Durante los años que conviví con La Brenda, bajo el esquema amoroso de la "toalla", que significa llanamente que cada quien vive en su casa, sin hacer vida marital bajo el mismo techo, para evitarnos las rutinas desgastantes de toda relación de pareja, ella aceptó este planteamiento mio a regañadientes. Su proyecto era vivir en pareja pero con su hombre todo el tiempo a su lado.
Cuando me quedaba a dormir con ella en su espaciosa mansión de San Angel, un barrio elegante de la ciudad de México, cosa que ocurría muy de vez en cuando porque ella prefería ir a dormir conmigo a mi departamentito en La Condesa, ese barrio bohemio con varios parques preciosos. Pudo observar los interiores de su casa, y me fijé en los closéts, que eran varios y espaciosos, estaban saturados de ropa y zapatos, eso sí bien ordenados por colores y también por tipo de prenda (blusas, pantalones, abrigos, cajas y cajas de accesorios, cajas y cajas de cosméticos caros, etcétera, y los zapatos ocupaban varias filas, porque ella poseía más de 200 pares de ellos; yo la bromeaba por ese detalle de su afición desmedida por los zapatos, le decía: "más bien pareces una cienpies que una mujer".
Y yo me puse a pensar de inmediato ante ese panorama de una casa llena de objetos y guardarropas inmensos, ¡¡sí aquí no hay espacio ni siquiera para unos calzoncillos y calcetines mios !!
Cuando La Brenda disponía que dormiría conmigo en mi departamentito, las cosas eran bastante planeadas con mucha anticipación, y consistía en que ella se trasladaba con tres maletas repletas de ropa y varios pares de zapatos, casi siempre nuevos. Eso para pasar una noche nada más. Sus cambios de vestuario son frecuentes, de día y de noche, y siempre en formas sorprendentes para mi. Siempre divina y elegante, muy fashion ella todo el tiempo.
Yo suelo vestir con sencillez extrema, elegante si, pero no con ropa demasiada cara, simplemente me fascina el lino blanco. Y así me siento cómodo. Ella sabedora de mis gustos exóticos por el lino, me mandó a diseñar unas guayaberas de lino con la diseñadora de moda de La Condesa, Carmen Rión. Todavía las conservo, son elegantes y preciosas todas ellas.
Cuando a mi me presentaron a La Brenda recién salía yo de una terrible enfermedad que me tuvo postrado dos años en un hospital de Querétaro. Estaba físicamente desmejorado y desmoralizado por el esfuerzo de una lucha larga y tediosa contra el cáncer.
Sin embargo el día de nuestro primer encuentro, todo ocurrió como lo había planeado nuestra amiga en común, la Renata. Fue en un restaurante muy elegante y distinguido, El Harrys, típica comida de Nueva Orleans y un buen bar. Todo a media luz, así que La Brenda no percibió mi tez amarillenta de la anemia que me provocó la medicina, se concentró en mi conversación y en mi sentido del humor, ese humor ácido y negro que no me deja nunca.
La hice reír todo la noche y eso la prendió conmigo, porque de ahí, del Harrys, salimos directamente a su casona. Previemente despedimos con discresión a La Renata, la celestina de esa noche. La Brenda sabía mi historia reciente y de mi actividad como director de la carrera de psicología en la Universidad, nada le impresionó más que el asunto del cáncer, tema del cual me niego a hablar demasiado, me fastidia y me revuelve la historia de la cual no quiero ni acordarme.
En esa primera noche de amor, La Brenda sin prejuicios de ninguna clase se entregó a mi, gozosa y feliz. Ni ella ni yo sospechábamos lo que duraría esa relación, podía ser una noche o muchas, al final fueron muchas más de las que soñabamos en un primer momento.
Al color de los whiskys mios y sus cubas libres, despúés de unas horas de placer sexual, me preguntó directamente: ¿Tú que deseas en la vida ahora mismo? Pude haber respondido, te deseo a ti, sobre todas las cosas, pero me salí por la tangente.
Le dije: -"Lo que único que anhelo ahora mismo es tener una camioneta blanca, último modelo, y una bella mujer conduciéndola". Ella respondió de inmediato, "la mitad de tu anhelo ya lo tienes, la otra parte algún día te la compraré."
Esa historia de la camioneta blanca fue objeto de mil bromas por parte de todos mis amigos, que cuando veían pasar una camioneta blanca último modelo, gritaban para ver quién era la mujer que iba conduciéndola y podérmela presentar.
¿Por qué la camioneta blanca era mi obsesión? Porque yo quería salir a pasear por toda la república mexicana, al lado de una bella y distinguida mujer cincuentona. Yo me incapacité para manejar automóvil, perdí fuerza en la pierna izquierda, así que requiero los servicios de un aunto y chofer siempre.
Hoy que La Brenda anda de compras en Nueva York, me llamó por teléfono para darme la noticia: "negrito lindo, acabo de comprar en México una camioneta blanca último modelo, pensando en ti".
Ella tiene un Mercedes Benz deportivo modelo 2010. Que no lo deja nunca para salir a cerretera, es fabuloso ese auto y muy cómodo. Lo disfruté mucho cuando vivmos juntos ese romance loco.
La Brenda cuando se enteró que pienso casarme con otra mujer, estalló coléricamente y me amenazó y me insultó llena de rabia. "¿Cómo puedes hacerme eso a mi?" "Eres un desgraciado, mujeriego".
Una semana después. Ahora toda dulce ella, con voz melosa me dijo: "negrito, ¿quieres cumplir tu anhelo completo?
"Ya tienes TU camionetota blanca, último modelo, solo para ti". ¿"Qué te parece mi idea?"
"Ven a vivir conmigo, bueno aparte, pero vente a México y yo te cuidaré y te manejaré tu comioneta blanca, para ir a dónde tu quieras ir".
Tentadora la oferta, ¿no lo os parece?
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