domingo, 15 de mayo de 2011

Daniel Sada, escritor mexicano.

Daniel Sada goza la escritura de otra manera
El escritor quiere dedicar más horas a la lectura. Confiesa un impasse por la enfermedad que lo obligó a hospitalizarse en marzo pasado

Daniel Sada quiere “gozar de otra manera” los frutos de escribir desde los 19 años. “Ir más pausadamente. Tomar distancia a la escritura, pues también me gusta leer. Tengo muchas historias que contar; pero la escritura le quita tiempo a la lectura y aún me falta mucho por leer. En este momento, es importante la serenidad”, admite.


El novelista, poeta y cuentista, considerado una de las voces más singulares de las letras mexicanas, confiesa que actualmente se encuentra en un impasse, debido a la enfermedad renal crónica que lo obligó a hospitalizarse en marzo pasado y a cancelar distintos viajes, pero que no ha logrado detener sus proyectos literarios.
Prueba de ello es que en octubre próximo Anagrama publicará su primera tragedia. “He escrito comedia, tragicomedia y algunas obras con tintes melodramáticos; pero no había explorado la tragedia, un género antiguo que siempre me atrajo. Es fuerte dar vida a una obra en la que las cosas son insolubles, donde no hay remedio para nada, donde no puedes cambiar tu destino”, explica en entrevista.


El creador de 58 años comenta que ya estaba “harto” de los finales felices o medio felices. “Quería personajes más complejos y que se les viera desde diferentes puntos de vista. No hay tanta conjetura en la novela, sólo muestro las situaciones y dejo que el lector saque sus conclusiones, como siempre me recomendó Juan Rulfo”, agrega quien rechaza adelantar el título de la novedad editorial.
El también ex alumno de Salvador Elizondo aclara que hay “humor y recovecos graciosos” en su nueva propuesta, en la que estuvo trabajando parte de 2009 y todo 2010 y quedó lista tras un complejo y lento proceso de correcciones y cambios. “La tesitura final es muy fuerte”, promete.


Desde su departamento de la colonia Condesa, a la que considera su barrio, su “pueblito”, el premio Herralde de Novela 2008, por Casi nunca, que en octubre se editará en inglés, acepta que siente “un poco de coraje” porque justo cuando comenzaba a cosechar los frutos de “tantos años de esfuerzo” se enferma. “Me invitaron a Argentina, a Chile, a la India, a Canadá, y no pude ir. Me hubiera gustado vivir momentos más espléndidos”, dice.


Pero el autor de tres poemarios, cuatro libros de cuento y 11 novelas no se deja derrotar, pues lo motivan, además de su pasión por la palabra escrita, sus dos hijas, una de 30 años y otra de tres, su esposa y el hecho de que ya es abuelo. “Ahorita lo que más me inquieta es el país, porque presiento que el asunto de la violencia se pondrá cada vez más difícil, y es el mundo en el que crecerán nuestros hijos”.


Coahuilense de corazón
Nacido en la ciudad fronteriza de Mexicali, Baja California, un 25 de febrero de 1953, urbe donde vivió hasta los seis años, Sada señala que es Sacramento, Coahuila, donde transcurrió su infancia y adolescencia, el pueblo que lleva más en el corazón porque “ahí conocí México”.


De Mexicali, a donde su padre, el ingeniero agrónomo Daniel Sada Rodríguez, se mudó un tiempo porque cultivaba y exportaba algodón, recuerda la comida china, las hamburguesas y sus visitas a Disneylandia, Los Ángeles y San Diego. “Era territorio libre, aún no era estado, no te pedían pasaporte para cruzar a Estados Unidos. Yo sabía que era mexicano porque veía la frontera”, agrega.
Pero fue en Sacramento, donde su padre compró un rancho cuando se quiso independizar, donde el premio Xavier Villaurrutia 1992, por la novela Registro de causantes, descubrió el maíz, las tortillas, el pozole, los tamales y los tacos y, además, el alimento para el espíritu: la lectura.


“Era un pueblo de mil habitantes. No había nada, sólo casas en ruinas. La única biblioteca era la de mi maestra Francisca Cabrera, que era una apasionada de la literatura clásica. Me dejó acceder a sus libros. Lo más moderno era El Quijote de Cervantes. No había literatura de los siglos XVIII, XIX ni XX, sólo autores griegos, latinos y del Siglo de Oro español”, cuenta.


Por eso, evoca el amante del ajedrez y el dibujo, cuando llegó a la Ciudad de México en 1972 sintió un desfase terrible. “Acá estaban leyendo a José Agustín, a los autores del noveau roman, y nunca tuve interlocutores. Yo hablaba de Ovidio, de Homero, de Virgilio y nadie los había leído. Me sentí muy frustrado”, añade.
El autor de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe detalla que fue de oyente a la carrera de Letras Hispánicas de la UNAM y no le gustó “el academicismo confabulado con el humanismo”, por lo que decidió estudiar algo más práctico, periodismo en la Escuela Carlos Septién, oficio que ejerció durante seis años en diarios de Sinaloa. “El periodismo me sirvió para soltarme”.


Con el tiempo, el becario del Centro Mexicano de Escritores, donde conoció a Rulfo y a Elizondo, se encontró con la poesía y con la narrativa, cuya práctica combina desde entonces sin rupturas, haciendo cohabitar en sus textos la imagen y la palabra, aunque, dice, “me siento más cómodo escribiendo novela”.
Otra de las pasiones de Sada es impartir talleres de poesía y narrativa, lo que realiza desde hace 25 años, y más de 500 jóvenes han sido sus alumnos. “Los talleres no son fábricas de escritores, sino de lectores. En México hay mucho talento, pero poca disciplina”, apunta.

Y lamenta que haya una mayor preocupación por la figura literaria que por la literatura. “Ahora todos quieren escribir su libro y publicarlo inmediatamente, recibir becas, que los inviten a diferentes países, que los premien, que los entrevisten y les saquen fotos. Ser escritor se ha vuelto agradable socialmente; pero creo que se debe ser más subversivo, más telúrico.”

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