Luisa era una mujer con un futuro prometedor. Trabajaba en el área de ventas en una institución educativa y en tiempo récord pasó de ser asistente a ocupar una gerencia. Hoy, Luisa está desempleada y enferma.
La causa de su estrepitosa caída no fue el exceso de trabajo, ni un pobre sueldo, sino el mobbing.
¿Quién no conoce casos de jefes que gritan y humillan, compañeros que se burlan, ignoran o amenazan? Todo eso tiene nombre y es un problema laboral que puede poner fin a la carrera de personas exitosas, dejarlas incapacitadas o llevarlas al suicidio.
El mobbing (del inglés to mob, atropellar) es también conocido como acoso sicológico laboral. La doctora Rocío Fuentes Valdivieso, del Instituto Politécnico Nacional, lo define como “un hostigamiento constante y asimétrico; es decir, que un conjunto de personas buscan un blanco al cual atacar de manera persistente”.
En este caso, Luisa fue víctima de sus compañeros, sobre todo de una. “Esta compañera, que se vuelve mi competencia, primero fue mi amiga, y cuando empezó a ver que ella no llegaba a sus metas y yo sí, me convertí en objeto de odio para ella. Cuando me proponen para la gerencia, ella forma un grupo de amistades, de personas que no se llevaban conmigo, y empiezan a atacarme; nadie de su gente me dirigía la palabra, se burlaban de lo que decía, de cómo iba vestida. El área se dividió y se creó un clima laboral muy pesado; yo hablé con mis jefes, pero no hicieron nada”.
Y así pasaron un par de años, Luisa soportaba el áspero ambiente laboral, mientras su imagen se manchaba más, su salud se dañaba y su desempeño empeoraba.
“Esta mujer me atacaba con correos electrónicos, me ponía apodos, me inventaba chismes... Todo esto pareciera un pleito de mujeres chismosas y eso es lo más grave porque así lo ven tus jefes. Me dejó como informal, impuntual; ya no trabajaba igual, acabó con mi trayectoria que iba para arriba, muchos me felicitaban y me decían que llegaría a rectora”, lamenta Luisa.
Según la doctora Fuentes, en México el mobbing ha existido siempre, pero es un tema poco tratado, tanto que en el país no existe institución a la cual pedir ayuda. Destaca que las mujeres son más propensas a sufrir este abuso, ya que “ellas padecen más acoso sexual, entonces, cuando ellas no responden a la propuesta amorosa, se vuelven víctimas de mobbing”.
Fuentes, quien en conjunto con el doctor Eleazar Lara Padilla —también del IPN—, escribió el libro Mobbing y Fibromialgia, comenta que las víctimas de este mal sufren generalmente depresión, cansancio, trauma sicológico, terror a ir a trabajar y, en casos más severos, paraplejia o suicidio.
Luisa recuerda que “pensar en ir a trabajar me daba dolor de estómago... Sí quiero volver, pero me da miedo volverme a encontrar con esas situaciones. Por ahora tengo que superar el daño moral, el daño físico, porque ahorita estoy enferma de todo... hay días que no quiero ni levantarme, me duele todo el cuerpo y así no voy a rendir en ningún trabajo”.
Y ante la ausencia de instituciones a donde denunciar el maltrato, la doctora Fuentes recomienda pedir ayuda con el jefe inmediato. Si él no resuelve, con el que sigue, pero no quedarse callado.
Lo cierto es que ante la falta de empleo, el temor a ser despedido o a manchar su imagen orilla a las personas a soportar el maltrato, temores por los que Luisa dejó crecer el problema. Así que hoy, su recomendación, es: “Pues en primera, no destacar, suena mediocre, pero en México trabajas bien y todos te atacan. Yo veo a otros que siguen allí, nunca han sobresalido pero ahí siguen, entonces, pues no destacar”.
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