Por Orlando Delgado Selley
Hace apenas unas semanas el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, dijo en una muy desafortunada conferencia de prensa que México era un país de clase media, que los hogares con ingresos de 15 mil pesos estaban en el 10 por ciento rico de la población, y remató con su célebre recuento de lo que podía pagar una familia con ingresos de 6 mil pesos. Al dar a conocer los resultados definitivos del Censo de 2010 Calderón ha planteado que somos un país de clase media y ha retado a que se discuta el tema.
Hay muchas formas de discutir este asunto. Hagámoslo con datos ofrecidos por Calderón, extraídos del propio censo, relativos a las remuneraciones en términos de salarios mínimos. Con esta información es posible construir una imagen nacional simple: en 2010 el 31 por ciento de las familias mexicanas ganaron menos de dos salarios mínimos; 36 por ciento obtuvieron entre dos y tres salarios mínimos, y 33 por ciento más de tres salarios mínimos. En pesos y centavos esto quiere decir que 67 por ciento de la población ganó en 2010 menos de 5 mil pesos, mientras solamente 33 por ciento ganó más de esos 5 mil pesos.
Tener un ingreso mensual de 5 mil pesos no permite adquirir los bienes y servicios necesarios para que una familia de cuatro miembros tenga una vida mínimamente cómoda. Dos terceras partes de la población tienen este magro ingreso que, por supuesto, los ubica como una población con carencias económicas significativas, a los que difícilmente podría llamárseles clase media. Sólo con este dato es posible desechar la hipótesis de la conversión a un país de clase media. Por el contrario, lo que se pone de relieve es que seguimos siendo un país en el que la pobreza es el dato dominante.
El asunto es más claro al desagregar a la tercera parte que percibe más de tres salarios mínimos. Los que ganan entre tres y cinco salarios mínimos son el 15 por ciento, los que reciben más de cinco representan el 18 por ciento. En pesos significa que reciben un ingreso de entre 5 mil y 8.3 mil pesos mensuales. Alguien puede sostener con argumentos serios que una familia con este rango de ingresos podría considerarse capaz de tener un patrón de consumo, que incluya satisfactores por encima de los de subsistencia
Solamente 18 por ciento de la población tiene ingresos mensuales superiores a 8.3 mil pesos. Según la información de la última Encuesta Nacional Ingreso-Gasto de los Hogares, el ingreso promedio del decil diez, el de los más ricos, fue de 15 mil pesos, lo que indica que la concentración en la cúspide de la estructura distributiva es extraordinaria. Este es otro de los rasgos sobresalientes de la realidad mexicana, que debiera conducir a políticas públicas que se propusieran corregirlo.
Otro dato importante es el relativo a la supuesta mejora en las remuneraciones reales. Según Calderón el censo da cuenta de que por primera vez en varias décadas hubo mejoras en los salarios mínimos reales. La información que proporciona la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos refuta esta afirmación. El índice del salario mínimo real con base en 1994 = 100 era para 2000 a la llegada de Fox de 75.85, y cuando se fue lo dejó en 75.01, con una pequeña reducción. En 2010 Calderón lo tenía en 72.81, lo que significa una caída de 27 por ciento respecto a 1994, y de 3 por ciento respecto a 2006.
La conclusión más significativa que puede extraerse de estos datos es que nuestro país no ha logrado superar las características típicas del atraso: aguda concentración del ingreso que se mantiene prácticamente inalterada con el cambio a un régimen político de competencia electoral normalizada, junto con niveles de remuneración que no le permiten a una amplia mayoría lograr una vida confortable. En otros países, como España, la llegada de la democracia trajo consigo una reducción consistente de la concentración del ingreso, gracias a que gobiernos de signo ideológico distinto mantuvieron esa política.
Por eso efectivamente aún no estamos donde queremos, porque no hemos avanzado. Perdimos el paso hace tiempo. Estamos lejos de donde México debe estar. Para lograrlo habrá que cambiar muchas cosas, entre ellas al gobierno.
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