lunes, 29 de noviembre de 2010

Los chicos y la lectura.

Ya no hay análisis sobre la enseñanza donde no se mencione de alguna manera el informe PISA de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).

Para algunos, la influencia de este estudio que mide cada tres años los conocimientos de los alumnos de 15 años en matemáticas, ciencias y lectura es exagerada o, al menos, creen que no se utilizan bien las enseñanzas que de él se desprenden.

Lo que es innegable es que se trata de una de las mayores bases de datos educativas del mundo. Nacida de una decisión de los ministros de educación de la OCDE en 1995, en la primera prueba, hecha en 2000, participaron 43 países, y en la última, la cuarta, 65.

"La escuela es incapaz de percibir cómo está cambiando el mundo"
Pocos días antes de que se presenten los resultados de esta última edición (el próximo 7 de diciembre), el responsable de estas pruebas y de los análisis educativos de la OCDE. No puede adelantar nada sobre esos resultados, pero habla del impacto que los informes anteriores han tenido en España.

Unos resultados considerados mediocres por muchos, pero que numerosos especialistas consideran que colocan a España muy cerca del pelotón central de países europeos. Sin embargo, el gran impacto se produjo en la prueba de 2006, cuando los alumnos españoles registraron el mayor retroceso en lectura de los países desarrollados, de 20 puntos con respecto al informe anterior.

Pregunta. ¿Qué situación educativa dibuja el informe PISA de España?

Respuesta. La cuestión es si ves el vaso medio lleno o medio vacío, y, si lo miras en perspectiva (los avances que ha hecho España en las últimas décadas en calidad de la educación, en igualdad de oportunidades o en reducción de las diferencias sociales), creo que el vaso está medio lleno.

Comparado con los países que tienen mejores resultados (en China, Shanghái; Finlandia, Canadá...), España aún tiene mucho camino por recorrer, pero comparado con Francia y otros países europeos no está muy lejos; creo que está en el buen camino.

P. Entonces, ¿por qué cree que en España, en general, se ve más bien vacío el vaso?

R. Realmente no lo sé, estoy sinceramente sorprendido. La gente suele ser muy crítica consigo misma, y suelen comparar los resultados de hoy con respecto a otros países, y no en perspectiva. Aunque de todas maneras creo que eso es bueno, porque a pesar de los avances, los retos de España son muy grandes.

P. ¿Qué retos?

R. Principalmente, cambiar un sistema que ha estado muy centrado en la reproducción de los contenidos de unas materias para ir a otro que enseñe a los alumnos a pensar, a aplicar de forma creativa lo que saben, en el que se deje de decir a los profesores qué tienen que hacer, qué tienen que enseñar, para articular en su lugar lo que los alumnos deben ser capaces de hacer y que los docentes decidan qué y cómo enseñar para llegar a conseguirlo. Eso es muy difícil.

P. El hecho cierto, en cualquier caso, es que España bajó en lectura 20 puntos en el último informe.

R. En 2000, la prueba de lectura midió todas las subáreas, las distintas capacidades, y entonces los españoles lo hicieron bien en muchas de ellas, por ejemplo, en la capacidad para extraer información de los textos.

Pero en 2006 la evaluación se centró en una subárea donde España flaquea: evaluar críticamente la información y construir una perspectiva propia con ella. Yo no vería esos resultados como un retroceso, sino como un toque de atención sobre un reto fundamental del sistema, que necesita dejar atrás la enseñanza basada en unos contenidos acumulados.

Los contenidos concretos se deprecian hoy muy rápidamente. Todo lo que sabes por ti mismo hoy, mañana se convierte en un bien común para cualquiera.

P. Pero los currículos, las escuelas, el sistema entero no está preparado para ese cambio, ni en España ni en la mayoría de países.

R. Es cierto. El sistema educativo no es capaz de ver ni oír cómo está cambiando el mundo, pero lo está haciendo y no se puede detener.

P. Los cambios vienen en gran parte de la mano de las tecnologías. Una de las novedades del último examen PISA es que se ha añadido una prueba más, de lectura digital. ¿Por qué?

R. En el pasado, si te hacían una pregunta, ibas a la enciclopedia, encontrabas una sola respuesta y podías creer que era verdad.

Pero en el medio digital, buscas en Google y te aparecen 20 mil respuestas distintas. Tú tienes que decidir cuál es relevante, cuál apropiada, cuál verdadera. Tienes que manejar la ambigüedad, evaluar. Y eso es lo que queríamos medir, las estrategias de los chavales cuando manejan un hipertexto con varios niveles de los que solo ves una pequeña parte.

P. ¿Y lo han conseguido?

R. Absolutamente. De hecho, hemos visto que hay jóvenes que son perfectos lectores de libros, pero cuando manejan un hipertexto se pierden al tercer clic. Es imprescindible saber leer, pero eso no te garantiza saber leer en el mundo digital.

P. ¿Por qué cree que el informe PISA ha tenido tanto éxito, mucho más que otras pruebas internacionales?

R. A diferencia de otras pruebas, que son simplemente exámenes sobre los contenidos curriculares, PISA conecta lo que los alumnos saben hacer con el contexto de aprendizaje, los recursos, el contexto social y económico para entender por qué algunos países lo hacen mejor que otros.

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