El famoso escritor aquel, se volvió loco con una mujer que le presentaron en una fiesta de la Embajada de México. En medio de aquel bullicio ensordecedor, gracias al mariachi local que se afanaba por hacerse oír, el escritor intentaba a toda costa desplegar sus artes amatorias de inmediato.
La dama no paraba de sonreír a todos aquellos, que como abejas atraídas por la miel, se acercaban a pedirle un autógrafo al escritor famoso, y él muy ufano de su celebridad aldeana, garabateaba algunas frases sueltas sobre cualquier pedazo de papel.
Sin duda, la mujer se admiró demasiado de la fama de su acompañante, y cuando pudieron charlar, porque los mariachis callaron, ella le confesó que nunca había leído nada en su vida, que no le interesaban los libros, ! vaya ni los de Pablo Coelho ¡
Esta declaración sincera de la hermosa mujer, excitó aun más las fantasías del escritor famoso, quien se propuso convertirla en una gran lectora. Lo primero que le propuso es que asistiera como alumna a su taller de creación literaria, ya después vería él que más le podría sugerir.
Después de devorar, prácticamente, las bandejas de antojitos mexicanos, y beber cerveza Tecate y tequila Sauza, la pareja de recién conocidos, se encaminaron al estacionamiento de La Embajada de México; ahí se pusieron de acuerdo en seguir la fiesta solos en otra parte, por lo que el escritor decidió dejar su auto ahí y volver por él al día siguiente. Abordaron el auto de la mujer hermosa y se fueron a un bar especial, popular, que se localiza en el pasaje Rubio, un sitio que sigue siendo frecuentado por los intelectuales de la capital, en pleno centro de la ciudad.
La borrachera era memorable, los dos estaban muy parlanchines por efectos de los tragos ingeridos en la Embajada, además de las cervezas de barril que bebieron después en el bar, él escritor famoso haciendo gala de su erudición literaria, le mencionaba autores famosos, y ella con los ojos entrecerrados lo escuchaba pero ella estaba en otro sitio, lejos de ahí.
Cuando el escritor sintió que ya era hora de proponerle una noche de amor, porque observó que ya estaba lo suficientemente alcoholizada para resistirse a una oferta como esa; ella asintió con la cabeza y sonriendo los dos se fueron a un hotel de las afueras de la ciudad. Tuvieron una noche de pasión, que el escritor quería que fuera inolvidable, aunque a la hora de la verdad su desempeño fue mediocre, pero aquella dama ni se enteró de ello por su absoluta embriaguez.
La hermosa mujer trabajaba en una agencia de viajes en el centro de la ciudad, hasta ahí llegó el escritor famoso a verla al día siguiente, cargado con una pila de libros suyos y otros de su autor preferido, Saramago.
Ella con una enorme sonrisa recibió el obsequio y le dio un beso de agradecimiento, en plena mejilla. El todo coqueto salió de la agencia de viajes, silbando una melodía ,y jubiloso se lanzó en busca de su auto.
Ella tomó los libros, así como estaban empaquetados, y los tiró delicadamente a al basurero que tenía debajo de su escritorio.
¡! Aló.¡¡ Buenos días. Sí, dígame, ¿adónde quiere viajar?...
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