miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los jóvenes se quieren casar menos ahora.

Una radiografía social de los jóvenes chilenos: el creciente fenómeno de desinstitucionalización que viven los jóvenes. Menor interés en participar en organizaciones, en ceder autonomía y en dejarse influenciar por una institución establecida. El matrimonio no escapa de esa regla.

La misma encuesta advierte una baja de los jóvenes de entre 25 y 29 años que hoy están casados: de 17,9% en 2006, a 11,8 en 2009. Si el calendario retrocede aún más, el fenómeno es más profundo aún: 36% el 2000 y 41,9% en 1997.

"Los jóvenes siguen buscando la familia y los hijos, pero lo hacen a través de una relación menos formal y menos vinculante", comenta el director del Injuv, Ignacio Naudon. Los números avalan esa tesis.

Según la encuesta, 37,5% de los jóvenes de esa edad pone como primera opción, cuando se les pregunta por lo más importante para ser feliz, "construir una buena familia o relación de pareja". El 91% dice que su principal actividad es "estar con su familia". "Es decir, la búsqueda de los afectos sigue intacta", agrega Naudon. Lo que ha cambiado son las formas.

No a los modelos

"Se han movido los estereotipos", complementa Edmundo Campusano, sicólogo clínico y académico de la U. Mayor. Por eso, hoy, los hombres se ven preocupados de entregar y conseguir afecto y las mujeres, de salir al mercado laboral. Los caminos que conducen a la felicidad pueden ser los mismos: familia, hijos y trabajo. Sin embargo, la manera como se construyen puede ser otra.

"La apertura a nuevas formas de vida, religiones, formas de trabajar y de buscar la felicidad han cambiado el diseño que las personas eligen para vivir su vida", dice Campusano. Ahí entra en juego la penetración de la convivencia.

Hay dos miradas para verla. Los jóvenes quieren probar y con razón. "Es que no tienen una apreciación positiva del modelo de pareja de sus padres. Así lo dice la experiencia clínica y los estudios. Y como están eligiendo ser felices, ya no es como que dan saltos a casarse, por ejemplo, así nomás", explica Campusano.

La otra mirada de la convivencia está por el lado del compromiso. Una encuesta de la UDP muestra que el 78,8% de los chilenos aprueba que las parejas vivan juntas antes de casarse. Pero hay quienes ven en esto una forma de resguardarse y no comprometerse.

"Si me preguntabas hace 15 años, uno veía en consulta a gente que quería convivir porque le asustaba el compromiso. Pero hoy, una gran parte de quienes conviven lo hace porque le ha perdido el peso a las construcciones clásicas y la ven como una forma de compromiso que no requiere de un papel".

Miguel Angel Campillay, sicólogo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, va por la línea de la aceptación social que ha adquirido la convivencia, "que hoy es vista y entendida como un compromiso real", por lo que el matrimonio no aparece como un paso necesario para constituir una relación seria ni una familia.

"De hecho, los jóvenes hoy se casan más por necesidades específicas, por ejemplo, para postular a una beca", dice el sicólogo de la U. de Chile.

Campillay dice, además, que las cifras reflejan algo que ya es evidente: cómo se han extendido los ciclos de desarrollo personal. Si antes, a los 30 años, una persona debía estar casada y tener hijos, hoy no existe la presión social para ello, pues los espacios profesionales han ido compitiendo y ganando a los familiares.

Primero en el caso de los hombres y últimamente, las mujeres. Eso no significa, apunta, que este grupo no aspire a tener una familia, pero maneja de otras formas los tiempos en que ello debe producirse. "Especialmente, los hombres han retardado su adolescencia. Si antes ésta podía llegar a los 22 años, ahora fácilmente llega a los 30 años. Es fácil encontrar hombres de esa edad con conductas propias de un adolescente. Ellos se imaginan el momento de tener una familia, pero como algo mucho más tardío".

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