El periodista Carlos Aldana nos ofrece el siguiente panorama de las redes sociales y los jóvenes.
“Tengo 200 amigos”. “Yo tengo 500…” Expresiones como éstas provienen de jóvenes que son parte de las llamadas “redes sociales”, estas que se han ido convirtiendo en un espacio de socialización que jamás en la historia de la humanidad había sido tan global.
También las redes sociales se han convertido en una especie de refugio emocional. Es también por ellas que pasan campañas políticas, electorales o ciudadanas a favor de luchas válidas y legítimas. Innegablemente, también son ellas —de cierta manera— un instrumento útil para cometer fechorías, para hacerle daño a la gente que proporciona información personal de manera tan amplia que termina generando risgos innecesarios.
Facebook, Twitter, Badoo, Hi5 y otras redes sociales son ya parte de la vida de las jóvenes generaciones urbanas que es casi imposible que alguno no sea parte de esas redes, o que sus comunicaciones no pasen por allí.
No podemos alcanzar una comprensión integral y plena de las y los jóvenes de hoy, si no lanzamos miradas, aunque sea breves, al fenómeno de las redes sociales. Y aunque corramos el riesgo de parecer trasnochados o fuera de foco, también es necesario llamar la atención sobre algunos aspectos.
Por ejemplo, tener 200 amigos. ¿Llamar “amistad” a ese vínculo virtual, no profundo, casual muchas veces? Claro que existen múltiples posibilidades para la creación de vínculos entre personas, y que se puede sostener una relación permanente y buena con alguien a través de las vías de la virtualidad. Pero considerar que 200 personas a quienes nunca hemos visto en vivo, son verdaderos amigos, ¿no habla de un cierto deterioro en la creación de vínculos humanos?
¿No debiera llamarnos la atención que la tendencia sea la de preferir amistades sin vínculos o cercanía física, sin el compromiso que da la auténtica amistad? Porque es más fácil desprendernos de una “dirección” que de un amigo o amiga de carne y hueso.
La pérdida de la privacidad o el someter algunas de las inquietudes existenciales más importantes a su aparición en un “muro”, o tratar de que los problemas o situaciones personales sean motivo de lectura y expresión de personas que no necesariamente lo hacen con buena voluntad, ¿no es como un grito desesperado que nos indica que hay mucha soledad en la juventud de hoy?
Acompañados de cientos y cientos de “amigos virtuales”, pero solos y vacíos de vínculos afectivos. Probablemente tengamos que admitir que esos vacíos creados en hogares de poca comunicación y afecto son la causa principal por la cual se acude existencialmente a las redes sociales.
Ello habla, entonces, de que las redes sociales —en su dimensión de llenado existencial y afectivo— se fortalecen por la creciente debilidad que el ser humano está expresando en sus conexiones con semejantes.
Está claro que las redes sociales llegaron para quedarse. No se trata de tener la postura de dar la espalda a esta realidad, ni de dejarnos llevar por ellas.
Las denominadas “redes sociales” debieran ser el complemento de las verdaderas y reales redes sociales: las que creamos con nuestros nexos y vínculos físicos, afectivos, emocionales y hasta políticos con nuestros semejantes.
El uso de las redes virtuales debiera estar marcado y condicionado por nuestra vivencia de redes humanas plenas. No hay ningún problema en tener “200 amigos virtuales”, si nuestro énfasis, amor y compromiso más completo está en los 2 reales con los que hemos aprendido a convivir plenamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario