Marco Enríquez-Ominami tenía apenas un año de vida cuando su padre, Miguel Enríquez, dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), falleció en un tiroteo de agentes secretos de Augusto Pinochet.
El ex candidato presidencial –que en 2009 no pasó de la primera vuelta en los comicios que ganó el derechista Sebastián Piñera– creció entre líderes y ex mandatarios, recorrió el mundo buscando experiencias políticas y ahora preside el Partido Progresista.
Como lo hizo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sustentó su campaña en las redes sociales, a las que considera “las voces del futuro”.
Hoy lamenta las crisis que aquejan a la izquierda, y la indisposición para discutir de la derecha.
“Si tienes una niña violada de nueve años, necesitas una política que de pronto en el Estado no hay, que es sobre el aborto. No le interesa a la derecha. Si vas a la izquierda a hablar de estos temas te responden ‘no, no, yo no quiero ser autoritario, hablemos de pobreza primero’”, dice en entrevista con Excélsior, realizada en la ciudad de México, la cual suele visitar cada mes para reunirse con miembros de varios partidos.
Enríquez-Ominami dista de ser un político tradicional. Su activismo lo combina con su faceta de cineasta y productor de televisión. Durante la conversación es notorio que piensa aún más rápido de lo que habla.
En cada respuesta expone las ideas de su partido. Atribuye esta cualidad, sin decirlo, a que a los ocho años leía a los clásicos, a los nueve aprendió latín y a los diez griego en colegios de París.
Y, siguiendo su evaluación de la izquierda, señala que, tan difícil como discutir las políticas de aborto, a aquella le ocurre lo mismo con los matrimonios entre homosexuales, con la legalización de las drogas y las políticas para el consumo de fármacos.
“El tema de la droga en América Latina es un tabú, y no hay ningún espacio para discutirlo en frío. El puro término como tal es un tremendo fracaso. Yo no estoy a favor de legalizar, estoy a favor de buscar todos los mecanismos que nos permitan la reeducación, pero no hay ningún espacio para discutir eso”, afirma.
“La vida es una fortuna”
Enríquez-Ominami ha estado rodeado de personas que incluso hoy permanecen en calidad de desaparecidos, en el seno de una izquierda que cayó con el golpe de Estado de 1973.
Su madre, Manuela Gumucio, sostiene que de su padre y de su abuelo le viene la vocación que le dejó 20.13 por ciento de los votos en 2009.
Luego del asesinato de Miguel Enríquez y ya en el exilio, se casó en segundas nupcias con Carlos Ominami. Así, Marco tomó el apellido de quien después llegó a ser ministro de Economía de Patricio Aylwin, primer presidente electo tras la caída de Pinochet.
Conoce los medios masivos –en tiempos electorales, dio entrevistas con su esposa, la presentadora de televisión Karen Doggenweiler–, mientras responde, propone encabezados y dice frases que bien podrían servir de eslogan en campaña.
Sin embargo, lamenta: “La izquierda hoy está hecha un desastre… El sistema de izquierda tal cual lo conocimos, no sirve para el futuro. Llegamos a un punto en que hay que llenar de contenido y ahí nos hemos inventado un proceso progresivo, que no tiene nada de nuevo, es del siglo antepasado”.
Además de su lado político, produjo durante ocho años la serie de televisión “La vida es una lotería”, con la que se ganó la creencia de que “eran los únicos que entendían a su país”.
Pero sus dos ocupaciones no están peleadas: “La lotería es el partido con más militantes. Van comprar un ticket –que no ganan– semanal. El aumento es permanente, no van a la baja. La lotería sigue siendo un hambre de futuro”, dice quien estuvo en la producción del programa hasta 2008.
Con eso, define los gobiernos de occidente en monarquías y parlamentos. Ve a los gobernantes de América Latina más como reyes que como presidentes.
“En América Latina creemos que cada que llega un presidente nuevo nos va a salvar, y eso es muy de las monarquías”, dice quien prefiere los gobiernos que se apoyan más en el Parlamento.
Si un presidente llega a campaña con un tema y luego cambia la propuesta sin consultar “eso es muy de las monarquías”, repite.
“Si tú quieres, de alguna manera te lo hago en titulares: gobernar es enfrentar controversias épicas, eso es gobernar”, dice.
Con esa sentencia alude después al hoy presidente y ex contrincante de derecha, Sebastián Piñera: “es alguien con nula capacidad de enfrentar las controversias épicas”.
El lado de director que formó en la Escuela Nacional de Cine de París le hace ver la política y el séptimo arte como metáforas.
Hoy Chile ve a sus gobernantes como personajes con los clichés de la madre, el padre, el hermano. “Una lucha contra el determinismo”, asegura.
En medio del binomio izquierda-derecha, afirma que hace dos años Eduardo Frei, su ex compañero en el Partido Socialista, con “un enorme equipo de oligarcas y dueños de medios de comunicación”, lo sacaron del camino al no apoyar su postulación. Al final, Frei fue derrotado por Sebastián Piñera, quien actualmente gobierna el país.
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