Hoy cinco de septiembre La Brenda me llama de madrugada, a ella se le olvida que tenemos siete horas de diferencia entre Europa y Guatemala, ya le expliqué cómo funcionan los horarios según el continente donde uno se encuentre, pero a ella le vale sorbete el mundo y sus horarios cambiantes.
Eran las cuatro de la mañana para mi, para ella casi las doce del día. Estaba en un bar precioso del centro de Vitoria tomándose unos whiskis a mi salud. Y ahí mismo decidió, sin impórtarle que estuvieran sus futuras hijastras escuchando su conversación telefónica conmigo, contarme en voz alta que tiene muchas dudas de casarse con José Ignacio Urquiola.
Varias cosas no le terminan de agradar a ella, acerca de la persona de su futuro esposo. La principal, es que José Ignacio es muy bajito y ella mide un metro ochenta, le parece que se ven ridículos en la calle por las diferencias notables de estatura; el mide, calcula ella, no más de un metro sesenta centímetros. Su calvicie, tipo bola de billar, reluciente y redonda, no le agrada. La Brenda, me dice: "negrito, tú te vas a la peluquería cada quince días a recortarte la tremenda mata de pelo negro y rizado que tienes; no hay comparación con mi futuro marido".
Dice La Brenda, cuando decidí aceptar unir nuestras vidas con el rico industrial vasco, lo físico no me importó en lo absoluto, "me dije, lo acepto como es", pero ya viéndolo de cerca todos los días, empiezan a molestarme su defectos físicos.
"Te aclaro negrito de mi corazón: yo no duermo con él todavía, hasta que nos casemos por la iglesia". "Duermo en la habitación que comparto con mis futuras hijastras, eso tampoco me agrada tanto, quiero mi privacidad de siempre", me afirma enojada ella.
Cuando salimos toda la familia a pasear, José Ignacio maneja el Mercedes Benz que acaba de adquirir para mi, y lo conduce a 60 kilómetros por hora, "porque quiere aflojar el motor". Estoy enfadada con él por ser tan pachorrudo, lento y distraído. Sus conversaciones de negocios no son de mi agrado, solamente alcanzo a entender que gana miles de euros, y pienso que eso lo excita mucho más que mi presencia.
José Ignacio no sé si es un borracho consumado, todos los días bebe vino tinto en las comidas, y siempre se termina él sólo una botella de un litro. "Acuérdate que yo tomo ron con Coca Cola, pero el me quiere obligar a que cambie mi hábito del ron por el vino tinto, a mi me duele la cabeza de inmediato si bebo tinto, me sienta mal". !! Pero qué necio es este vasco pelón ¡¡.
"Le temo mucho a la noche de la luna de miel, que por cierto nos iremos a Paris de inmediato, una vez terminada la ceremonia en la Nueva Catedral, me cambio y salimos en avión a Francia; el asunto es complicado, mi negrito lindo, José Ignacio no me provoca nada, no me excita, las hormonas no actúan, lo veo y me da sueño, empíezo a bostezar como si me tragara todo el oxígeno de la ciudad."
"Amor: ¿qué hago?"
"Ya me embarqué en esto por tu culpa, si tú me hubieras dicho que te casabas conmigo, yo no estuviera aquí sufriendo penalidades emocionales, porque materiales ninguna, pero valoro más lo que teníamos tu y yo en México".
"Negrito de mi vida: todavía estás a tiempo de decirme las palabras mágicas y yo cancelo esta porquería de boda, y me devuelvo de inmediato a México o a Guatemala".
Me quedé en silencio y colgué sin responder...
¿Será el último esfuerzo? Algo me dice que...no
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