Diciembre suele ser un mes de mucha pirotecnia y Argentina no es la excepción a la regla, pero la pólvora no es lo único que explota para despedir el año. También hay pirotecnia política y social. La ocupación de predios públicos y privados, parques y campos de deportes que se extienden en la capital argentina así lo ratifican.
Estas tomas elevaron la temperatura política a tal grado que la presidenta Kirchner decidió cambios a fondo, pero paulatinos, en su gobierno. Así, admitió, por primera vez en siete años de gestión (tres suyos y cuatro de su difunto esposo) que la inseguridad es un problema serio, algo que siempre quiso negar y que le había valido numerosas manifestaciones callejeras y críticas en estos años.
Además, designó a Nilda Garré, la ex ministra de Defensa, al frente del ministerio de Seguridad, un esquema que manejaba personalmente el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, y la ministra debutó con una numerosa purga policial.
El asesinato de Mariano Ferreira, el joven militante de izquierda que acompañaba la protesta de trabajadores ferroviarios en octubre pasado, y dos de los cuatro asesinatos en el ocupado parque Indoamericano, la semana pasada, habrían llevado a la presidenta a tomar esa drástica decisión.
Con su popularidad en buenos niveles, la presidenta vio cómo el conflicto de las ocupaciones y el enfrentamiento de su administración con la de Mauricio Macri, jefe de gobierno porteño, dejaba a su gestión en el ojo del huracán, por el fracaso desesperante del Estado para proteger bienes y vidas.
“Siempre nos preocupó la seguridad”, advirtió la mandataria el día que anunció los cambios, y cuando los argentinos vivían con tensión el peor diciembre desde el de 2001, que le costó la vida a 18 personas y el gobierno al entonces presidente Fernando De La Rúa. Hasta Eduardo Duhalde respondió a las acusaciones de estar atrás de las protestas con: “El que está en política sabe que diciembre siempre es un mes complicado…”.
“Aquí tenemos una muestra de que el problema social de aquellos años sigue sin resolverse. La pobreza ha seguido aumentando estos años y los políticos dirimen sus cuestiones electorales en vez de resolver el problema de esa gente”, se quejó Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz.
El conflicto desató también pulsiones xenófobas, que obligaron a las quejas y advertencias de los gobiernos de Bolivia y Paraguay, pero sobre todo, mostró un dato revelador del “modelo de distribución” de la era K. Que los efectos del crecimiento económico promedio de 8% en estos años “no llegan a los sectores más bajos de la sociedad”.
“Mostró también que la política (incluso en la versión neoliberal de Macri) en el distrito más rico del país (la capital), es incapaz de ejecutar presupuestos coherentemente y hacer las obras que se aprueban”; explicó el diputado de la Ciudad, Fabio Basteiro, de Proyecto Sur.
Rápida de reflejos, como si hubiese interpretado que la etapa del duelo llegó a su fin, la presidenta tomó medidas drásticas. Abrió la negociación con el gobierno de Macri y le recortó el poder a su jefe de gabinete, quien para muchos tiene “un pie afuera y otro dentro del gobierno”.
La situación social, con nuevas tomas de predio, el viernes, a escasas 20 cuadras de la Casa Rosada sigue siendo compleja, pero a Kirchner el conflicto la tomó en plena etapa de actualización de su gobierno. “tomando decisiones que con Néstor en vida hubieran sido impensadas, como la de abordar de lleno el tema de la inseguridad”, según el sociólogo Flavio Guberman, o poniendo distancia de varias organizaciones sociales que fueron fomentadas desde la estructura oficial.
Todo para que este diciembre se parezca menos a aquel de 2001 que marcó un antes y un después en Argentina.
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