Luis Martínez
En el suplemento Domingo del periódico El País (27/03/11), Javier Moreno entrevistó a Felipe Calderón Hinojosa. La entrevista es profusa –por la extensión–, confusa y difusa.
Tiene razón Calderón: México no es un país fallido. Pero sí es una nación deprimida y triste por más de 36 mil muertos. Pregunta Javier Moreno: ¿es posible que alguien en la política albergue la tentación de llegar a algún tipo de pacto de coexistencia con los criminales?
El Presidente, orondo, responde: “sí hay esa tesitura. La cultura política en México antes preveía que la solución era arreglarse con los criminales y ya. Cosas que encajan en la vieja cultura política donde la corrupción era un engranaje modular. Entonces el acuerdo era: ‘mira, yo no te veo porque ese es un asunto federal… tú no me ves, todos contentos. No me meto contigo, tú no te metes conmigo y se acabó’. Suponiendo, sin conceder, como dicen, que eso fuera cierto, ya no tiene sentido. Eso se acabó”.
Calderón sabe que si él tiene la información de que en algún tiempo pasado los alcaldes, los gobernadores y algún presidente hubieran pactado con los criminales, está obligado constitucionalmente a denunciarlos ante la PGR. La entrevista tiene facetas dignas de encomio, como es la defensa de las fuerzas armadas y la Marina. Sostiene que tenemos un Ejército valiente, popular, leal y eficaz.
Aborda el tema de la sucesión y dice que durante siete décadas el Presidente elegía a discreción a su sucesor, y el elegido era debidamente entronizado en elecciones de cuya limpieza dudaban todos, como es el caso del mismísimo Felipe Calderón. Haiga sido como haiga sido.
En su interminable cháchara, el bueno de Felipe dice que él está en su tarea, en sus metas y objetivos. Deslumbra a la porra de sol, y a la de sombra también, cuando utiliza como conclusión términos taurinos: “ya que lo que viene es el tercer tercio, en lo que estamos –señala– es en el tercio de la faena, y es precisamente el de la audacia y el de más cosas”. Lástima que todo indica que el juez de plaza le va a regresar vivo al burel por la puerta de toriles por tan deslucida faena.
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