Don Gonzalo Martínez Corbalá ha sido un digno hombre de izquierda en México, le tocó ser el embajador de México en Chile durante el golpe de Estado que asestó Augusto Pinochet al gobierno democrático de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.
Dice Norberto Bobbio que la distinción entre los conceptos de izquierda y derecha es una caja vacía de la cual todos sacan cosas”, como por arte de magia, y que estos dos conceptos “son antitéticos, y desde hace más de dos siglos se emplean habitualmente para designar el contraste de ideologías en que está dividido el universo, eminentemente conflictivo, del pensamiento y de la accion política”.
Y esto lo dice Bobbio en las ediciones segunda y tercera, de febrero y marzo de 2001, de su pequeño gran libro, intitulado: Derecha e izquierda, como para no dejar duda de a qué se está refiriendo. El título original de esa obra es Dirita e sinistra(1995).
El texto señala que “en cuanto términos antitéticos son respecto al universo al que se refieren, recíprocamente exclusivos y conjuntamente exhaustivos”. Con esta rotunda afirmación, el autor quiere significar que son exclusivos, en tanto que ninguna doctrina ni movimiento alguno pueden ser de derecha y de izquierda al mismo tiempo, simultáneamente, y son también exhaustivos, porque una ideología solamente puede ser, dentro del significado y la acepción más rigurosa, bien de derecha, o de izquierda, y no de alguna otra connotación. De esta manera Bobbio plantea una cuestión fundamental, además del esfuerzo que significa no salir del tema estricto, para comprenderlo a cabalidad.
Esta cuestión muestra cierto grado de dificultad para aplicarse en los términos a los que se refiere el politólogo italiano, a juzgar por las confusiones que se encuentran con frecuencia en la realidad concreta, pues nunca falta algún espontáneo que se preste a ofrecer una solución que contradice estas características para definirse como perteneciente a una u otra corriente política e ideológica, y propone fusiones entre partidos y candidatos que realmente resultarían imposibles si se admite y se da por sentado que previamente ya hemos aceptado que el partido político que se postula a sí mismo como de derecha, aunque generalmente no lo acepte explícitamente, con toda honestidad, como se hace en todo el mundo generalmente, su declaración de principios y programa de acción lo establecen de esta manera y no de otra; por supuesto, este partido no puede, y no debe, en un acto de honestidad y de congruencia histórica y política, pretender ofrecer una fusión con otro cualquiera, cuyos documentos básicos y la claridad de su origen, que no se niega y que también en una actitud honesta y de cara a su propia historia tampoco puede ni debe de igual modo que el de derecha renegar de su origen en un acto oportunista, que no por serlo puede adquirir carta de legitimidad, en tales circunstancias, para dar una lucha que ofrezca un mínimo de congruencia y legitimidad que logre polarizar en su favor a la opinión pública de ambas corrientes a la vez, de derecha y de izquierda, en un absurdo e ilegítimo maridaje, que no puede ni debe darse en la realidad.
Esto es visto desde una orilla de la poderosa corriente torrencial por naturaleza obligada, en el momento electoral a celebrarse en un plazo ya relativamente breve, para que el pueblo de México decida su destino histórico, cuando parecía que ya había la madurez general en todos los niveles para tomar tamaña decisión, que consiste en optar por la ruta que el país habrá de seguir en un ejercicio democrático que ya se estimaba irrenunciable, pero que ahora resulta que son los partidos políticos más importantes del país los que –parece ser, y ojalá sea solamente un mal sueño– se aprestan a mezclar jugo de limón con carbonato de sodio para hacer un frente inimaginable en el que se pongan en un mismo saco las gallinas y los coyotes y luego se levanten las copas vacías para exigir, como si lo merecieran, ¡que sirvan las otras!
No me parece que ninguna de las dos corrientes a las que me refiero vaya a molestarse por esta aclaración de términos que no es de fácil comprension. En otras palabras, que es un planteamiento que lo primero que pide es un recurso honesto y cabal para representar la voluntad del pueblo de México que se identifique con la ideología que en su momento tendrá que hacer lo propio y proyectarse con limpieza traduciéndose en programas de acción que se sustenten en la interpretación de la realidad nacional, según las posiciones políticas de cada partido, y de esta manera sea posible hacer las determinaciones de prospectiva que implicarán la necesidad ineludible de tomar decisiones claras y, otra vez, honestas para establecer objetivos relacionados, por ejemplo con el desarrollo económico, y determinantes de las prioridades que son también ineludibles para elaborar los programas de gobierno que se someterán a la consideración de la opinión pública nacional.
Así es que, por complejo que pudiera parecer el razonamiento de Norberto Bobbio, habrá que hacerse el ánimo de considerarlo conveniente para aplicarlo a la difícil problemática que habrá de presentarse ya muy pronto en el país, y cumplir con la función que nos corresponda en un proceso electoral democrático, nuevamente, con toda honestidad.
Desde luego, no está por demás anteponer, a las muy importantes decisiones que se habrán de tomar ya muy pronto, un fuerte acento patriótico que dé una seguridad a la sociedad mexicana, primero que a ninguna otra, pero sin olvidar ni pretender minimizar la perspectiva internacional ni tampoco las obligaciones ya contraídas en esta esfera tan importante para conseguir una estabilidad armónica interior verdaderamente sustentable.
En tiempos electorales suelen hacerse alianzas políticas inverosímiles, que la población debe tener consciencia de esa trampa ideológica, para no caer en errores fundamentales de visión política.
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