“No hay otra alternativa a la solución de los dos Estados”
Estados Unidos intenta recuperar el proceso de paz entre palestinos e israelíes
El presidente israelí cumple 90 años, pero dice preferir centrarse en el futuro
David Alandete
Jerusalén
17 JUN 2013 - 15:21 CET127
“Sólo tengo un recuerdo: No olvidar el futuro. Todo lo demás es insignificante”. Simón Peres
no tiene tiempo para mirar atrás. A sus espaldas, nueve décadas de vida
y 65 años sirviendo al Estado de Israel. Es un político que lo ha sido
todo: varias veces ministro, en dos ocasiones jefe del Ejecutivo y,
desde 2007, presidente y jefe de Estado de la nación. De puertas adentro
se le reconoce haber convertido a Israel en una potencia nuclear y
haber estabilizado y fortalecido la economía a mediados de los años 80
del siglo pasado. Para el mundo, es el padre y arquitecto de los
acuerdos de Oslo, los cimientos del proceso negociador con los
palestinos. Y a pesar de las muchas anécdotas que podría contar, al
presidente Peres el pasado parece aburrirle. “No malgasto el tiempo
mirando atrás y recordando. Espero que mi momento de mayor orgullo
llegue el día de mañana, cuando la paz llegue a mi país”, dice.
En los pasados meses, Peres se ha convertido en la voz de la conciencia de su país. La gran mayoría de políticos israelíes, sobre todo los que gobiernan en la coalición que lidera Benjamín Netanyahu, parecen vivir de espaldas a Cisjordania y al muro, al bloqueo de Gaza y los prospectos de paz. El Presidente es una excepción. “Sólo la paz”, responde, cuando se le pregunta por su principal deseo al cumplir 90 años. “El problema es más psicológico que político. Es decir, hay que vencer al escepticismo”, añade, frunciendo el ceño y tensando la mandíbula. De verdad lo desea. Por eso, ha decidido ayudar, con todo su empeño, al nuevo secretario de Estado norteamericano, John Kerry, en su intento de devolver a ambas partes a la mesa de negociaciones, sin precondiciones.
—¿Comparte usted el sentimiento de urgencia de Kerry?
—Siempre deberíamos tener ese sentido de urgencia por la paz, nunca deberíamos atrasar el poner un final al conflicto y a la guerra. Creo que ahora existe una oportunidad para recuperar las negociaciones y es una oportunidad que no deberíamos malgastar. No hay otra alternativa que la solución de dos Estados.
Su 90 cumpleaños es el 2 de agosto, pero Peres tendrá su gran celebración esta semana, con una conferencia titulada ‘Frente al mañana’, que comienza hoy en Jerusalén y en la que participarán, entre otros, Bill Clinton y Tony Blair. Ha cumplido ya seis de los siete años de los que consta el mandato único de Presidente, primero con Ehud Olmert como Primer Ministro, y luego con Netanyahu.
En los primeros años de la cohabitación con Netanyahu se vio a Peres como un contrapeso al Primer Ministro, un intermediario pacificador entre él y la comunidad internacional y, sobre todo, una barrera de contención frente a la Casa Blanca cuando las relaciones con Barack Obama tocaron fondo, durante su anterior mandato. El año pasado Peres aprovechó su 89 cumpleaños para tratar de calmar los ánimos justo en un momento en el que Netanyahu tañía los tambores de la guerra y advertía donde se le permitiera de la necesidad de atacar a Irán de forma preventiva, para evitar que alcanzara la capacidad de tener armas nucleares. “No podríamos hacerlo solos”, sentenció el Presidente, provocando la ira de Netanyahu e iniciando un proceso de distensión. Hoy, dicen sus colaboradores, la relación con el Primer Ministro es notablemente mejor.
—¿Qué otras opciones tiene hoy la comunidad internacional respecto a Irán?
—Irán es una grave amenaza no sólo para Israel sino para todo el mundo. Su ambición es la hegemonía sobre Oriente Próximo y el terror en todo el mundo. Las víctimas inmediatas del régimen iraní son los propios iraníes, son sus derechos humanos debilitados cada día. Mientras el régimen busca una bomba nuclear yerra en su deber hacia la gente que necesita comida y empleo, no uranio enriquecido. El presidente Obama lidera una coalición global comprometida con la defensa de la paz y la estabilidad en la zona. A ninguno de nosotros nos gustaría ver el uso de la fuerza, y preferiríamos ver cómo las sanciones económicas y la presión diplomática ofrecen resultados, pero todas las opciones siguen encima de la mesa.
