¿Se acuerdan ustedes de Nicholas D. Kristof, el columnista de The New York Times, ganador de dos Premios Pulitzer? Es aquel que reveló que, en plena campaña presidencial americana en 2008, José Luis Rodríguez Zapatero le había dicho que temía que una victoria de John McCain significara una nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia.
Zapatero habría dicho esto en un off-the-record con la dirección del Times que Kristof se cargó alegremente. Un pionero de Wikileaks, a ver quién lava más blanco.
Ahora Kristof vuelve a ocuparse de España en un artículo que a nadie dejará indiferente. Lo titula medio en nuestro idioma: "Primero hay que aprender español. Ranhou Zai Xue Zhongwen". La parte que no se entiende significa "y después aprender chino", y está en ídem.
El punto de partida del artículo de Kristof es, una vez más, veraz al cien por cien: entre la élite neoyorquina ilustrada se está poniendo de moda estudiar mandarín como símbolo de estatus social y cultural.
Prácticamente no hay escuela progresista y fina que no lo ofrezca y que no incite a los niños a hacer el enorme esfuerzo que exige ni siquiera empezar a familiarizarse con una lengua de gramática indiscernible y pronunciación endemoniada donde, según nos aclara el mismo Kristof -además de aclararnos que él personalmente sí habla chino, que también lo habla su mujer y que sus hijos están en ello-, puede llevarte a pedir que te dén un beso cuando tú te creías que estabas pidiendo la hora o cualquier otra cosa la mar de inocente.
¿A lo mejor por eso son tan difíciles las relaciones económicas entre ambas potencias?, se permite bromear.
Sostiene Kristof que aunque el dominio del mandarín es sin duda muy interesante y estimulante, le parece del género absurdo que la chiquillería neoyorquina aprenda este idioma antes que el español, mucho más necesario y mucho más urgente.
Lo que dice Kristof no puede ser más sensato: menos jugar a ser Marco Polo para disimular la pertinaz sequía idiomática americana y más entender que el plurilingüismo bien entendido empieza en casa. Claro que lo mejor es la panoplia de argumentos prácticos que el columnista del Times despliega a favor de su tesis. Vamos a ofrecer aquí una selección de los mejores:
"El español puede no ser tan prestigioso como el mandarín, pero es una presencia diaria en Estados Unidos, donde los hispanos pasarán de ser un 16 por ciento de la población en 2009 a un 29 por ciento en 2050".
"A medida que Estados Unidos se integre económicamente más y más con la América Latina, el español va a ser más crucial en nuestras vidas. Más americanos se irán de vacaciones a la América Latina, harán negocios en español y eventualmente se jubilarán en estos países donde el coste de la vida es bastante más barato".
"De todas las regiones del mundo, América Latina es con mucho la que está lidiando mejor con la crisis. Eso significa que el estudio del español va a servir para algo más que para pedir piñas coladas en la playa de Cozumel. Será un lenguaje de oportunidad de negocio. Tenemos que volver nuestras mentes competitivas no sólo hacia el Este, también hacia el Sur"
"Además el español es lo bastante fácil como para que los niños salgan del instituto con un dominio útil del lenguaje que pueden retener toda su vida, mientras que el mandarín requiere cuatro veces más tiempo para hacer los mismos progresos"
¿Halagados? ¿Ofendidos? ¿O vamos a lo práctico, como Kristof?
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