Por Arnoldo Kraus
Avuelapluma, la pregunta que formularé, cuyo origen es la insana obsesión que profeso hacia casi todos los políticos y su forma de oficiar, sea en español o en chino, en México o en Libia, en el pasado o en el presente, gira, como Perogrullo lo dicta, en torno a la realidad. La cuestión es la siguiente: En los políticos, ¿predomina la miopía o el astigmatismo? Aunque la ceguera es la enfermedad más frecuente y contagiosa en la casta política, he excluido, de la pregunta, por la más simple de las razones, a la ceguera.
Por ser la ceguera una condición absoluta es imposible que los políticos ejerzan su oficio. Desde tiempos remotos, filosóficos o matemáticos, se sabe que dos absolutos no pueden convivir. Aunque en ocasiones tarde mucho tiempo, ser ciego y político tiene límites temporales. Muchos animales políticos –así gustan algunos que se les llame, así es la inmensa mayoría– son denostados y expulsados cuando la ceguera destruye demasiado.
Pocos políticos se han mantenido en el poder cuando la visión desaparece. La mayoría han regresado a su condición animal, no el sentido de inferioridad que supone el reino animal, sino por la imposible reflexión de los políticos acerca de su propio comportamiento y de los daños emanados por su estulticia y por su insalubridad. La muy vieja hybris y el no tan viejo “gatopardismo” son, entre muchos, dos baluartes de los defectos visuales y mentales de muchos de los animales del zoológico político.
Hybris, o hubris, como también se le denomina, se refiere a personas arrogantes, orgullosas en extremo o altaneras. Las “personas hybris” basan su condición en el uso desmedido del poder; muchos de ellos están fuera de la realidad; sobrestiman su capacidad y competencia. Esa sordera es muy nociva. Hacer todo, sin importar los costos negativos, es consustancial a su condición. El término “gatopardismo” (o “lampedusiano”) proviene de la novela El gatopardo, del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa. En ella el autor escribe: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
En ciencias políticas –ignoro quién modificó la frase original– la tesis de Lampedusa fue rescrita: “cambiar todo para que nada cambie”. Esa paradoja es el eje del “gatopardismo” y retrato del político –¿quién más?– que supuestamente cede o modifica partes de las estructuras con tal de conservar el todo sin que nada cambie. Hybris y “gatopardismo” (o hybris + “gatopardismo”): condición sine qua non de muchos, muchísimos animales políticos, viejos y contemporáneos.
La arrogancia y la altanería, hybris, en las lides políticas es precursora de la miopía, del astigmatismo y de la ceguera. Todo se puede porque la mirada de los animales políticos todo deforma. Ver para creer: Kadafi en Libia, Lieberman en Israel, Ahmadineyad en Irán, Putin en su país, Berlusconi en su empresa y nuestro triste, muy triste Partido de la Revolución Democrática en un México empobrecido por su pobreza. Y un muy largo etcétera.
“Cambiar todo para que nada cambie”, “gatopardismo”, es el alma y el mapa genético del ramillete político. Todo se vale: prometer no cuesta. Culpar a quienes ocuparon los puestos previos es gratuito. Ver para creer: el baile entre PAN y PRI, el Nobel Obama, el mediocre revolucionario Daniel Ortega, la inacción de la Organización de Naciones Unidas ante las matanzas en Darfur. Y un muy largo etcétera. Hybris + “gatopardismo”: ¿podremos tolerar más indignidad?
En la población común y corriente la miopía es una enfermedad muy frecuente. En los animales políticos también lo es. Los miopes tienen dificultades para enfocar bien los objetos lejanos (aparecen borrosos); ven bien los objetos cercanos. Quienes padecen astigmatismo tienen dificultades para enfocar tanto los objetos cercanos como los lejanos. Los miopes y los “astigmatas” políticos sufren males irreversibles imposibles de corregir, como se logra en la población común y corriente, mediante el uso de lentes. Sus defectos ópticos les impiden avizorar el futuro, ya que el presente inmediato, el que enriquece sus bolsillos, es invisible.
No hay presente. No está. ¿Por qué preocuparse por los cambios climáticos si el futuro es asunto lejano? ¿Por qué romper con Kadafi si tiene petróleo? ¿Por qué no se encarceló a Pinochet y se le dejó morir sin ser juzgado? ¿Por qué no permitirle a Lieberman decir lo que dice si Hezbolá hace lo que hace? ¿Por qué no darle el Nobel a Obama si habló durante su campaña acerca de Guantánamo, el sótano de la condición humana? Y así. Y así hasta el infinito. Y así hasta después del infinito.
¿Miopía o astigmatismo? Ceguera como corolario de la miopía y del astigmatismo político imposibles de tratar.
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