Cuántos españoles son capaces de pronunciar correctamente -y de forma distinta- ship y sheep? ¿Cuál es el timbre de voz de Tom Hanks: agudo o grave? Hace un mes, el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, dijo que en España el doblaje de las películas "incide de manera determinante en el conocimiento de los idiomas; donde no se doblan las películas conocen mejor el inglés".
Comenzaron los mensajes cruzados entre profesionales del doblaje, labor en la que, según Carlos Ysbert, presidente de la Asociación de Actores de Doblaje de Madrid (Adoma), trabajan unas 30 mil personas, y la gente del cine y educadores. Y entonces llegó Carlos Cuadros, director del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), que azuzó: "Estamos muy contentos con que este debate sea público. Es síntoma de madurez de un país que quiere acercarse a un buen desarrollo cultural. Y eso depende de la educación: la sociedad debe dejar atrás lo cómodo".
"Nuestra labor aporta", afirma Carlos Ysbert, voz de Homer Simpson
Para Cuadros, es obvio que el proceso va a ser larguísimo: "Nosotros hemos nacido con el doblaje, estamos muertos para esta reforma. Los cambios son de mucho más largo recorrido, de 15 años, vinculados a la educación.
¿Qué padre quiere que sus hijos no hablen idiomas?". Porque este proceso tiene que ver mucho más con la pequeña pantalla y los colegios que con las salas de cine. Así que para compaginar educación y televisión sería obligatorio un pacto de Estado.
"Necesitamos un consenso político para este proceso, porque es un cambio de código comunicativo. Un buen inicio sería que, por ejemplo, el esfuerzo de cambiar el sonido de la televisión en el mando fuera al revés: que por defecto sonara el idioma original". Eso sí, Cuadros se cubría las espaldas y decía: "Nunca he creído en las medidas punitivas o expeditivas, y sí en las de fomento. Donde he encontrado mejor sintonía ha sido curiosamente en el mundo del doblaje".
"Hay un mercado de consumo en torno al cine doblado. A corto y medio plazo no se pueden cambiar las cosas; a largo. El 80% de la gente quiere el doblaje. A un actor puede que le quitemos parte de su trabajo, pero a cambio popularizamos su labor". Ysbert, nieto de José Isbert, y la voz actual de Homer Simpson, está convencido de que no verá la desaparición del doblaje: "Nuestra labor aporta".
Si paseamos la mirada por los países con cine y televisión en formato original y doblado, hay una gran diferencia en la facilidad para soltarse la lengua. Y a la vez en proteger la suya: en Francia se siguen doblando los filmes, pero aumenta cada día la proyección en el idioma original y las medidas de protección acentúan la producción de películas propias.
Además de España y Francia, en Austria, Alemania y Suiza conviven el doblaje y el subtitulado. En Bélgica, se subtitulan en francés y en flamenco. En Italia casi no existen salas en versión original. En el norte de Europa y Portugal, el cine se proyecta en su idioma original, y solo se doblan, como en Finlandia, las películas infantiles para niños de menos de siete años.
En el mundo del cine español sacar el tema del doblaje es arrojar gasolina al fuego de la crisis. Ni siquiera con la perspectiva de que sea un cambio a largo plazo. "
Estamos muy, muy verdes aún", dice Josetxo Moreno, de la distribuidora y exhibidora Golem. "Hemos comparado los estrenos simultáneos de un mismo largometraje en doblado y versión original, y gana por goleada la película doblada... por mucho que me duela a mí, que he visto esos filmes previamente en los festivales en su idioma natal".
"Siempre nos ponen como los malvados. ¿El cine es el culpable de todos los males: de la violencia de género, de que se hablen mal los idiomas, de los adolescentes radicales? Ya cansa el tópico. El idioma no crece en tu interior porque lo escuches, sino porque lo estudies bien", asegura Enrique González Macho, de la distribuidora y exhibidora Alta Films, que fue el primero, con Dersu Uzala, que estrenó en España una película simultáneamente doblada y en versión original.
"Y por cierto, ¿cuántas veces va un español al cine y cuántos minutos pasa delante de una televisión?". Hemos llegado al ojo del huracán: las televisiones.
En 2009, los españoles fueron a las salas casi tres veces al año de media. O sea, unos 360 minutos. En cambio, pasaron delante de la televisión al día 251 minutos; en enero de este año la media había crecido 10 minutos más, y al acabar 2010 superará los 300 minutos.
Es decir: los españoles pasan casi el mismo tiempo viendo la tele al día que en una sala del cine al año. "Y de esos 360 minutos en el cine, solo el 0,19% es en V. O. S.", remata González Macho. "Si lo ponen más difícil, hunden definitivamente la industria. Claro que amo la versión original, pero es un mercado en doloroso retroceso en España, que solo se demanda en Madrid, Barcelona, Pamplona y algo en Sevilla y Valencia".
Incluso el dual no es una solución tan fácil, como reconoce Eva Cebrián, directora del Área de Cine de TVE. "A priori no nos parece mal que se abra el debate. Somos una televisión pública y, por tanto, estamos regulados por ley. La emisión de películas y series en dual a veces no es posible, porque cuando adquieres los derechos de emisión lo haces respetando unas zonas geográficas y de idioma.
Puede ocurrir que no tengamos los derechos para emitir un filme catalán rodado en catalán porque la productora ha vendido esa opción a una televisión catalana. Es lógico, porque ellos suman dinero de diversas ventas para levantar el presupuesto de su filme". Por eso, no es tan fácil emitir en televisión una película en su idioma original. "Tampoco nos hemos planteado aún", dice Cebrián, "que esa sea la primera opción en su emisión. El mercado del cine también debería cambiar en su comercialización para que se pueda dar el paso".
Una última voz en el mundo del cine, muy enardecida, es la de Juan Ramón Gómez Fabra, presidente de la Federación de Empresarios de Cines de España (3 mil pantallas, que suponen el 90% de la recaudación total): "En vez de atajar y enfrentarse a los problemas reales que tenemos -piratería, cambio de las salas al formato digital-, nos quieren meter en estos berenjenales con medidas de distracción y absolutamente secundarias.
Atentos porque España es el país europeo en el que más ha descendido en los últimos cinco meses el consumo de cine. Somos un país pobre, difícil y complicado, y en lugar de facilitar al empresariado el que tiremos del carro, pretenden obligarnos con medidas que no son más que políticas. De pacto de Estado nada". Aunque al final Gómez Fabra, como los otros exhibidores, apunta a que ya se han hecho pruebas (fuera de España) con butacas -en salas digitales- que permiten a cada espectador que escoja su sonido deseado.
"Nunca hemos protegido bien nuestra lengua, porque en el fondo esto viene de cuando dimos el idioma a cambio de nada a nuestros enemigos", comenta González Macho. Se refiere al inicio del doblaje, que ha ido alejando al público español de su cine. Una norma, ni siquiera ley, de 23 de abril de 1941, firmada por Tomás Borrás, jefe del Sindicato Nacional del Espectáculo, que ha marcado al cine en España en los últimos 70 años y que dice así: "Queda prohibida la proyección cinematográfica en otro idioma que no sea el español.
El doblaje deberá realizarse en estudios españoles que radiquen en territorio nacional y por personal español". Es cierto que ya existía el doblaje -en 1931 se dobló la primera película al castellano, Entre la espada y la pared, en el pueblo francés de Joinville-, pero esa orden es el germen de la actual situación en la que el 80% de los productos audiovisuales que se consumen en España están doblados. Una costumbre que ha acabado marcando una sociedad.
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