Dice el New York Times que Londres es uno de los 10 mejores sitios del mundo para pasar la Navidad. Este bloguero discrepa respetuosamente: es uno de los sitios más aburridos del mundo. Es una buena idea venir los días previos a la Navidad siempre y cuando uno se pirre por las compras, le encante que le pisen los pies en Regent Street, le ponga un montón sortear a miles de personas que vienen directamente de frente en Oxford Circus o lo que de verdad le apasione sea comprar el más bien horroroso "Christmas Pudding" en lugares como Fortnum & Mason.
Pero en Navidad, lo que se dice el mismísimo día de Navidad, Londres es una ciudad muerta. A última hora de la tarde del día de Nochebuena, y hasta la mañana del día 26, cierra el metro, paran los trenes, desaparecen los autobuses, los taxistas se van a casa, los restaurantes echan la persiana y lo único que queda por la calle son algunos coches, mini-cabs que cobran precios exorbitantes y algún turista despistado que aún confía en encontrar algún sitio en el que cenar.
Por no haber no suele haber ni coches para alquilar. Una de las pocas señales de que sigue habiendo vida es la corner-shop, la tienda de ultramarinos de la esquina, siempre fiel a la clientela.
Aunque no faltan discotecas y bares abiertos para los más necesitados, la Navidad es en Londres algo esencialmente familiar, casero. La tradición dice que en la noche del 24 de diciembre (Christmas Eve) los niños cuelgan en casa unas botas de lana llamadas Christmas Stockings con la esperanza de encontrárselas llenas de regalos a la mañana siguiente y le dejan unas cuantas mince pie a Santa Claus.
Las mince pie son unas tartaletas muy populares que siglos atrás se hacían con un relleno a base de carnes, frutas y especias y cuya base ahora lo forman una variedad de frutas secas y escarchadas, manzana y especias. Hay que decir que estas pie están pero que muy ricas. Los mayores comen tartaletas y tarta de manzana ayudándose de un ponche llamado posset que se elabora a base de leche caliente, huevo, cerveza o vino, azúcar y diferentes especias.
Los más creyentes van a la misa del gallo, como en cualquier otro país cristiano.
La Nochebuena es más bien ligera porque lo que de verdad se celebra es el día de Navidad, que gira en torno a la mesa. El día empieza con los niños abriendo los stockings, el intercambio de regalos, la (eventual) asistencia a misa y, o bien comida temprana o bien el discurso de la reina a las 3 de la tarde y luego la comida navideña.
La tradición señala que el plato fuerte de esa comida es pavo al horno acompañado de su relleno, coles de Bruselas, patatas, la famosa cranberry sauce (salsa de arándanos: más bien una mermelada), bacon, salchichas, castañas, chirivías y la correspondiente gravy (salsa). Dicho así parece una larga lasta lista de ingredientes que se meten todos juntos en una fuente y se hornan junto al pavo. Nada más lejos de la realidad.
Cada ingrediente tiene su secreto y los británicos consumen horas y horas de programas de televisión y leen y releen docenas de recetas para saber cómo cocinar el mejor relleno, como hornear el ave de forma que quede lo bastante cocida y al mismo tiempo tierna por dentro y crujiente por fuera.
Las patatas tienen un ritual especialmente complicado y en ocasiones requieren varias cocciones con distintas técnicas -hervor, fritura, horneado, valor...- antes de alcanzar su mágico punto justo y su atractivo color dorado. Las coles de Bruselas son odiadas por el púiblico en general y los niños en particular pero no faltan jamás en una mesa navideña que se precie.
La salsa puede ser una simple gravy o una más rústica salsa de pan pero en nigún caso ha de faltar la roja y dulzona salsa de arándanos.
Después de este festín nada ligero llega el verdadero peso pesado de la cita gastronómica navideña: el inevitable Christmas pudding. Servidor ha hecho todo lo posible por apreciar este legendario postre británico, llegando incluso al extremo de prepararlo en casa, siguiendo todos los rituales paso a paso, incluidas varias horas de cocción al vapor y varias semanas de reposo del pudding debidamente sellado y colocado debajo de la cama, lugar donde dice la leyenda que hay que dejarlo hasta que llega el momento de calentarlo, flambearlo y servirlo. Tengo que decir que ese pudding no estaba peor que el mejor del mercadp.
Pero tampoco mejor. Como se dice aquí, el Christmas pudding "is not my cup of tea".
Por último (aunque en muchas casas se hace justo antes de empezar la comida navideña) está el ceremonial de las Christmas Cracker, un triple recipiente cilíndrico de cartón envuelto en papales de colores. Con los brazos cruzados, cada comensal agarra una craquer con cada mano con ayuda de los comensales de al lado, formando entre todos un círculo cerrado.
Cuando se da la seña todos tiran de las cracker y el que tiene suerte se queda con un cilindro lleno y otro vacío y el que tiene mala suerte se queda sólo con un cilindro vacío. Cilindro lleno es quizás micho decir: las cracker suelen contener un pequeño (e inevitablemente decepcionante) regalo, desde una mini peonza de plástico a un cochecito, un chiste (malo) y una (ridícula) corona de papel.
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