sábado, 14 de mayo de 2011

La Brenda, en Panajachel/cuento corto.

Panajachel.

Llegamos a Atitlán muy temprano, ya que salimos de la capital a las seis de la mañana, en una camioneta último modelo rentada por La Brenda, y que yo manejé. Las dos horas del viaje a Panajachel transcurrieron con una incómoda conversación, y música que a ella le gusta, (rancheras y Trova Cubana).

Como La Brenda está conmigo en Guatemala porque yo se lo pedí encarecidamente, me quiere dar gusto en todo. Yo le comenté que quería salir de la capital, a un sitio turístico del altiplano, y planeé visitar Atitlán y Chichicastenango y volver el lunes 16 de mayo, directamente al aeropuerto para que La Brenda retorne a México.

El trayecto tempranero hacia Panajachel, transcurrió como no me lo podía imaginar, ella me fue acariciando la nuca y el cabello de un modo sensual, mientras yo conducía esa preciosa camioneta último modelo; pero esas caricias venían acompañadas de un fuerte e insistente interrogatorio sobre mi última pareja chapina.

La Brenda quería saber todo, hasta el último detalle, pacto que tenemos desde hace muchos años de contarnos hasta las intimidades. Y así lo hice, le narré lo ocurrido con lujo de pormenores. La Brenda frunció el ceño y murmuraba quién sabe qué cosas en bajo tono.

Siempre me ha sorprendido la brutalidad de los comentarios despiadados, que las mujeres vierten sobre otras mujeres. Para mi es algo inaudito pero que trato de comprender. Esta no fue la excepción. Yo le cambiaba el tema y ella volvía neciamente a insistir en lo mismo. Por lo que opté en conducir la camioneta a más de 150 kilómetros por hora, para llegar lo más pronto a Panajachel y cortar la conversación incómoda que se había generado al menos en mi.

Por fin divisé desde las alturas, el bello lago de Atitlán, y le pedí a La Brenda, que descendiéramos a tomarnos unas fotografías con ese fondo azul del lago. Ella encantada me auxilió con las muletas y nos pusimos de espaldas al lago para que unos turistas nos pudieran tomar las ansiadas fotografías del recuerdo.

Ella tenía reservados dos hoteles en Panajachel: Rancho Grande (bungalos de lujo) y La Ribera Del Lago, una torre a la orilla del lago. Nos quedamos en Rancho Grande, ya que a ella le dan miedo las alturas en zonas sísmicas.

Caminamos tomados de la mano por la única y maravillosa calle principal de Panajachel: Santander. Es una larga avenida donde se concentran los artesanos y los comerciantes del lugar, y los foráneos también. La Brenda compró varios objetos y prendas típicas, y me comentó que le parecían extraordinariamente baratos, ya que ella gana en Euros su salario y las comisiones.

Al poco rato nos embarcamos con rumbo a San Pedro de La Laguna, que dista a unas dos horas de trayecto. Ibamos acompañados de muchos hombres, mujeres y niños indígenas, a los cuales La Brenda observaba detenidamente tras esas enormes gafas oscuras. su cara era de asombro auténtico, nunca había visto personas tan pequeñas de estatura siendo adultos, eso me lo comentó en el hotel al regreso.

Le explique´que la desnutrición entre mis paisanos es algo histórico, es más: cada generación es más bajita que la anterior. Eso es un asunto de carácter urgente que ningún gobierno resuelve nunca

Por eso un movimiento armado hace muchos años en esa zona y en otras, deseaba explicarle, pero al ver la cara de desinterés de ella, cambié de tema. Mejor nos pusimos a cantar con los discos de Pablo Milanés, ya que con esas canciones yo la enamoré en México.

Hoy por la noche tenemos una reservación en el mejor sitio de diversión de Panajachel: Circus. La noche promete muchas aventuras con la loca de La Brenda, nada más viéndola como se está arreglando, con esa ropa entallada y ese escote descomunal, y sus zapatillas con plataforma. Ella viene dispuesta a bailar conmigo toda la noche, y como sabe que yo bebo whisky etiqueta negra ya dispuso que le consiguieran dos botellas, y ya contrató a un grupo de jóvenes brasileños que tienen una batucada con la que amenizan las noches en ese lugar.

En unos minutos saldremos perfumados y gozosos a la fiesta, la nuestra.

Mientras yo redacto estas presurosas líneas, La Brenda de pronto viene y se asoma por detrás de mi, para ver si alcanza a leer algo, pero no se lo permito; aunque ella me provoca con sus cachonderías infinitas: me besa la nuca apasionadamente y me pone sus senos en mi espalda y los gira suavemente; no la dejo leer nada. Ni se enfada, es comprensiva, y solo le importa la fiesta eterna. .


Mañana nos toca Chichicastenango...

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