¿Canal por Nicaragua o el nacimiento de otro fraude?
Tras años de querer un canal el país centroamericano se compromete con China
Los repetidos movimientos sísmicos que sacuden a Nicaragua en los
últimos días recuerdan los argumentos utilizados por el francés Phillipe
Bunau Varilla para que el Senado norteamericano prefiriera la ruta de
Panamá frente a la de Nicaragua, país menos convulsionado que Colombia,
de la cual era parte Panamá. La ambición por la tierra de Sandino no es
nueva; ahora tiene como su promotor al magnate comunicacional chino de
Hong Kong Wang Jing, con la recién fundada empresa HKND, quien en tiempo
récord ha logrado concesión del parlamento nica
–controlado por el Sandinismo- para construir un Canal a un costo de 40
mil millones de dólares, sin ruta trazada, ni ningún estudio técnico,
con más del doble de largo que el de Panamá, que en Los Angeles Times
del pasado 13 de junio, el periodista Tracy Wilkins califica “para favorecer a la familia del Presidente Daniel Ortega y su círculo íntimo”
Bunau Varilla, ingeniero y soldado que a sus 24 años se trasladó a Panamá, comenzó como Gerente General de organización y alimentación de la compañía canalera del Conde Ferdinand de Lesseps, famoso por haber construido el Canal de Suez en 1869, que hizo accesible mercados de Europa a los de Asia. En 1888 los franceses quiebran, bajo acusaciones de fraude, quedando Bunau-Varilla varado en Panamá. Emprende la tarea de que el canal se construya en Panamá; no encuentra apoyo en el entonces presidente Grover Cleveland, de tendencia antiimperialista. Más apoyo recibió de Theodore Roosevelt, quien le devuelve la fe en el ambicioso proyecto de sacar provecho para los accionistas franceses del fracasado canal y ganarse una interesante suma.
Con el apoyo del lobista y abogado de Nueva York, William Cronwell, le bastó enviar una estampilla nica del volcán Momotombo en erupción a cada uno de los senadores del Congreso norteamericano para asustar a quienes apoyaban la ruta transístmica por ese país; territorio con movimientos sísmicos, cenizas y lava, poco conveniente para erigir un canal. Así el astuto ingeniero logró su objetivo: vender los activos de la ruta emprendida por los franceses en 1902 sobre su alternativa, el Canal de Panamá. El Senado, a través del Spooner Act, aprobó desembolso de 40 millones de dólares, siempre y cuando se logrará negociar un tratado con Colombia, quien rehúsa suscribir pacto propuesto, no sólo por sus onerosas cláusulas, sino por la inestabilidad política que vivía de la guerra entre liberales y conservadores.
A Bunau Varilla no le quedó más que conspirar para que Panamá se independizara de Colombia, lo que había intentado el débil y aislado territorio colombiano en cinco ocasiones desde su voluntaria adhesión a Colombia de 1821. Así se logra la firma del Tratado del Canal entre Panamá, independiente desde el 3 de noviembre de 1903, y los Estados Unidos. Bunau Varilla, en sus tramoyas, logró la representación diplomática de Panamá y firmó el 18 de noviembre del mismo año, el Tratado Bunau Varilla-Hay (por el Secretario de Estado John Hay), vigente hasta 1977.
Pero la muerte de la ruta por Nicaragua no era su primera. En la mitad del siglo XIX el norteamericano William Aspinwall comienza la construcción del Ferrocarril de Panamá, el primero que atraviesa las Américas y su archirrival naviero, Cornelius Vanderbilt, ante la imposibilidad de asociarse con él, intenta la construcción de una especie de canal que permita cubrir el lucrativo negocio de atravesar del Atlántico al Pacífico a través del Lago Nicaragua, para aprovechar la fiebre del oro de California. Este episodio lo cuenta con precisos detalles el escritor panameño Juan David Morgan en novela histórica “El Caballo de Oro, La Construcción del Ferrocarril de Panamá” (Ediciones B-Grupo Zeta-2005; 448 páginas).
Nicaragua ha estado en la ambición de muchos. Desde Napoleón III, en su intento en 1858 de dar a Francia presencia americana y posibilidad de construir un canal allí, hasta el aventurero gringo William Walker que se hizo, por la fuerza y el apoyo de algunos políticos criollos, Presidente de Nicaragua (1856-67). Walker, quien intentó también apoderarse de territorio mexicano, fue sacado del poder por los ejércitos centroamericanos, dirigidos por Costa Rica. Fue ejecutado en Honduras en 1860. Tampoco los norteamericanos bajo la presidencia de William McKinley, antecesor de Roosevelt, lo lograron. Muchos dificultan que en pleno siglo XXI, y con tantas dudas y lagunas sobre la multimillonaria propuesta china, pueda alcanzarse.
