La multitud errante (Alfaguara, 2010) no es, estrictamente hablando, una novedad literaria de la autora colombiana Laura Restrepo, cuya más reciente novela, Demasiados héroes, se publicó en 2009.
Mujer encantadora, que inspira confianza desde la primera vez, Laura se muestra tranquila y contenta de que al fin los lectores de México —país donde ella radica, al igual que otros ilustres autores colombianos, Fernando Vallejo y, por supuesto, Gabriel García Márquez— y contempla arrobada la ilustración de la portada: Peregrinos, de Brian Nissen.
“Adoro la portada —explica Laura— entre otras cosas porque en las portadas de las traducciones me pusieron un indiecito... y eso no tiene nada que ver con Siete por Tres, el protagonista, que es un personaje lo bastante fuerte para que una mujer se enamore de él.”
La trama
La primera pregunta inevitable, y aunque sea de todos sabidos que la realidad supera a la ficción, es si el albergue donde transcurre la acción de la novela es producto de una pesadilla o de una pesadilla de las que actualmente se viven con los ojos abiertos en algunos países de América Latina, México y Colombia, por ejemplo.
“El albergue existió —responde la autora nacida en Bogotá en 1950, con absoluta naturalidad—.
Barranca Bermeja es una zona petrolera entre Colombia y Venezuela, y una de las zonas más calientes del mundo, tal como se describe en la novela. Ahí se suscitaron tremendos combates en el auge de la guerra del petróleo. Sin embargo, es allí donde van a parar los desplazados, los perseguidos por los militares o por la guerrilla. Obviamente, al pertenecer los refugiados a bandos contrarios, necesariamente se suscitan conflictos ideológicos y violentos.”
La encargada de recibir a los refugiados de una guerra civil todavía fresca en la mente y los corazones de los colombianos es una mujer sin nombre, que puede tener cualquier edad —entre 25 y 45 años, aunque algunos datos me hacen visualizarla como una mujer en sus 35— a la que simplemente llaman “la extranjera”, pero por haber estudiado en París y asistir a las monjas francesas que realizan esta obra, podemos suponer su origen.
Esta mujer enigmática es la encargada de narrar la peculiar historia de amor en la que ella está directamente involucrada, aunque muchas veces competir contra un recuerdo o un fantasma lo coloca a uno en franca desventaja.
El ser intangible nunca escapará del marco de lo perfecto: “Quería que la narradora cumpliera a cabalidad su papel. La pregunta que te haces —¿quién es exactamente esta mujer?— me la hice yo misma mientras escribía el libro. Y yo, curiosamente, soy muy maniaca de conocer las caras tanto de los personajes como de un libro que me ha gustado.
Soy de las que buscan en Internet fotos de autores que no aparecen retratadas en las solapas. Generalmente tomo notas sobre mis personajes para conocerlos mejor, pero esta vez me gustó la idea de que la narradora fuera un enigma para el lector.”
La narradora sin nombre menciona haber sido alumna del teórico francés Rene Girard, autor de El chivo expiatorio, donde se habla sobre la culpabilidad de las víctimas: “Ella se siente tan desplazada como el propio Siete por Tres —el hombre que llega un día a buscar refugio y coloca de cabeza el mundo de la extranjera—; ella ha venido a este rincón del mundo a buscar algo, lo mismo que él. Yo diría que, sea cual sea la búsqueda concreta, lo que ambos necesitan es darle sentido a sus vidas.”
Siete por Tres lleva años buscando a la mujer que fungió como su madre cuando lo halló abandonado por su madre biológica, horrorizada acaso de que el bebé tuviera veintiún dedos en vez de veinte —de ahí el apodo que se convertiría en su nombre— Matilde Lina, quien fue capturada por unos guerrilleros cuando él apenas contaba ocho años. El amor que Siete por Tres manifiesta hacia su madre adoptiva dista de ser fraternal, según se percata la narradora casi en el acto:
“Es un triángulo amoroso porque Siete por Tres busca a su madre adoptiva que también representa a su virgen amada, su todo, y luego la extranjera que lo ayuda hasta donde le es posible se enamora de él y aquello se convierte en una persecución de inalcanzables. Me pareció que esta combinación de madre y amada inalcanzable era suficiente para justificar la obsesión de Siete por Tres.”
Escribir con desenfado
Laura Restrepo ha sido —como prácticamente cualquier escritor colombiano de renombre— equiparada con Gabriel García Márquez, pero yo le digo que no es que todos los escritores colombianos quieran ser clones de su Nobel de Literatura, sino que la poesía les fluye naturalmente, con sólo hablar, razón por la cual hasta las más violentas descripciones están cargadas de una singular poesía: “Somos demasiado poetas —reconoce Laura con naturalidad— todo mundo, hasta los banqueros, lleva su librito de poesía en el bolsillo.
Anualmente se lleva a cabo un festival de poesía donde se acumulan dos, tres mil personas. Llevamos más tiempo que los mexicanos viviendo la violencia, quizá por eso escribimos con más, digamos, «desenfado» al respecto. En situaciones como las que viven Colombia o México sólo nos queda el lenguaje de la poesía.”
Varias de las novelas de Laura Restrepo han llamado la atención de cineastas de Hollywood y otras nacionalidades, pero en ese sentido me explica Laura, sin demasiada preocupación, que no ha corrido con suerte. Se habló de una versión hollywoodense de La isla de la pasión, protagonizada por Johnny Deep —¡con lo que me gusta Johnny Deep!, suspira la escritora—; luego de otra de Leopardo al sol, con Javier Bardem y la dirección de Fernando León de Aranoa.
“La película no se hizo, pero Fernando y yo nos hicimos grandes amigos”, concluye sonriente Laura Restrepo.
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