sus antiguos compañeros ha provocado que la entidad apenas comience a firmar los acuerdos-marco.
P. Sorprende que en el DF no se pueda sentar a negociar con las autoridades de la ciudad.
R. Bueno, pues eso habrá que preguntárselo a los del DF. ¿Por qué tienen tanto miedo?
P. ¿Por qué?
R. Pues no sé, ya se van a hacer las mesas técnicas, y ya nosotros les hemos dado todas las garantías de que el programa se blindará para evitar cualquier uso de carácter electoral, como lo estamos haciendo en todos los Estados. Nuestra pretensión es que se blinden todos los programas sociales no solo los del Gobierno federal, y en esta lógica que se blinde la Cruzada Nacional contra el Hambre en la Ciudad de México y estén al margen de cualquier uso político electoral.
Al llegar al cargo, afirma, se encontró con que no existían instituciones trabajando sobre el terreno y que abundaban las duplicidades ineficientes. “Uno de los problemas a los que nos hemos enfrentado es a la ausencia total de instituciones en el ámbito territorial. La política de transferencias monetarias las desmanteló. La política social se ha convertido simplemente en una transferencia individualizada, incluso ya hasta despersonalizada, y esto ha llevado a un desmantelamiento de las instituciones”.
Asegura que ya se tienen comisiones trabajando para aplicar el programa en 391 municipios de los 400 previstos, lo que incluye acuerdos con 30 gobernadores, pero su intención y su ambición es construir “un sistema integral y único de programas sociales para todo el país” y, lo que es más importante, contar con “un padrón único de beneficiarios”. “Esa es la tarea. Está el compromiso. Vamos a construir el padrón. Lograrlo sería fantástico”. Ese listado nunca se ha podido hacer por los recelos entre los gobernadores y el Gobierno federal. Para conseguirlo Robles confía en una bala de plata: que el Pacto de México imponga el compromiso de lograr que los mexicanos más pobres coman tres veces al día y tengan las debidas oportunidades le pese a quien le pese. El aparato burocrático, dice, “es como un elefante al que hay que patear y patear para lograr que medio se mueva, y a veces sientes impotencia y quisieras que la actuación fuera mucho más rápida”.
Otros dos fenómenos conspiran también contra de la Cruzada: México continúa su escalada demográfica –se calcula que la población ha pasado de 112 millones en 2010 a 118 actualmente-, lo que puede dejar muy cortos los resultados del programa incluso en el caso de tener éxito; y por otra parte está el reto de la obesidad, una trágica paradoja en un país con casi un 50% de pobres y el récord mundial en número de obesos. “En México hay pueblos donde la Coca-Cola llega pero no la leche”, reconoce la secretaria. La Sedesol ha puesto en marcha una campaña contra los productos chatarra (comida basura), pero también ha llegado a acuerdos con compañías de refrescos y otras del sector de la alimentación (Pepsi Co. y Nestlé) para que se sumen a la cruzada. Una decisión polémica que ya ha suscitado fuertes críticas. Ante ellas, responde: “Estas empresas se han sumado hasta ahorita a investigar sobre una galleta nutritiva, vamos a ver qué pasa. Claro que es polémico, pero lo que sí quiero aclarar es que es a cambio de nada”.
Otros programas asistenciales fracasaron en el pasado. ¿Qué hace que este sea diferente? Rosario Robles contesta sin asomo de duda: “Esta es una política social vinculada a la política económica. México tiene que crecer más y mejorar la distribución de los ingresos. El gran reto que nos proponemos es la inclusión, la democratización productiva, la generación de créditos y la creación de incentivos para detonar la productividad y el consumo local”. Para ver los resultados, esto sí, habrá que esperar seis años.
Parecía un fin de trayecto para esta economista hasta que unió su suerte a la del entonces candidato Enrique Peña Nieto, que ya como presidente la nombró secretaria de Desarrollo Social (Sedesol) con una misión: poner en marcha la llamada Cruzada Nacional contra el Hambre, un ambicioso programa social basado en el proyecto Hambre Cero del presidente Lula en Brasil para acabar con la desnutrición de 7,4 millones de mexicanos repartidos en unos 400 municipios. A la izquierda le faltó tiempo para rasgarse las vestiduras: ¡la antigua progresista se pasaba al conservadurismo autoritario del PRI!
“No soy priista”, se justifica. “Creo en Peña Nieto, en esta nueva generación del PRI, comprometida con una nueva forma de gobernar, que tiene una visión completamente diferente a la del pasado. Se está poniendo en el centro de la acción pública el tema social, la pobreza y la desigualdad. Es una nueva forma de gobernar. Se están tocando intereses hasta ahora intocables y recuperando la rectoría del Estado. Y sigo siendo una mujer de la izquierda”.
En abril su nombre volvía a estar en ojo del huracán: el Partido Acción Nacional (PAN, centro derecha) descubría el uso de fondos de programas sociales para fines electorales en el Estado de Veracruz. El nuevo escándalo, cuando México se preparaba para las elecciones regionales y municipales del próximo 7 de julio en 14 Estados, no la arredró. El carácter de quien una vez dijo “tengo las faldas bien puestas” y las palabras de Peña Nieto –“Rosario, no te preocupes”- tuvieron efectos mágicos. Rodaron las cabezas de algunos funcionarios, pero Rosario Robles salvó la suya.
