Por Guatemala pasa una cadena de, al menos, veinticinco volcanes, que atraviesa el territorio nacional, desde la frontera con México hasta la frontera opuesta con Honduras, por lo tanto la posibilidad de temblores y terremotos es alta. No olvidar tampoco la presencia bajo el mar de una falla oceánica, frente a las costas del Pacífico.
El riesgo de una catástrofe sísmica es enorme, ya la historia colonial así lo demuestra con los repetidos cambios de sede para la capital, por efectos de destructivos terremotos. Testimonio de eso es La Antigua Guatemala, una bella ciudad colonial, cuyas ruinas majestuosas aun se encuentran tiradas por los suelos, como en Pompeya, Italia.
Hay varios volcanes activos ahora mismo, el de siempre El volcán de Fuego, cercano a La Antigua, y el volcán de Pacaya que en el mes de junio de este año hizo violenta erupción de cenizas y lava. Cubriéndose la ciudad capital de una gruesa capa de ceniza volcánica, cuyos restos aparecen todavía en parques y jardines, y en algunos techos de vecinos que ignoran el peligro del sobrepeso en esos frágiles techos de teja o lámina de cinc.
La sismisidad chapina es algo peligroso, sin duda. Pero lo que nos ha venido sucediendo últimamente es la entrada violenta de huracanes por el Atlántico, El Micht hace una década, y el Stan, y Agatha muy recientemente, que asolan todo lo que trabajosamente se ha logrado hacer en materia de comunicaciones. Carreteras hechas pedazos, puentes colapsados, aludes de lodo y piedras que soterran poblaciones enteras, vehículos atestados de gente y caminos desaparecidos por tanta tierra desprendida de las laderas de las altas montañas.
La agricultura padece los siniestros de las lluvias y ciclones, y la ganadería acusa graves pérdidas, todo esto en conjunto es la materia prima para una crisis alimentaria, y base también para una crisis urbana de grandes proporciones, ya que las ciudades siempre dependen del entorno rural para su funcionamiento.
Ayer escuché al Presidente Colom en cadena radial, decir: Esta es la peor tragedia del país en muchos años, estamos de duelo por los cientos de desaparecidos y muertos.
Lo grave vino al final, dijo el Presidente: El gobierno no tiene recursos para atender todas las emergencias provocadas por lluvias. La Comisión Estatal para la Prevención de Desastres opera sin recursos económicos suficientes, solo tienen mano de obra solidaria y ya.
El colapso del país es evidente, la tragedia es una especie de iceberg, solamente observamos la puntita del problema. Vamos como El Titánic rumbo al naufragio.
Todo esto me duele como ser humano y como chapín, me conduelo de la situación de miles de chapines que viven en extrema probreza y que no tienen recursos propios pero tampoco cuentan con los auxilios del gobierno.
Esa es la verdadera catástrofe...
Nuestra realidad es triste. Somos un país vulnerable, no solo a terremotos sino al cambio climático. Podríamos añadir también la deforestación, la basura, uso de abonos químicos, pesticidas, etc que contaminan ríos y lagos. De la pobreza a la extrema pobreza, el peldaño es muy corto.
ResponderEliminarHay tanto trabajo por hacer en este país!!!!!! Ahora si estamos a la deriva con semejante diluvio.
Te felicito, Bolivar. Me gustó mucho tu columna. Muy bien escrita, como siempre.