La multitud se agolpaba desde temprana hora, esperando que abrieran las enormes puertas, las filas eran de varias cuadras, miles de personas aguardaban con paciencia que dieran las diez de la mañana.
Esa mañana Roma estaba cálida y con un sol ardiente, todos los turistas traían una sombrilla o un gorrito, y los indispensables anteojos de sol, oscuros.
Cada cierto tramo de las cuadras de las filas de personas habían guís de turistas, que en diversos idiomas gritaban por un altavoz portátil a sus grupos, las indicaciones a seguir. La más socorrida de todas era: "follow me".
Dominaban los turistas asiáticos, japoneses, chinos taiwaneses, vietnamitas, seguidos de los latinoamericanos.
Se abren las puertas y la emoción y las charlas suben de tono, empieza el desfile hacia el interior, de modo ordenado, nadie empuja. Ese multicolor ejército de personas de todo el mundo, se introducen a las salas del Museo, observando detenidamente todo, al detalle. Se habla en voz baja, como si se estuviera dentro de un recinto sagrado.
Pese a las muestras de paciencia y tolerancia ante la multitud que marcha lentamente, el objetivo a perseguir se encuentra lejos aún. Es obligatorios el recorrido tedioso por salas intrascendentes, que muestran signos de riqueza y abundancia, pero sin chiste alguno. !!Qué ricos son¡¡
Por fin, después de una hora de recorrido por 23 salas de exposición de objetos de oro, plata y pinturas de famosos de la época. Ese enorme gusano humano serpetentea hacia el interior de una gran bóveda, que tiene las pinturas más impresionantes en el techo.
La muchedumbre entra por fin a la Capilla Sixtina, todos dirigen la mirada al techo y se encuentran de golpe con las pinturas al fresco que pintó Miguel Angel; ahí está "El Juicio Final".
Algunos turistas empiezan a sollozar de la tremenda emoción e impacto que causa la majestuosa pintura de Miguel Angel. Todos se detienen mirando hacia arriba, embelesados, y no avanzan, se detienen como si estuvieran petrificados. los que vienen atrás hacen presión y empujan suavemente a los de adentro para que salgan expulsados del recinto, con cortesía.
Todos pudieron apreciar las pinturas al fresco, de Miguel Angel, Rafael y Botticelli, pero nada se compara con la Capilla Sixtina. Esta es la capilla más famosa del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, Residencia Oficial del Papa.
Al salir estos miles de turistas, buscan afanosamente en los alrededores, dónde tomarse un rico café capuchino "caldo". y un panini. Las emociones con la panza llena se viven mejor.
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