El PP ve salvado el peor momento
Rajoy logró lanzar al menos a los suyos un mensaje claro: no piensa dimitir, está dispuesto a resistir lo que haga falta
Hace casi dos semanas, el viernes 8, Mariano Rajoy volvió de una intensa cumbre en Bruselas. Desde entonces, y pese a que el escándalo del caso Bárcenas
ocupa muchas de sus horas, el presidente, casi sin agenda oficial, ha
tenido bastante tiempo para concentrarse en un momento clave de la
legislatura: su primer debate del estado de la nación.
Rajoy llegaba ayer al Congreso en las peores condiciones posibles: con casi seis millones de parados, una situación económica que no para de empeorar, y el mayor escándalo de corrupción que jamás ha afectado al PP tocando directamente a la puerta de La Moncloa. Rajoy y su equipo se prepararon a conciencia para sobrevivir a un debate difícil, en el momento más bajo de su credibilidad. Y esa preparación, según el análisis extendido incluso entre los más escépticos diputados del PP, dio sus frutos. Porque el presidente, sobre todo gracias a un discurso muy trabajado y con medidas novedosas contra la corrupción —aunque sin ninguna explicación de los escándalos que acosan a su partido— logró lanzar al menos a los suyos un mensaje claro, el que más le interesaba: no piensa dimitir, va a aguantar, está dispuesto a resistir lo que haga falta. “El PP va a estar cuatro años gobernando porque para eso nos votaron”, llegó a contestarle a Alfredo Pérez Rubalcaba en un mensaje pensado para su partido, para los barones territoriales, para los empresarios, para todos los que puedan pensar que Rajoy políticamente está muerto.
El PP se quedó satisfecho al ver que Rajoy lograba salvar el debate en su peor momento y no se hundía en el lodo de la corrupción, como muchos temían. Muchos populares estaban sorprendidos porque Rubalcaba no hizo tanta sangre con el caso Bárcenas como temían, y además ni siquiera citó a Ana Mato. La Moncloa esperaba un ataque más frontal. De hecho, en la primera réplica, que llevaba muy estudiada antes de llegar al Congreso, Rajoy fue brutal contra el líder del PSOE, agresivo desde el primer minuto. “Su partido tuvo una condena por financiación ilegal, el mío no” llegó a decir un Rajoy a ratos incluso sobrado, faltón: “No le he pedido su dimisión, no me interesa”.
El presidente estaba preparado para un debate mucho más bronco, un lodazal. Tanto que alguno de los suyos destacaba después que le vieron tal vez demasiado duro en las réplicas. Estaba claro que tenía otro escenario pensado. “Hablan de nuestra oposición, pero si somos Teresa de Calcuta al lado de ustedes”, se quejó Rubalcaba.
Al PSOE nunca le ha gustado el asunto de la corrupción como eje del debate político, porque sabe que electoralmente no le beneficia. Las encuestas detectan que este tipo de asuntos perjudican por igual la imagen de los dos grandes partidos. Sin embargo, después de que el líder del PSOE hiciera un solemne anuncio en la sede de Ferraz hace dos semanas en el que pedía la dimisión de Rajoy, los populares esperaban que Rubalcaba llegara con toda la artillería al debate del estado de la nación. Y no fue así.
En el PSOE explican que su líder no quería centrar en este asunto el debate porque hay mucha gente en España pasándolo mal y esperan que les hable, como hizo, de sanidad, de educación, de pobreza, de comedores sociales, de gente buscando comida en la basura. Rubalcaba ni siquiera llegó a pedir ayer abiertamente la dimisión de Rajoy, y mucho menos con la solemnidad con la que lo hizo en Ferraz.
Rajoy logró, al menos este primer día, un objetivo que se antojaba muy difícil para cualquiera que no tenga el cuajo del que él presume: pasar siete horas y media de debate y no pronunciar en ningún momento el nombre de Luis Bárcenas. El entorno del presidente le ha dado muchas vueltas al asunto. Muchos dirigentes en el PP ya han admitido abiertamente que les “avergüenza profundamente” haber tenido a Bárcenas en sus filas y con un sueldo del partido al menos hasta diciembre de 2012. Pero Rajoy no ha dicho ni una mala palabra de su extesorero, lo que alimenta las sospechas de que tiene miedo a su reacción. Se pensaba que a lo mejor Rajoy aprovecharía el debate para hacer su primera explicación real, para hablar de Bárcenas. Pero decidió no hacerlo. Nadie explica oficialmente por qué. Como mucho señalan que un presidente del Gobierno no puede entrar en eso. Pero otros diputados alegaban que en realidad Rajoy sí habló de su extesorero, cuando se refirió a las “malas hierbas” que cree que hay en todos los partidos de manera excepcional.
