Ciudad de México, siendo las 7.19 minutos de la mañana del lunes 19 de septiembre de 1985, un sismo de una magnitud de 8 grados Richter, destruyó en instantes 300 edificios de gran altura y dejó 8000 más en peligro de derrumbarse.
Ese día del terremoto nació en México la "sociedad civil", ya que el gobierno de Miguel de la Madrid no alcanzó a reaccionar de inmediato, se quedó pasmado mucho tiempo sin saber qué hacer, entonces la sociedad entera se organizó para ir al rescate de sus vecinos, con picos y palas, y a veces a mano limpia, se ayudó a quitar escombros que oprimían a miles de mexicanos que quedaron soterrrados.
Así ocurrió en el Hospital General, en Tlaltelolco, en el Hotel Regis, en los condominios Juárez y Miguel Alemán; también en el Conalep de Humbolt y centenas más de edificaciones derrumbadas por el impacto del sismo.
La ciudad se quedó sin transporte público, y las avenidas se fracturaron a lo largo y a lo ancho, era intransitable la gran urbe.
Esa mañana me disponía a salir a trabajar al periódico La Jornada, que se ubicaba en las calles de Balderas esquina con Ayuntamiento, en el corazón de la ciudad destruida. Sí me percaté del terremoto, pero al vivir en una zona de suelo volcánico , el estremecimiento de la tierra se sintió con menor fuerza, no así en la parte del centro de México, que antaño fue una laguna y por lo tanto el subsuelo era lodoso o acuoso, lo que produjo un efecto de gelatina moviéndose bajo los pies.
Tomé una bicicleta y pude llegar al periódico a ver que podíamos hacer, al haber recorrido unos 12 kilómetros entre mi residencia y el periódico me percaté de la magnitud de la tragedia. Ahí decidí incorporarme a las tareas de rescate de las víctimas atrapadas entre los escombros, entre miles de voluntarios que solamente con las manos y algunos instrumentos menores nos lanzamos a sacar heridos de sus casas y de sus oficinas.
Pero también, en esa fatídica fecha, por coincidencia celebraríamos nuestro primer aniversario de la fundación del Periódico La Jornada, que recién habíamos salido a la luz pública el 19 de septiembre de 1984. Obviamente la fiesta se canceló y el diario entero se dedicó a dar cuenta de la tragedia, que además había sepultado a un reportero nuestro en su vivienda. Estábamos dolidos con lo que había ocurrido, más el infortunio de perder a un buen compañero de trabajo.
A mis 36 años años era un periodista enjundioso, promotor del diario de izquierda que la sociedad reclamaba en aquellos tiempos, por eso creamos ese diario para que sirviera a la sociedad civil. Fuimos 100 accionistas propietarios y miles más de accionistas ordinarios.
Nuestro diario era la respuesta a muchos años de periodismo controlado por el gobierno federal, a través del control monopólico del papel, para manipular editorial y noticiosamente la realidad nacional. Nuestro proyecto era crear un periodismo de investigación sin contemplaciones de carácter político gubernamental. Fue el primer diario de darle un espacio importante al fotoperiodista, actualmente La Jornada se caracteriza por incluir bastante material fotográfico en su portada e interiores.
Fuimos resultado indirecto del golpe gubernamental al Periódico Exclesior, por parte del presidente Luis Echeverría en 1976, quien ordenó a los anunciantes retirar su publicidad para ahorcar financieramente al diario y someterlo por la fuerza a una línea editorial proclive al gobierno en turno. La salida digna de don Julio Scherer y un grupo de periodistas democráticos, dio como resultado la fundación de varias publicaciones significativas en el contexto nacional e histórico: Revista Proceso (Julio Scherer), periódico unomásuno (Manuel Becerra Acosta), Revista Vuelta (Octavio Paz) y el periódico La Jornada (Carlos Payán).
Quiero rendir tributo a los miles de mexicanos que perdieron la vida en el sismo del 85, por efectos de una pésima planeación urbana y por las deficiencias en los reglamentos de construcción, sobre todo en la obra pública. Siempre guardaremos un luto respetuoso por ellos cada año en esta fecha.
Y un homenaje a mis compañeros periodistas que entregaron cuerpo, alma y dedicación completa al proyecto de un nuevo periodismo en México. Valió la pena el esfuerzo de la sociedad por tener una nueva forma de mirar la realidad y documentarla.
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