¿Sobrevivirá también el plan? “La Cruzada contra el Hambre no ha muerto” asegura en entrevista con EL PAÍS, pero reconoce que la campaña ha sido suspendida en 14 Estados por el proceso electoral y las insistentes denuncias del PAN. “¿Cómo va a estar muerta con las necesidades que tiene la gente? ¡Hombre! Una cosa es el ruido político y otra cosa es que el partido está en la cancha, y ahí es donde se gana o se pierde, y tiene que ver con el hambre. En Oaxaca estábamos trabajando en 123 municipios, pero ahora se ha parado. Los retomaremos el 8 de julio y mientras seguimos en los otros 18 Estados”
P. ¿Pero está suspendida?
R. La SEDESOL bajó la ventanilla en 14 estados.
P. Dígale eso a los pobres de esos 14 estados. Primero voten y luego coman.
R. Claro, no pues bueno, que se lo digan los del Pacto por México [el acuerdo entre el Gobierno del PRI y los principales partidos].
Su seguridad no disipa las dudas sobre si en muchos pueblos se llenarán antes las urnas que las barrigas. Y México no puede esperar. Los datos alarman. La secretaria afirma que “la pobreza, sobre todo, la que corresponde a carencia de alimentos, ha crecido entre 2008-2011, cuando se disparó por la crisis y la subida del precio de los alimentos. Se calcula que en 2011, 11.000 personas murieron por desnutrición en este país, lo que significa que un mexicano muere cada hora por esta causa”.
Rosario Robles admite que el ambicioso programa del Gobierno del PRI aún está en pañales y cuando se le pide que fije metas responde que “estamos hablando de rescatar a millones de esta condición”. Estos primeros seis meses del año se han ido en lo que llama la construcción del “andamiaje institucional”, es decir en la titánica tarea de coordinar la Cruzada contra el Hambre a nivel federal, estatal y municipal. En otras palabras, poner orden a 2.500 programas “que se aplican de manera dispersa”. Un proceso lento en el que ha habido avances –ha creado un ejército de 10.000 jóvenes que visitan los pueblos para identificar adecuadamente a los beneficiarios de las ayudas-. Pero el plan ha tenido sonados tropiezos como en el Distrito Federal, la ciudad que llegó a gobernar cuando era perredista; ahí el recelo de sus antiguos compañeros ha provocado que la entidad apenas comience a firmar los acuerdos-marco.
P. Sorprende que en el DF no se pueda sentar a negociar con las autoridades de la ciudad.
R. Bueno, pues eso habrá que preguntárselo a los del DF. ¿Por qué tienen tanto miedo?
P. ¿Por qué?
R. Pues no sé, ya se van a hacer las mesas técnicas, y ya nosotros les hemos dado todas las garantías de que el programa se blindará para evitar cualquier uso de carácter electoral, como lo estamos haciendo en todos los Estados. Nuestra pretensión es que se blinden todos los programas sociales no solo los del Gobierno federal, y en esta lógica que se blinde la Cruzada Nacional contra el Hambre en la Ciudad de México y estén al margen de cualquier uso político electoral.
Al llegar al cargo, afirma, se encontró con que no existían instituciones trabajando sobre el terreno y que abundaban las duplicidades ineficientes. “Uno de los problemas a los que nos hemos enfrentado es a la ausencia total de instituciones en el ámbito territorial. La política de transferencias monetarias las desmanteló. La política social se ha convertido simplemente en una transferencia individualizada, incluso ya hasta despersonalizada, y esto ha llevado a un desmantelamiento de las instituciones”.
Asegura que ya se tienen comisiones trabajando para aplicar el programa en 391 municipios de los 400 previstos, lo que incluye acuerdos con 30 gobernadores, pero su intención y su ambición es construir “un sistema integral y único de programas sociales para todo el país” y, lo que es más importante, contar con “un padrón único de beneficiarios”. “Esa es la tarea. Está el compromiso. Vamos a construir el padrón. Lograrlo sería fantástico”. Ese listado nunca se ha podido hacer por los recelos entre los gobernadores y el Gobierno federal. Para conseguirlo Robles confía en una bala de plata: que el Pacto de México imponga el compromiso de lograr que los mexicanos más pobres coman tres veces al día y tengan las debidas oportunidades le pese a quien le pese. El aparato burocrático, dice, “es como un elefante al que hay que patear y patear para lograr que medio se mueva, y a veces sientes impotencia y quisieras que la actuación fuera mucho más rápida”.
Otros dos fenómenos conspiran también contra de la Cruzada: México continúa su escalada demográfica –se calcula que la población ha pasado de 112 millones en 2010 a 118 actualmente-, lo que puede dejar muy cortos los resultados del programa incluso en el caso de tener éxito; y por otra parte está el reto de la obesidad, una trágica paradoja en un país con casi un 50% de pobres y el récord mundial en número de obesos. “En México hay pueblos donde la Coca-Cola llega pero no la leche”, reconoce la secretaria. La Sedesol ha puesto en marcha una campaña contra los productos chatarra (comida basura), pero también ha llegado a acuerdos con compañías de refrescos y otras del sector de la alimentación (Pepsi Co. y Nestlé) para que se sumen a la cruzada. Una decisión polémica que ya ha suscitado fuertes críticas. Ante ellas, responde: “Estas empresas se han sumado hasta ahorita a investigar sobre una galleta nutritiva, vamos a ver qué pasa. Claro que es polémico, pero lo que sí quiero aclarar es que es a cambio de nada”.
Otros programas asistenciales fracasaron en el pasado. ¿Qué hace que este sea diferente? Rosario Robles contesta sin asomo de duda: “Esta es una política social vinculada a la política económica. México tiene que crecer más y mejorar la distribución de los ingresos. El gran reto que nos proponemos es la inclusión, la democratización productiva, la generación de créditos y la creación de incentivos para detonar la productividad y el consumo local”. Para ver los resultados, esto sí, habrá que esperar seis años.
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