—¿Ha visto recientemente una mejora de las relaciones entre Netanyahu
y Obama, sobre todo después de la visita del último a Israel hace tres
meses?
—Debería preguntarles a ellos, pero le puedo decir que las relaciones entre Israel y Estados Unidos son excelentes. La visita del presidente Obama a Israel fue una bocanada de aire fresco. En ella mostró la profundidad de su amistad y la fuerza de su compromiso con Israel.
Peres advierte también de los riesgos de una posible implicación de Israel en el conflicto Sirio. En lo que va de año, la Fuerza Aérea israelí ha atacado en tres ocasiones objetivos militares cerca de Damasco. La inteligencia norteamericana considera que el objetivo eran misiles enviados por Irán con destino Líbano. “Nuestra implicación en el conflicto sólo tendría efectos negativos. No veo la posibilidad de que con ello salváramos Siria o promoviéramos la paz”, dice. “No creo que Bachar el Asad pueda mantenerse en el poder, un líder que ha matado a tantas personas en su país no puede seguir sirviéndoles. Mi propuesta es que la Liga Árabe cree una fuerza de cascos azules, con el apoyo de Naciones Unidas, para acabar con el derrame de sangre y para crear un gobierno de transición”.
Hace gala, a cada respuesta, de su proverbial elocuencia. Ha sido siempre un encantador del verbo, y ese es uno de los motivos de su ascenso y también una de las razones por las que en sus pasadas encarnaciones políticas ha sido más popular y exitoso en la escena internacional, en sus tres mandatos como ministro de Exteriores, que en la a veces pantanosa e ingrata política nacional israelí. El fundador de la patria, David Ben Gurion, le eligió director general del ministerio de Defensa en 1953, un puesto desde el que fortaleció las relaciones con Francia, que ayudó a Israel en la construcción de un reactor nuclear. Un joven Peres ingresó en el parlamento en 1959, en las listas del laborismo. Fue Primer Ministro por primera vez en 1984, bajo el acuerdo de gran coalición entre el laborismo y el derechista Likud. Volvió al puesto en 1995 tras el asesinato de Isaac Rabin.
Admite que hay algo que en sus casi 90 años de vida no previó. Entre sus muchos sueños y aspiraciones desde que llegó a la Palestina del mandato británico en 1934 nunca soñó que en ella, dentro un Estado independiente, llegarían a vivir, un día, seis millones de judíos, el mismo número de personas de esa fe que perecieron en el Holocausto, en el que murió buena parte de su familia. Esa marca se rebasó en marzo, e Israel se convirtió en el país en que viven más judíos del mundo, superando a EE UU. “La realidad es más grande que mi sueño”, dice. “Me arrepiento de que soñáramos en pequeño y de que hayamos acabado siendo mayores en nuestra realidad”.
En los pasados meses, Peres se ha convertido en la voz de la conciencia de su país. La gran mayoría de políticos israelíes, sobre todo los que gobiernan en la coalición que lidera Benjamín Netanyahu, parecen vivir de espaldas a Cisjordania y al muro, al bloqueo de Gaza y los prospectos de paz. El Presidente es una excepción. “Sólo la paz”, responde, cuando se le pregunta por su principal deseo al cumplir 90 años. “El problema es más psicológico que político. Es decir, hay que vencer al escepticismo”, añade, frunciendo el ceño y tensando la mandíbula. De verdad lo desea. Por eso, ha decidido ayudar, con todo su empeño, al nuevo secretario de Estado norteamericano, John Kerry, en su intento de devolver a ambas partes a la mesa de negociaciones, sin precondiciones.
Preferiríamos ver cómo las sanciones económicas y la presión diplomática [sobre Irán] ofrecen resultados, pero todas las opciones siguen encima de la mesa”
—Siempre deberíamos tener ese sentido de urgencia por la paz, nunca deberíamos atrasar el poner un final al conflicto y a la guerra. Creo que ahora existe una oportunidad para recuperar las negociaciones y es una oportunidad que no deberíamos malgastar. No hay otra alternativa que la solución de dos Estados.
Su 90 cumpleaños es el 2 de agosto, pero Peres tendrá su gran celebración esta semana, con una conferencia titulada ‘Frente al mañana’, que comienza hoy en Jerusalén y en la que participarán, entre otros, Bill Clinton y Tony Blair. Ha cumplido ya seis de los siete años de los que consta el mandato único de Presidente, primero con Ehud Olmert como Primer Ministro, y luego con Netanyahu.
