Los expertos cuestionan la seguridad antisísmica de los edificios del DF
Algunas construcciones dañadas en el sismo del 85 que siguen en pie suponen un riesgo alto para los ciudadanos
La Ciudad de México está acostumbrada a temblar. En la madrugada del domingo pasado un seísmo de 5,8 despertó a la capital. Pero más allá del revuelo en redes sociales
no hubo mayores consecuencias. Sería muy aventurado anunciar un gran
terremoto, ya que los movimientos de tierra son impredecibles, pero los
expertos están convencidos de que se avecina uno de gran de magnitud.
Los geólogos esperan un sismo mayor de 7,5 en un segmento de la costa
del Estado de Guerrero, en el Pacífico, que hace más de cien años que no
libera energía. “Sin duda va a venir, pero no sabemos cuándo”, asegura
el secretario de Protección Civil en el Distrito Federal, Fausto Lugo
García, en una entrevista telefónica.
Las autoridades sostienen que la ciudad está preparada para un terremoto de grandes dimensiones, como el que el 19 de septiembre de 1985, con una magnitud de 8,1, dejó unos 10.000 muertos —aunque se desconoce la cifra exacta— y más de 30.000 edificios en ruinas. Los expertos también creen que hoy la destrucción sería mucho menor, pero cuestionan que se haya hecho todo lo que se podía hacer en materia de seguridad.
Eduardo Reinoso, investigador de Ingeniería Sismológica de la UNAM, dice que desde hace unos años se está construyendo edificios con “conceptos más relajados, como si se hiciera en Madrid, una ciudad sin actividad sísmica”. “Muchas veces es por ignorancia profesional, no por mala voluntad. Las autoridades no lo controlan y hay una impunidad muy grande”, dice el experto, que reconoce la seguridad de los grandes edificios, pero no tanto de las viviendas de ocho o diez pisos que pueden construir pequeñas empresas.
“El Distrito Federal tiene uno de los reglamentos de construcción más actualizados del mundo, pero somos conscientes de que no se cumple”, abunda el coordinador del área de la universidad, Javier Aguirre. El experto reconoce que sería “muy difícil” controlar todos los edificios, pero cree que habría que buscar una estrategia para hacerlo. “No se ha sido exhaustivo”, apunta. Para tratar de paliar ese déficit, este año se ha creado el Instituto de Infraestructuras, que según el secretario de Protección Civil será el encargado de revisar todas las construcciones.
Existe la creencia extendida de que el terremoto del 85 hizo una especie de selección natural con los edificios ya construidos. Es común escuchar que si una casa ya soportó aquel temblor no hay de qué preocuparse. Sin embargo, algunos edificios que sufrieron daños estructurales siguen en pie 26 años después. Aunque muchos están desalojados, su presencia supone un riesgo. “En caso de seísmo se pueden venir abajo y podrían causar daños. Se deben derruir”, dice el doctor en Geofísica de la UNAM, Ramón Zúñiga.
La mayoría de estos edificios, en las colonias Centro, Roma y Condesa, están en medio de un limbo. “El problema es que los dueños no tienen dinero para demolerlo y lo único sería que la autoridad lo expropie, pero generalmente son propiedades de poco valor y la autoridad no se mete”, explica Reinoso.
El secretario de Protección Civil defiende que “el Gobierno no siempre tiene los recursos de poder hacer todo, sobre todo cuando se trata de hacer uso del erario público”. Para Zúñiga no es una razón de peso, “el costo de echarlo abajo [el edificio] se lo pasan al dueño, pero es cosa de las autoridades y deberían ser ellos los responsables”. El resultado son decenas de fantasmas en estado semirruinoso que amenazan con caer y que en algunos casos han sido ocupados por personas sin techo, con el riesgo que ello supone para su seguridad.
La mayoría de estos edificios están en la Delegación Cuauhtémoc, la zona de mayor sismicidad de la ciudad. El investigador Reinoso sostiene, sin embargo, que las zonas de riesgo han aumentado con el crecimiento de la capital mexicana. Ya no se trata solo de las colonias Centro, Roma o Condesa, asentadas sobre un lago drenado. El crecimiento de la edificación en otras colonias, como Xochimilco o Iztapalapa, ha hecho que sufrieran las mayores consecuencias estructurales del último seísmo fuerte que se sintió en la ciudad, con una magnitud de 7,4 en marzo de 2012.
Ese día de primavera no hubo que lamentar víctimas. La ciudad no es hoy la misma que hace 26 años y soporta temblores que en muchas ciudades arrasarían cientos de edificios. Los simulacros se repiten en las escuelas, en los centros de trabajo y en toda la urbe cada 19 de septiembre. Ante cualquier temblor superior a 5, las autoridades del DF alertan a la población por las redes sociales y los helicópteros comienzan a sobrevolar la ciudad para evaluar daños. “Cada día nos preparamos para eso”, reconoce el secretario. A falta de ver cómo se comportarán los edificios ante el sismo que se espera, los ciudadanos parecen estar listos bajo una máxima que se aprende desde niño: “No grito, no corro, no empujo”.
Las autoridades sostienen que la ciudad está preparada para un terremoto de grandes dimensiones, como el que el 19 de septiembre de 1985, con una magnitud de 8,1, dejó unos 10.000 muertos —aunque se desconoce la cifra exacta— y más de 30.000 edificios en ruinas. Los expertos también creen que hoy la destrucción sería mucho menor, pero cuestionan que se haya hecho todo lo que se podía hacer en materia de seguridad.
Eduardo Reinoso, investigador de Ingeniería Sismológica de la UNAM, dice que desde hace unos años se está construyendo edificios con “conceptos más relajados, como si se hiciera en Madrid, una ciudad sin actividad sísmica”. “Muchas veces es por ignorancia profesional, no por mala voluntad. Las autoridades no lo controlan y hay una impunidad muy grande”, dice el experto, que reconoce la seguridad de los grandes edificios, pero no tanto de las viviendas de ocho o diez pisos que pueden construir pequeñas empresas.
“El Distrito Federal tiene uno de los reglamentos de construcción más actualizados del mundo, pero somos conscientes de que no se cumple”, abunda el coordinador del área de la universidad, Javier Aguirre. El experto reconoce que sería “muy difícil” controlar todos los edificios, pero cree que habría que buscar una estrategia para hacerlo. “No se ha sido exhaustivo”, apunta. Para tratar de paliar ese déficit, este año se ha creado el Instituto de Infraestructuras, que según el secretario de Protección Civil será el encargado de revisar todas las construcciones.
Existe la creencia extendida de que el terremoto del 85 hizo una especie de selección natural con los edificios ya construidos. Es común escuchar que si una casa ya soportó aquel temblor no hay de qué preocuparse. Sin embargo, algunos edificios que sufrieron daños estructurales siguen en pie 26 años después. Aunque muchos están desalojados, su presencia supone un riesgo. “En caso de seísmo se pueden venir abajo y podrían causar daños. Se deben derruir”, dice el doctor en Geofísica de la UNAM, Ramón Zúñiga.
La mayoría de estos edificios, en las colonias Centro, Roma y Condesa, están en medio de un limbo. “El problema es que los dueños no tienen dinero para demolerlo y lo único sería que la autoridad lo expropie, pero generalmente son propiedades de poco valor y la autoridad no se mete”, explica Reinoso.
El secretario de Protección Civil defiende que “el Gobierno no siempre tiene los recursos de poder hacer todo, sobre todo cuando se trata de hacer uso del erario público”. Para Zúñiga no es una razón de peso, “el costo de echarlo abajo [el edificio] se lo pasan al dueño, pero es cosa de las autoridades y deberían ser ellos los responsables”. El resultado son decenas de fantasmas en estado semirruinoso que amenazan con caer y que en algunos casos han sido ocupados por personas sin techo, con el riesgo que ello supone para su seguridad.
La mayoría de estos edificios están en la Delegación Cuauhtémoc, la zona de mayor sismicidad de la ciudad. El investigador Reinoso sostiene, sin embargo, que las zonas de riesgo han aumentado con el crecimiento de la capital mexicana. Ya no se trata solo de las colonias Centro, Roma o Condesa, asentadas sobre un lago drenado. El crecimiento de la edificación en otras colonias, como Xochimilco o Iztapalapa, ha hecho que sufrieran las mayores consecuencias estructurales del último seísmo fuerte que se sintió en la ciudad, con una magnitud de 7,4 en marzo de 2012.
Ese día de primavera no hubo que lamentar víctimas. La ciudad no es hoy la misma que hace 26 años y soporta temblores que en muchas ciudades arrasarían cientos de edificios. Los simulacros se repiten en las escuelas, en los centros de trabajo y en toda la urbe cada 19 de septiembre. Ante cualquier temblor superior a 5, las autoridades del DF alertan a la población por las redes sociales y los helicópteros comienzan a sobrevolar la ciudad para evaluar daños. “Cada día nos preparamos para eso”, reconoce el secretario. A falta de ver cómo se comportarán los edificios ante el sismo que se espera, los ciudadanos parecen estar listos bajo una máxima que se aprende desde niño: “No grito, no corro, no empujo”.
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