Carlos V es un chico de unos veinticuatro años, inteligente y decidido hacer de su vida lo que se le dé la gana. Quiere ser él mismo un ser auténtico, dispuesto a no transigir en sus propósitos, pero su padre Carlos IV está dispuesto a someterlo a la fuerza a sus designios.
Desde finales del siglo XIX, esta familia ha dispuesto ponerle a su descendencia el nombre del bisabuelo, Carlos. El bisabuelo fue Carlos I; y así la tradición fue prolongándose a través de Carlos II, Carlos III, Carlos IV y finalmente en el siglo XX, nació Carlos V.
Cuando el padre de Carlos V se enteró que su hijo había tomado una decisión personal sin consultarlo con él, montó en cólera y lo encaró furiosamente.
-¿Cómo que has decidido ese cambio en tu vida? No sabes el dolor que me ocasionas a mi y a toda la familia. Eres un hijo desagradecido, traidor de la tradición de esta familia de abolengo. Seremos objeto de burlas de nuestra sociedad. !Cómo se te ocurre cambiar el rumbo de tu vida, así nada más¡
-Papá, quiero ser libre y decidir mi vida, sé que te causo dolor y molestias sin fin, pero no estoy dispuesto a seguir con esto nada más porque tu me lo ordenas.
-Hijo, estoy abochornado con tus ideas, no las comprendo. Desde que naciste pensé que ibas a cumplir con mis expectativas de padre y mira con qué me sales ahora. Fuiste un varoncito deseado que yo fui cultivando amorosamente, y mira nada más que me haces ahora: me traicionas.
-Tu futuro estaba más que asegurado si seguías la línea que yo te marqué desde pequeño, pero con ese cambio de mentalidad y de ideología, pues ya no. ¿Comprendes eso?
-Pero papá, tengo derecho a ser yo mismo y no una continuación tuya.
-Hijo, vienes a poner en ridículo a toda tu familia, a los que mas quieres. No puede ser, no es justo con nosotros que creímos en ti siempre. El día que se enteren propios y extraños de tu decisión, me voy a morir de la verguenza, con qué cara los enfrentaré.
-Papá díles la verdad, es mejor así.
-Carlos, has destrozado mi vida y la de tu mamá y tus hermanos. Eres un ingrato, no tienes escrúpulos ni moral.
-papá, no voy a cambiar de rumbo por ti, ni por nadie.
-Hijo, yo he tenido el despacho de abogados con una larga tradición de casi 100 años, porque recuerda que tu bisabuelo Carlos I lo fundó, y el despacho se acreditó siempre con nuestro nombre y apellidos. Y ese despacho lo había pensado heredártelo a ti, pero me sales con que quieres ser !ingeniero agrónomo¡ y no abogado. Es el acabóse y la desgracia familiar, por tu culpa.
-Papá, no exageres, ser agrónomo es una profesión necesaria para este país, porque abogados hay demasiados ya.
-Hijo, me convertiste en la burla de mis colegas de profesión. Cerraré el despacho, ya que la tradición se cortó contigo.
-En el cultivo de hortalizas yo seré Carlos I, el Rey de los espárragos.
-Hijo, te odio con todas mis fuerzas.
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