En los primeros años de la cohabitación con Netanyahu se vio a Peres como un contrapeso al Primer Ministro, un intermediario pacificador entre él y la comunidad internacional y, sobre todo, una barrera de contención frente a la Casa Blanca cuando las relaciones con Barack Obama tocaron fondo, durante su anterior mandato. El año pasado Peres aprovechó su 89 cumpleaños para tratar de calmar los ánimos justo en un momento en el que Netanyahu tañía los tambores de la guerra y advertía donde se le permitiera de la necesidad de atacar a Irán de forma preventiva, para evitar que alcanzara la capacidad de tener armas nucleares. “No podríamos hacerlo solos”, sentenció el Presidente, provocando la ira de Netanyahu e iniciando un proceso de distensión. Hoy, dicen sus colaboradores, la relación con el Primer Ministro es notablemente mejor.
—¿Qué otras opciones tiene hoy la comunidad internacional respecto a Irán?
—Irán es una grave amenaza no sólo para Israel sino para todo el mundo. Su ambición es la hegemonía sobre Oriente Próximo y el terror en todo el mundo. Las víctimas inmediatas del régimen iraní son los propios iraníes, son sus derechos humanos debilitados cada día. Mientras el régimen busca una bomba nuclear yerra en su deber hacia la gente que necesita comida y empleo, no uranio enriquecido. El presidente Obama lidera una coalición global comprometida con la defensa de la paz y la estabilidad en la zona. A ninguno de nosotros nos gustaría ver el uso de la fuerza, y preferiríamos ver cómo las sanciones económicas y la presión diplomática ofrecen resultados, pero todas las opciones siguen encima de la mesa.
No creo que Bachar el Asad pueda mantenerse en el poder, un líder que ha matado a tantas personas en su país no puede seguir sirviéndoles. Mi propuesta es que la Liga Árabe cree una fuerza de cascos azules”
—Debería preguntarles a ellos, pero le puedo decir que las relaciones entre Israel y Estados Unidos son excelentes. La visita del presidente Obama a Israel fue una bocanada de aire fresco. En ella mostró la profundidad de su amistad y la fuerza de su compromiso con Israel.
Peres advierte también de los riesgos de una posible implicación de Israel en el conflicto Sirio. En lo que va de año, la Fuerza Aérea israelí ha atacado en tres ocasiones objetivos militares cerca de Damasco. La inteligencia norteamericana considera que el objetivo eran misiles enviados por Irán con destino Líbano. “Nuestra implicación en el conflicto sólo tendría efectos negativos. No veo la posibilidad de que con ello salváramos Siria o promoviéramos la paz”, dice. “No creo que Bachar el Asad pueda mantenerse en el poder, un líder que ha matado a tantas personas en su país no puede seguir sirviéndoles. Mi propuesta es que la Liga Árabe cree una fuerza de cascos azules, con el apoyo de Naciones Unidas, para acabar con el derrame de sangre y para crear un gobierno de transición”.
Hace gala, a cada respuesta, de su proverbial elocuencia. Ha sido siempre un encantador del verbo, y ese es uno de los motivos de su ascenso y también una de las razones por las que en sus pasadas encarnaciones políticas ha sido más popular y exitoso en la escena internacional, en sus tres mandatos como ministro de Exteriores, que en la a veces pantanosa e ingrata política nacional israelí. El fundador de la patria, David Ben Gurion, le eligió director general del ministerio de Defensa en 1953, un puesto desde el que fortaleció las relaciones con Francia, que ayudó a Israel en la construcción de un reactor nuclear. Un joven Peres ingresó en el parlamento en 1959, en las listas del laborismo. Fue Primer Ministro por primera vez en 1984, bajo el acuerdo de gran coalición entre el laborismo y el derechista Likud. Volvió al puesto en 1995 tras el asesinato de Isaac Rabin.
Admite que hay algo que en sus casi 90 años de vida no previó. Entre sus muchos sueños y aspiraciones desde que llegó a la Palestina del mandato británico en 1934 nunca soñó que en ella, dentro un Estado independiente, llegarían a vivir, un día, seis millones de judíos, el mismo número de personas de esa fe que perecieron en el Holocausto, en el que murió buena parte de su familia. Esa marca se rebasó en marzo, e Israel se convirtió en el país en que viven más judíos del mundo, superando a EE UU. “La realidad es más grande que mi sueño”, dice. “Me arrepiento de que soñáramos en pequeño y de que hayamos acabado siendo mayores en nuestra realidad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario