viernes, 26 de octubre de 2012

Añoranzas seniles.

Añoranzas seniles
José Cueli
Añoranza brutal de ti, deseo angustiante de fusión que nunca ha existido. Dolor que me desorganiza ante tu ausencia. Sólo tú eres importante y valiosa. En ti coloqué mis recuerdos, placeres pasados, representaciones, deseos, experiencias de vida. Todo espontáneamente. Espontaneidad que se ha perdido con todas sus chispas divinas, fragmentos de luz que nos tienen concentrados en el fuego del deseo.
Añoranza enloquecedora que desgarra pero me gusta, lentamente me gusta cada vez más, tanto que busco la manera de estimular tú ausencia, de perderte, para acelerar mi añoranza, máscara de ese deseo, origen sin origen de la primera pérdida, creando poco a poco desapegos, espacios en los que brota el deseo intenso, salvaje, máxime en esta época en que el mundo ya perdió sus encantos, está desencantado, y hasta la anunciada y temida guerra contra el narco resulta patética, pese a haberse enviado al espacio inencontrable a miles de mexicanos que dejan viudas y niños huérfanos.
Añoranza de conservar el fuego de esa primera mañana en que, desconocida, te me apareciste y de golpe te volviste lo único importante, como luz que surgió en medio de la noche, y en que apare-cías, desaparecías, te agrandabas, desaparecías de nuevo, en un fondo de oscuridad.
Y sin embargo no sé si existías o no, si eras pura imaginación, pero te veía bellísima, y no sé si vivo una alucinación enloquecedora y terrorífica que tengo que estimular, una y otra vez, con las ausencias.
No sé si me amas, no sé sí si seguirás pareciéndome infinitamente preferible a cualquier otra cosa. Pero en este momento en que la escritura es huella de la huella, de la archihuella, de ese espacio inasible, inatrapable que se me va, nada compite contigo. Sólo existes tú en te angustia de las ausencias.
Añoranza de ese espacio que estimulo con tu ausencia, en que dependo totalmente de ti, para adueñarme de tu poder, internalizándote, convirtiéndome en el torturador y opresor de mí mismo, sin esperanza de ir más allá, creando un vacío que es anhelo torturante de valores que no existen, sólo crueldad, pero que ya internalizados nos convierten en los torturadores y opresores de sí mismos.
Desdoblamiento entre tu ausencia y la ignorancia de saber si existes o eres producto de mi imagen móvil (diferente a la quieta, quietecita) experiencia ya integrada de lo perdido, con lo inexistente, en que mi deseo insatisfecho, siempre insatisfecho, es experiencia inmediata, porque tú fuiste deseada contra un poder lejano que me llevaba a redesearte en tal forma que desde que te vi no hubo elección, sino necesidad; eras producto de mi memoria, precipitado de innumerables huellas que se abrían paso y evitaba se diluyeran con nuevas ausencias que se tornan pérdidas. Ya que el paso del tiempo, el cambio de circunstancias, la jerarquización operada contigo, no puede ser reajustada, más que con nuevas ausencias, fustigadoras del deseo, añoranza enloquecedora, paso al dolor desorganizador, alma de la naturaleza humana, preferible al vacío, a la...

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