Cinco grafiteras españolas pretendían llenar de color y vida 50 metros del muro de hormigón de unos siete metros de altura que rodea Belén por la zona este de la ciudad, que desprende frustración y amargura, todo ello teñido de gris.
“Así, quienes visiten Belén en Navidad podrán ver algo distinto”, comentó una de las grafiteras. Por encima del muro se alza una torreta con pequeñas ventanas alargadas, protegidas con cristales blindados y, al lado de la torre, una puerta metálica, gris, del mismo color que el hormigón, por donde los soldados israelíes entran en Belén.
Las grafiteras españolas responden a los nombres de Yubia, Makoh, Musa, Den y Mamba, con los que firman sus obras, y han llegado a Belén con la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género y con el propósito de dar color a ese gris.
Las cinco jóvenes planean su trabajo desde el territorio palestino. Estudian el muro, tapan los dibujos desconchados, dan uniformidad al hormigón y llenan de color la puerta por donde salen los soldados.
Mamba recorre la puerta y calcula que mide unos 25 metros, y piensa ilusionada que con su trabajo se llenarán de vida.
Den se sitúa a los pies de la torreta, mientras que las demás jóvenes utilizarán otros veinticinco metros del muro para dedicar sus grafitis a los niños palestinos.
Mamba está delante de la puerta, se protege con una mascarilla, y con los botes de color comienza a crear una cara de mujer llena de surcos, una anciana.
Den, a los pies de la torreta, dibuja una circunferencia con el anagrama de Mujeres Artistas por la Paz.
Yubia, Makoh y Musa crean un mundo infantil, donde el personaje de Lewis Carroll es el protagonista.
El primer día trabajan bajo presión, los soldados de la torreta arrojan sus colillas cerca de las jóvenes, a modo de diversión, a ver si dan en el blanco.
Mientras tanto, la cara de mujer surcada de arrugas, con pañuelo negro comienza a tomar forma.
Alicia, el personaje más famoso de Carroll empieza a enseñar su rubia cabellera. Mientras tanto, las colillas siguen cayendo.
El trabajo del segundo día comienza temprano. La puerta este ha perdido su gris anónimo y la cara de la anciana destaca sobre un fondo rojo en forma de flor, donde una mariposa de grandes alas se posa a la izquierda del rostro, entre un fondo blanco que resalta aún más la cara al final del portón, verde, verde campo, verde infinito y sobre éste un corazón rojo.
El grafiti recoge los colores de la bandera de la Autoridad Nacional Palestina: blanco, rojo, verde y negro.
Ya no caen colillas. Los soldados, jóvenes israelíes que están haciendo el servicio militar, cambian colillas por sonrisas y piropos en inglés.
Trabajar sin presión hace que las grafiteras se inspiren y puedan mover sus botes con precisión.
“La anciana representa la sabiduría y las arrugas de su rostro el dolor. Su cara refleja el sufrimiento y la voluntad de defender lo suyo, en definitiva la dignidad”, dice Mamba.
La base de la torreta se ha convertido en un espacio colorista, donde naves espaciales de distintas policromías vuelan sobre la torreta inmóvil. Todo un espacio dedicado a la ilusión, a viajar más allá de las fronteras, porque se puede “volar con la mente”, dice Den.
Alicia es casi un gigante sobre el muro, su silueta está arrodillada delante de una diminuta puerta de madera, que está inmersa en un mundo de fantasía.
“Alicia en el país de las maravillas es una de las obras más conocidas y que puede ayudar a la población infantil palestina a vivir con imaginación, la misma que necesitarán para poner fin al conflicto”, aseguran Yubia, Makoh y Musa.
Unos cincuenta metros de hormigón se han desprendido del gris y viven, tienen color. Sólo restan los remates y una frase que pregunta en inglés: “¿Dónde está el amor?”
Finalizar la obra resultó imposible. Los soldados israelíes, cuando las jóvenes, bote de pintura en mano, se disponían a retocar los grafitis, abrieron el portón, ahora pintado con la cara de la mujer anciana, pidieron los pasaportes, se olvidaron de las sonrisas y dijeron:
“Aquí no se puede pintar, este territorio es nuestro y no permitimos grafitis.”
Jóvenes palestinos colocan una bandera de su país sobre la controvertida muralla de separación Israelí, durante una protesta contra su levantamiento, en la población cisjordana de Walajah, cerca de Belén. La construcción fue frenada varias veces en 2010 por manifestantes palestinos, israelíes e internacionales.
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