Algunos temían que fuera más difícil escapar de esa explicación cuando le apretaran formaciones que sí han hecho de este asunto el eje de su discurso, como IU y UPyD. Pero de nuevo anoche, primero con Cayo Lara (IU), y ya a última hora con Rosa Díez (UPyD), Rajoy volvió a eludir el escándalo y a demostrar que su capacidad para no contestar preguntas incómodas es ilimitada.
Rajoy llegaba ayer al Congreso en las peores condiciones posibles: con casi seis millones de parados, una situación económica que no para de empeorar, y el mayor escándalo de corrupción que jamás ha afectado al PP tocando directamente a la puerta de La Moncloa. Rajoy y su equipo se prepararon a conciencia para sobrevivir a un debate difícil, en el momento más bajo de su credibilidad. Y esa preparación, según el análisis extendido incluso entre los más escépticos diputados del PP, dio sus frutos. Porque el presidente, sobre todo gracias a un discurso muy trabajado y con medidas novedosas contra la corrupción —aunque sin ninguna explicación de los escándalos que acosan a su partido— logró lanzar al menos a los suyos un mensaje claro, el que más le interesaba: no piensa dimitir, va a aguantar, está dispuesto a resistir lo que haga falta. “El PP va a estar cuatro años gobernando porque para eso nos votaron”, llegó a contestarle a Alfredo Pérez Rubalcaba en un mensaje pensado para su partido, para los barones territoriales, para los empresarios, para todos los que puedan pensar que Rajoy políticamente está muerto.
El PP se quedó satisfecho al ver que Rajoy lograba salvar el debate en su peor momento y no se hundía en el lodo de la corrupción, como muchos temían. Muchos populares estaban sorprendidos porque Rubalcaba no hizo tanta sangre con el caso Bárcenas como temían, y además ni siquiera citó a Ana Mato. La Moncloa esperaba un ataque más frontal. De hecho, en la primera réplica, que llevaba muy estudiada antes de llegar al Congreso, Rajoy fue brutal contra el líder del PSOE, agresivo desde el primer minuto. “Su partido tuvo una condena por financiación ilegal, el mío no” llegó a decir un Rajoy a ratos incluso sobrado, faltón: “No le he pedido su dimisión, no me interesa”.
El presidente estaba preparado para un debate mucho más bronco, un lodazal. Tanto que alguno de los suyos destacaba después que le vieron tal vez demasiado duro en las réplicas. Estaba claro que tenía otro escenario pensado. “Hablan de nuestra oposición, pero si somos Teresa de Calcuta al lado de ustedes”, se quejó Rubalcaba.
Al PSOE nunca le ha gustado el asunto de la corrupción como eje del debate político, porque sabe que electoralmente no le beneficia. Las encuestas detectan que este tipo de asuntos perjudican por igual la imagen de los dos grandes partidos. Sin embargo, después de que el líder del PSOE hiciera un solemne anuncio en la sede de Ferraz hace dos semanas en el que pedía la dimisión de Rajoy, los populares esperaban que Rubalcaba llegara con toda la artillería al debate del estado de la nación. Y no fue así.
En el PSOE explican que su líder no quería centrar en este asunto el debate porque hay mucha gente en España pasándolo mal y esperan que les hable, como hizo, de sanidad, de educación, de pobreza, de comedores sociales, de gente buscando comida en la basura. Rubalcaba ni siquiera llegó a pedir ayer abiertamente la dimisión de Rajoy, y mucho menos con la solemnidad con la que lo hizo en Ferraz.
Rajoy logró, al menos este primer día, un objetivo que se antojaba muy difícil para cualquiera que no tenga el cuajo del que él presume: pasar siete horas y media de debate y no pronunciar en ningún momento el nombre de Luis Bárcenas. El entorno del presidente le ha dado muchas vueltas al asunto. Muchos dirigentes en el PP ya han admitido abiertamente que les “avergüenza profundamente” haber tenido a Bárcenas en sus filas y con un sueldo del partido al menos hasta diciembre de 2012. Pero Rajoy no ha dicho ni una mala palabra de su extesorero, lo que alimenta las sospechas de que tiene miedo a su reacción. Se pensaba que a lo mejor Rajoy aprovecharía el debate para hacer su primera explicación real, para hablar de Bárcenas. Pero decidió no hacerlo. Nadie explica oficialmente por qué. Como mucho señalan que un presidente del Gobierno no puede entrar en eso. Pero otros diputados alegaban que en realidad Rajoy sí habló de su extesorero, cuando se refirió a las “malas hierbas” que cree que hay en todos los partidos de manera excepcional.
Algunos temían que fuera más difícil escapar de esa explicación cuando le apretaran formaciones que sí han hecho de este asunto el eje de su discurso, como IU y UPyD. Pero de nuevo anoche, primero con Cayo Lara (IU), y ya a última hora con Rosa Díez (UPyD), Rajoy volvió a eludir el escándalo y a demostrar que su capacidad para no contestar preguntas incómodas es ilimitada.
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