El mismo día en que la revolución cumplirá 52 años, este sábado 1 de enero, los cubanos dejarán de recibir casi gratis el jabón, la pasta de dientes y el detergente.
Los tres artículos quedarán fuera de la libreta de abastecimiento y pasarán a venderse en el llamado mercado paralelo: un paso más en la supresión de subsidios “excesivos” o inviables para la maltrecha economía nacional.
Los recortes en la cartilla cubana de racionamiento, creada en 1962 para asegurar a la población los productos más básicos, no son nuevos ni acabarán aquí. Hace un año salieron de la lista las patatas y los chícharos (guisantes maduros), al tiempo que se redujeron las cuotas de sal y frijoles.
Después, en verano, se excluyeron los cigarrillos. Y hace unos días Raúl Castro anunció próximas y progresivas reducciones sin descartar la práctica eliminación del sistema, tal vez con la salvedad de los sectores más débiles o desfavorecidos, con la contrapartida de un incremento en los salarios en la medida en que un alza en la productividad y una mayor oferta de productos lo vayan permitiendo.
Es más; el presidente cubano culpó a la libreta de alimentar algunas de las inercias más perniciosas dentro del sistema social creado por la revolución.
“Estoy convencido –dijo ante el parlamento– de que varios de los problemas que hoy afrontamos tienen su origen en esta medida de distribución, que si bien estuvo animada en su momento por el sano empeño de asegurar al pueblo un abastecimiento estable de alimentos y otras mercancías, constituye una expresión manifiesta de igualitarismo que beneficia lo mismo a los que trabajan que a quienes no lo hacen o no la necesitan, y genera prácticas de trueque y reventa en el mercado sumergido, etcétera”.
El mandatario admitió que la solución no es sencilla. Pero afirmó que “el Estado no dejará desamparado a ningún ciudadano y, mediante el sistema de asistencia social, asegurará que las personas impedidas para trabajar reciban la protección mínima requerida”.
En un futuro más o menos cercano, los subsidios “no serán para los productos sino para las cubanas y los cubanos que, realmente los necesiten”, señaló.
A través de la libreta, los isleños pagaban 25 céntimos de peso cubano (menos de un céntimo de euro) por su ración de jabón y 60 céntimos por la pasta dental; ahora estos artículos les costarán 5 y 8 pesos, respectivamente. La medida es impopular, pero no supondrá un drama. Sobre todo habida cuenta del nulo prestigio de las mercancías ofrecidas. “La pasta esa no hace espuma ni nada. Y el jabón yo lo uso para la ropa”, comentaba ayer un ama de casa.
La cartilla sigue subvencionando alimentos como el arroz, azúcar, pan, aceite, frijoles, café, huevos, pollo y pescado. Pronto el café volverá a distribuirse mezclado con chícharo –como en los años siguientes a la caída de la URSS–, según anunció el propio Castro: “Es ineludible”, dijo.
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