La vinculación con la cultura, su estudio y su fomento, me ha tocado desempeñarla en México por largo tiempo. Ahora que volví a Guatemala me impulsaba el afán de crear una casa de la cultura, y proporcionar a mis compatriotas un espacio abierto a todas las manifestaciones de la cultura y el arte.
La tarea ha sido comparada a la marcha lenta de una tortuga pero en reversa. Las cosas culturales en mi país no suelen tener atractivo, ni para los políticos tradicionales, aunque tenga interés la estructura burocrática del Ministerio de la Cultura, en apoyar iniciativas como la mia, no existen los recursos para ello.
Los esfuerzos de la iniciativa privada para expandir la cultura artística, a través de galerías de arte, museos, cineclubs, etcétera, son loables pero insuficientes para una población como la nuestra. Con la característica que estos sitios culturales son en espacios cerrados que limitan subjetivamente el ingreso de la gente común y corriente, el peatón. Es una cultura de élite para la élite.
Mi idea de casa de la cultura era pensando en la "Cultura Popular", un espacio abierto para que el ingreso de mis compatriotas fuera atractivo a sus necesidades de esparcimiento y aprendizaje cultural. Pensé en la Sexta Avenida, un sitio que antaño fue la calle más importante de la urbe de los años cincuentas, y que hoy se encuentra en plena remodelación y va quedando con su antiguo esplendor.
Quise buscar una casona antigua de esa zona bella que es el Centro Histórico, para ver la posibilidad que la Municipalidad capitalina me la cediera en comodato por un largo tiempo. Eso es imposible, tendría que erogar de mis bolsillos el dinero para el remozamiento y funcionamiebnto de esa idea de casa de la cultura. No tengo los recursos económicos para brindar ese servicio a mis compatriotas. Poseo solo ideas pero no los recursos para llevarlas a buen puerto.
Es frustrante no encontrar eco en esatas inciativas que tanta falta le hacen a un pueblo como el mio, tan ajeno a la cultura en cualquiera de sus manifestaciones, un pueblo esclavizado por el trabajo infame, mal pagado con extensas jornadas laborales. ¿A qué horas se pueden dedicar a cultivar el espíritu?
Queda la intención de manifiesto en varios círculos donde expuse mi proyecto, y que suscitó grandes expectativas pero nada más.
Me rindo, una vez más, ante la imposibilidad de alcanzar objetivos sociales y culturales para los más necesitados de mi país. Me rindo y me duele demasiado no poder ir más alla de mis energías limitadas.
Esta es la idea de donde parte mi proyecto cultural de la casa de la cultura llamada El Ágora.
Ágora (del griego ἀγορά, asamblea, de ἀγείρω, reunir) es un término por el que se designaba en la Antigua Grecia a la plaza pública de las ciudades-estado griegas (polis).
Era un espacio abierto, centro del comercio (mercado), de la cultura y la política de la vida social de los griegos. Estaba normalmente rodeada por los edificios privados y públicos más importantes, como las stoas (pórticos columnados), pritaneos (oficinas administrativas), Bouleterión (edificio para las reuniones de la boulé) y balaneia (baños).
Evolución histórica
Los precedentes históricos se remontan hasta las epocas de las plazas de la Creta minoica, en donde se han localizado las primeras ágoras.
Más tarde, resurge tras la caída de la civilización micénica y ya desde el siglo VIII a. C., llegando a ser una característica esencial de toda polis, animadas por una gran actividad comercial. A partir de ese momento, el ágora (situada en la ciudad baja), sustituirá en importancia a la institución del palacio fortaleza (situado en la acrópolis) y será el centro político urbano.
Las ágoras arcaicas están estrechamente relacionadas con los santuarios religiosos y las actividades de entretenimiento, como fiestas, juegos y teatro.
Con el paso del tiempo el ágora llegó a ser el centro de las polis, tanto desde el punto de vista económico y comercial (como sede del mercado), desde el punto de vista religioso al encontrarse allí los lugares de culto del fundador de la ciudad o de la deidad protectora o desde el punto de vista político al ser lugar de reunión de los ciudadanos para discutir sobre los problemas de la comunidad y decidir colectivamente sobre las leyes. De esta manera y a su alrededor fueron surgiendo los edificios públicos necesarios para albergar todas las actividades.
El ágora fue una auténtica invención urbanística, que no tiene precedentes ni en los centros del Próximo Oriente ni en la civilización micénica en donde todo dependía de los reyes, por lo que no había necesidad de lugares de reunión.
Esta innovación se introdujo gracias a las grandes modificaciones urbanísticas iniciadas en la época de Pericles, alrededor del siglo V a. C., que con el tiempo, durante el período helenístico amplió a tres tipos principales de ágora: la mercantil, en las ciudades marítimas, en estrecha conexión con los puertos, donde el ágora se situaba cerca de las puertas de la ciudad y la política o religiosa, que la situaba en el centro de la ciudad.
La más famosa es el Ágora de Atenas.
El Foro romano es el equivalente del Ágora.
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