La improvisación y rapidez como ha cuajado todo esto, nos hace dudar que el segundo país más pobre del Continente pueda concretar este viejo sueño y salir así del subdesarrollo que su populista presidente le promete.
Guillermo A. Cochez es diplomático, escritor, abogado y catedrático. Fue el primer alcalde de Ciudad de Panamá en Democracia (1989).
Bunau Varilla, ingeniero y soldado que a sus 24 años se trasladó a Panamá, comenzó como Gerente General de organización y alimentación de la compañía canalera del Conde Ferdinand de Lesseps, famoso por haber construido el Canal de Suez en 1869, que hizo accesible mercados de Europa a los de Asia. En 1888 los franceses quiebran, bajo acusaciones de fraude, quedando Bunau-Varilla varado en Panamá. Emprende la tarea de que el canal se construya en Panamá; no encuentra apoyo en el entonces presidente Grover Cleveland, de tendencia antiimperialista. Más apoyo recibió de Theodore Roosevelt, quien le devuelve la fe en el ambicioso proyecto de sacar provecho para los accionistas franceses del fracasado canal y ganarse una interesante suma.
Con el apoyo del lobista y abogado de Nueva York, William Cronwell, le bastó enviar una estampilla nica del volcán Momotombo en erupción a cada uno de los senadores del Congreso norteamericano para asustar a quienes apoyaban la ruta transístmica por ese país; territorio con movimientos sísmicos, cenizas y lava, poco conveniente para erigir un canal. Así el astuto ingeniero logró su objetivo: vender los activos de la ruta emprendida por los franceses en 1902 sobre su alternativa, el Canal de Panamá. El Senado, a través del Spooner Act, aprobó desembolso de 40 millones de dólares, siempre y cuando se logrará negociar un tratado con Colombia, quien rehúsa suscribir pacto propuesto, no sólo por sus onerosas cláusulas, sino por la inestabilidad política que vivía de la guerra entre liberales y conservadores.
A Bunau Varilla no le quedó más que conspirar para que Panamá se independizara de Colombia, lo que había intentado el débil y aislado territorio colombiano en cinco ocasiones desde su voluntaria adhesión a Colombia de 1821. Así se logra la firma del Tratado del Canal entre Panamá, independiente desde el 3 de noviembre de 1903, y los Estados Unidos. Bunau Varilla, en sus tramoyas, logró la representación diplomática de Panamá y firmó el 18 de noviembre del mismo año, el Tratado Bunau Varilla-Hay (por el Secretario de Estado John Hay), vigente hasta 1977.
Pero la muerte de la ruta por Nicaragua no era su primera. En la mitad del siglo XIX el norteamericano William Aspinwall comienza la construcción del Ferrocarril de Panamá, el primero que atraviesa las Américas y su archirrival naviero, Cornelius Vanderbilt, ante la imposibilidad de asociarse con él, intenta la construcción de una especie de canal que permita cubrir el lucrativo negocio de atravesar del Atlántico al Pacífico a través del Lago Nicaragua, para aprovechar la fiebre del oro de California. Este episodio lo cuenta con precisos detalles el escritor panameño Juan David Morgan en novela histórica “El Caballo de Oro, La Construcción del Ferrocarril de Panamá” (Ediciones B-Grupo Zeta-2005; 448 páginas).
Nicaragua ha estado en la ambición de muchos. Desde Napoleón III, en su intento en 1858 de dar a Francia presencia americana y posibilidad de construir un canal allí, hasta el aventurero gringo William Walker que se hizo, por la fuerza y el apoyo de algunos políticos criollos, Presidente de Nicaragua (1856-67). Walker, quien intentó también apoderarse de territorio mexicano, fue sacado del poder por los ejércitos centroamericanos, dirigidos por Costa Rica. Fue ejecutado en Honduras en 1860. Tampoco los norteamericanos bajo la presidencia de William McKinley, antecesor de Roosevelt, lo lograron. Muchos dificultan que en pleno siglo XXI, y con tantas dudas y lagunas sobre la multimillonaria propuesta china, pueda alcanzarse.
La improvisación y rapidez como ha cuajado todo esto, nos hace dudar que el segundo país más pobre del Continente pueda concretar este viejo sueño y salir así del subdesarrollo que su populista presidente le promete.
Guillermo A. Cochez es diplomático, escritor, abogado y catedrático. Fue el primer alcalde de Ciudad de Panamá en Democracia (1989).
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